Y ahora ¿qué?
Análisis 26/06/2019 11:59 am         


Por Jose (Chuo) Torrealba: Ya ese juego terminó, y lo perdió el país...



Jesús (Chuo) Torrealba

Es posible comprender los entusiasmos y también los desencantos que puede haber generado en algunos la visita de Bachelet. Para hacer un balance útil convendría tomar en cuenta algunos elementos:

1) La dirección política del campo democrático no preparó a sus seguidores para dar a la Alta Comisionada de la ONU para los DDHH una bienvenida politicamente asertiva y para realizar un acompañamiento social solidario a su visita, que permitiera fortalecer la posición de la alta funcionaria ante el régimen y preparara el terreno para expandir y profundizar el impacto de su estadía en el país. Muy por el contrario. Hubo "dirigentes" políticos de partidos de oposición que llegaron al absurdo de "repudiar" públicamente la visita de Bachelet, mientras que un amplio sector de la clase media opositora, sin liderazgo capaz de nutrir y orientar su perspectiva, trataba a la visitante de "cómplice", "comunista", "boba que se deja engañar", "viene a recibir los dólares que Maduro le da", etc., etc.. Hubo "protestas de calle" (minúsculas, por cierto) en la que no era posible distinguir si se denunciaba a Maduro ante Bachelet o si se repudiaba a Bachelet por ser supuestamente "cómplice" de Maduro. Si el informe del 5 de Julio de la Alta Comisionada dijera que su presencia en Venezuela tuvo que vencer la resistencia del gobierno e ignorar el hostigamiento de un sector de la oposición, lamentablemente no estaría faltando a la verdad.

2) La visita en su conjunto determinó avances que sólo es posible registrar y capitalizar desde una perspectiva política democrática, no desde el curioso "militarismo opositor" (curioso por ser un militarismo sin militares). Desde la perspectiva de la búsqueda de un cambio democrático, de una solución política a la crisis, casi cada línea de la Declaración de Bachelet es un aporte que vale oro: Al afirmar que las sanciones internacionales agravan la crisis pre-existente señala a Chávez-Maduro como responsable de la catástrofe; Al desnudar la emergencia humanitaria y la implosión institucional evidencia la incapacidad del actual régimen para atenderla y pone de manifiesto la urgencia del cambio político; Pero al colocar como causa, objetivo y propósito del cambio la necesidad de lograr el "Cese de la destrucción", el cese del sufrimiento de las mayorías, Bachelet también rechaza implícitamente cualquier agenda que promueva (o alcahuetee...) la violencia, por cuando agravaría el sufrimiento social que el cambio deseado debe solventar.

Por todo eso se comprende que algunos que hicieron muy poco para que la visita de Bachelet fuera exitosa, ahora se muestren "inconformes" con sus resultados, que injustamente tachan de magros...

3) Ciertamente, lo que queda es Oslo. Pero el fracaso de Oslo pudiera estar cantado. El régimen monitorea el deterioro nacional e internacional de su adversario; La oposición sigue asumiendo públicamente la negociación de manera vergonzante, promoviendo la incredulidad sobre sus resultados y renegando de la negociación como racionalidad; Varios voceros internacionales juntan en una misma frase "hay que esperar que pasa en Oslo... somos muy escépticos sobre cuales pudieran ser sus resultados".

4) Mientras todo eso ocurre bajo los reflectores, la disolución fáctica del país avanza. La crisis de la gasolina, del gas doméstico y de los demás servicios, que hoy tiene paralizada y agónica a la "Venezuela que no es Caracas", en menos de seis semanas se hará presente también en la mini-Venezuela caraqueña, destruyendo la vitrina que servía al régimen para fingir que la crisis es "vivible y superable" con ellos al frente, y volviendo trizas al mismo tiempo la absurda ilusión opositora de que manejar el sufrimiento de la gente como "daño colateral" colocaría el poder en sus manos...

5) ¿No se puede hacer ya nada? No lo creemos. En nuestra opinión se debe y se puede hacer mucho, pero desde una perspectiva distinta a las utilizadas hasta ahora. Si la guerra civil o la intervención militar no son opciones frente a la crisis sino escenarios terribles de su agravamiento, las elecciones tampoco son por si solas una alternativa a la crisis: Sin un PACTO que garantice la competitividad de los comicios y la gobernabilidad posterior a ellos, unas elecciones no resolverían la crisis sino solo asegurarían la continuidad de la misma en otros ritmos, con otros tiempos: Hay que tener el coraje político para decir que la situación del país es grave y va a empeorar; Hay que tener la estatura política para decir que la única carta que queda sobre la mesa es la NEGOCIACIÓN, y que cualquier solución política (elecciones, referendo, gobierno de transición) será hija de la negociación, o no será; Hay que aterrizar en la realidad de que un gobierno de transición muy probablemente sea en realidad un gobierno de coalición, y que eso (más que una "fatalidad" impuesta por las circunstancias) pudiera ser algo necesario para la evolución democrática del país.

Ya no está planteado tratar de ganar el juego suma-cero. Ya ese juego terminó, y lo perdió el país...





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