El 23 de mayo de 1899 se inicia desde Colombia una invasión a Venezuela acaudillada por Cipriano Castro con el propósito de derrocar el gobierno del presidente Ignacio Andrade en una operación militar conocida como la Revolución Liberal Restauradora o la "invasión de los 60". Al día siguiente Castro lee su primera proclama y organiza un ejército de 1.500 hombres para marchar hacia San Cristóbal, defendida por el general Juan Pablo Peñalosa para impedir la llegada de refuerzos a la capital tachirense, Castro enfrenta la resistencia y obtiene como resultado tres triunfos consecutivos en los combates de Toconó (24.5.1899), Las Pilas (27.5.1899) y El Zumbador (9.6.1899).

Llega a Caracas victorioso el 23 de octubre de 1899 para iniciar un mandato que debió enfrentar revueltas internas de los viejos caudillos; el bloqueo de las principales potencias en 1902 en reclamo de deudas, hasta 1908 cuando por razones de salud abandona el país y abre paso al golpe de Estado de su compadre y compañero de combates desde suelo colombiano, Juan Vicente Gómez. Castro fue perseguido y vivió un dramático exilio hasta su muerte en Puerto Rico el 4 de diciembre de 1924. Sus restos reposaron en el cementerio de San Juan hasta el 25 de mayo de 1975 durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, ordenó que fueran repatriados e inhumados en un mausoleo de Capacho Viejo, su pueblo natal. El 14 de febrero de 2003 fueron trasladados al Panteón Nacional por orden expresa del presidente Hugo Chávez.

En julio de 1901 el general Carlos Rangel Garbiras con el apoyo del gobierno conservador de Colombia inicia desde Cúcuta una invasión a San Cristóbal en contra del presidente Cipriano Castro en la denominada “Revolución de las Camandulas”. El 28 de ese mes se enfrenta a un batallón cerca de la entrada de la capital, en el camino entre Pueblo Nuevo y el puente de La Parada. La ciudad fue defendida por el general colombiano, Rafael Uribe Uribe y Celestino Castro Ruiz y el batallón Páez al mando de los generales Adolfo Méndez, Manuel Rodrigo y Eulogio Moros, además del Batallón Urdaneta, bajo la dirección de los generales Eustoquio Gómez, Maximiliano Casanova y el general Rosendo Medina quien perdió la vida en la batalla, y fuera padre del también general Isaías Medina Angarita, Presidente de la República entre 1941 y 1945. El ejército de Rangel Garbiras fue derrotado y forzado a regresar a Cúcuta, donde habría de exiliarse hasta la salida de Castro en 1908.

Como consecuencia de la invasión de Rangel Garbiras, Cipriano Castro decide organizar un plan encabezado por el general liberal Rafael Uribe Uribe para invadir Colombia cuyo objetivo era llegar a Bogotá, derrocar al presidente José Manuel Marroquín y proclamar a Uribe Uribe como jefe de un nuevo gobierno provisional. Ello como parte de un plan que incluía también al presidente Leónidas Plaza de Ecuador para crear una nueva versión de la Gran Colombia y en una segunda etapa constituir, junto a los gobierno de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, una Gran Federación de las Repúblicas Centro Americanas. La fuerza invasora dirigió un ataque a la plaza de Riohacha el cual fracasó y hubo entonces de replegarse al pueblo indígena de Carazúa donde a la mañana siguiente fue atacada por un contingente del ejército colombiano de tres mil hombres y rápidamente aplastada. Los sobrevivientes de la expedición llegaron a Maracaibo a comienzos de octubre de 1901.

El 20 de abril de 1961 a las dos de la madrugada, el general José María Castro León, exministro de la Defensa a la caída de Pérez Jiménez y acusado de actividades conspirativas contra el gobierno provisional de Wolfgang Larrazábal, entra a San Cristóbal por la frontera de Cúcuta en un plan financiado y estimulado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo para derrocar al gobierno de Rómulo Betancourt que enfrentaba permanentes intentonas golpistas. El movimiento fracasó a las pocas horas de haberse iniciado y Castro León es detenido, enjuiciado por rebelión militar y trasladado a la prisión del cuartel San Carlos de Caracas donde fallece.

El sábado 23 de febrero la línea fronteriza de Cúcuta conocerá un nuevo episodio histórico con la anunciada entrada de ayuda humanitaria de Estados Unidos, con el apoyo del gobierno colombiano y autorizada (pese a la negativa del gobierno de Maduro) por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, en un clima de creciente tensión que será presenciada además del gobernante local, Iván Duque, por los presidentes Sebastián Piñera de Chile y Mario Abdo Benítez de Paraguay y altos representantes del gobierno de Donald Trump. Si bien se han organizado en paralelo eventos artísticos de gran calidad y proyección y existe la disposición de mantener en lo posible un clima de respeto en resguardo de la tranquilidad ciudadana, lo cierto es que se trata de una confrontación directa de poderes, ya no solo como en los lejanos años de Cipriano Castro, Rangel Garbiras, Uribe Uribe o incluso de Castro León, entre factores nacionales en pugna, sino en este caso con la presencia y la dirección de los Estados Unidos y de Colombia. Más allá de lo que pueda ocurrir lo cierto es que este 23 de febrero puede considerarse como un punto de inflexión en una guerra sin balas que cumple veinte años y que no se resolverá con la simple entrega de alimentos, medicamentos ni la consabida “guerra de minitecas”. 

La historia, como ya se sabe, siempre vuelve a repetirse.