Mare Nostrum: ¿Un Virus Democrático?
Análisis 19/04/2020 07:00 am         


El futuro no se vislumbra, se esconde tras la espesa niebla del horizonte de un porvenir incierto



Por Carlos Pérez Ariza
Periodista, escritor y Profesor Doctor (Ph.D) de periodismo



El presente está en paradero desconocido, se esfumó de un día para otro. El futuro no se vislumbra, se esconde tras la espesa niebla del horizonte de un porvenir incierto. Lo único que queda es el pasado, que en España se insiste en desconocer, demoler y vilipendiar. ¿Cuándo se jodió el mundo, Zavalita? Cuando llegó el coronavirus procedente de la China milenaria, como en siglos pretéritos. Del Oriente llegó esta nueva peste, como aquellas otras. Letal, silenciosa, invisible, mortal. La globalización era esto. Una vuelta a una nueva forma de Edad Media, donde cada nación lucha como puede desde sus feudos, concentrándose en hospitales desbordados, sociedades encerradas tras los muros de sus castillos particulares, con el miedo en el cuerpo y la muerte rondando por las almenas.

A comienzos de la década de los setenta (XX), los investigadores del Grupo Bolonia, dirigidos por Umberto Eco, publicaron un trabajo colectivo, titulado ‘La nueva Edad Media’. Una hipótesis prospectiva de una sociedad de altos niveles tecnológicos, que retrocedía hacia una nueva forma de Edad Media. Una paradoja en un mundo distópico. Sus puntos principales se apoyaban en el análisis de la disolución de los vínculos sociales, la privatización del poder, los crecientes conflictos (hoy en evidencia) entre competidores por mercados futuros (la esencia misma del 5G ahora). Avistaban paralelismos entre la Europa medieval y la sociedad actual: Inseguridad, sectas, cultura visual (lo era entonces, basta mirar las catedrales), autoridad como principio rector de las sociedades (ahora se imponen gobiernos autoritarios, incluso en los llamados democráticos). También consideraban –sorprende tanta anticipación– la concentración tecnológica, que compite con el poder de los Estados (es evidente en EEUU, cosa que el PCC controla más y mejor), empresas de la tecnología punta, que se convierte en territorios neo-feudales. En tal escenario de potencias tecnológicas, apunta esta obra la decadencia y, tal vez, el final de los países industrializados, léase la Europa de la UE. Algunos analistas de alto prestigio, como el Nobel de Economía (2011) Joseph Stiglitz, afirman, sin temblar su voz, que hoy, 2020: ‘Es un momento crítico para el futuro de Europa’. Tal vez haya que releer la obra de estos sociólogos de la comunicación, que en hora tan temprana visualizaron el actual estado de cosas.

Por esta idea de una nueva Edad Media han transitado recientemente el Nobel peruano-español, Mario Vargas Llosa. Su pluma, afilada como una katana, le ha valido ser prohibido en China, desde el mes pasado. Coincide con lo comentado en el anterior párrafo. “En medio de la civilización ha reaparecido la Edad Media, lo que significa que muchas cosas han cambiado desde entonces, pero muchas otras no. Por ejemplo: el miedo a la peste. Y, a propósito, la literatura tiene un renacer inevitable en esos períodos de miedo colectivo: cuando no entiende lo que pasa, una sociedad va a los libros a ver si ellos se lo explican”. MVL hinca a fondo el bisturí, intentando mostrar el tumor. Toda esta epidemia se habría podido evitar, o al menos controlar a tiempo, “si China fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es…”, vislumbra un lado bueno al señalar que el mundo debe enterarse y comprender que, “el verdadero progreso está lisiado siempre que no vaya acompañado de la libertad”. Llama insensatos a los que creen en el mundo –y son legión– que China, un mercado libre dentro de una dictadura política, sea un modelo a seguir en el Tercer Mundo. La pandemia del coronavirus chino debería servir para hacer entender tal falacia. Con tales letras, no se hizo esperar la sentencia china contra MVL.

Ai WeiWei (Pekín, 1957) no es la marca de un móvil (celular), sino el nombre y apellidos del artista chino de mayor reconocimiento mundial. Un disidente, que serlo en la China comunista ya es tener cojones. Lo aprendió de su padre, el poeta Ai Qing, otro disidente en la época maoísta a quien acompañó en su condena a trabajos forzados. Ante la pandemia que ha borrado el presente y ha extraviado el futuro, WeiWei cree que el capitalismo occidental ha llegado a su final. Y que el capitalismo de Estado (autoritario) implantado por el partido comunista chino, prevalecerá. El patógeno, según él, tiene un nombre oficial: Covid-19, y el menos usado en los medios, que él cita como ‘virus chino’, pues allí se originó. Ha desarrollado una pandemia global, que el artista chino califica de ‘virus democrático’, no repara en sexo, religión, estrato social ni ideología. Hay que señalar la forma de enfrentar la enfermedad entre Estados autoritarios, donde la libertad de información es inexistente (China, Rusia, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Irán) y las democracias, donde se ha escamoteado tal libertad y se ha actuado mal y tarde (EEUU, Inglaterra, México, Brasil, España, entre otras naciones). El miedo es lo único libre que nos queda.

En aquella Edad Media las pandemias surgían desde la China milenaria, entraban por Italia, donde el comercio con el lejano Oriente –desde la Roma imperial–, era próspero- En aquella globalización incipiente ya las pestes surgían y se extendían con la creencia de que el apocalipsis se los llevaba al otro mundo sin remisión. La historia sí se repite, esta vez con resultados catastróficos por estar instalados en la dependencia mundial de la economía. Tras los contagiados y los fallecidos, esta nueva peste dejará a una China más fuerte y a una Europa más débil, según algunos analistas, citados aquí. Los EEUU, con su maquinaria industrial saldrán del atolladero, pero por primera vez enterrará a cientos de miles de cadáveres caídos en su propio territorio, desde la cruenta guerra civil del siglo XIX. Esta vez en una batalla silenciosa sin explosiones, pero letal también para su economía. El mundo, tras el virus chino, no será el mismo, puede que estemos a las puertas de una nueva forma de medioevo. Si aprenderemos algo está por verse.

Esta idea de una sociedad interconectada al instante, con la nueva escalada tecnológica, llamada 5G, la Internet de las cosas a velocidad de la luz, parece estar en conexión tras esta epidemia. El que controle este nuevo mercado mundial hará que el polo global del poder económico y político se incline a su favor. Ya a mediados de 2019, los líderes del mundo cibernético, Donald Trump y Xi Jinping pusieron en los titulares su afán por controlar el salto tecnológico de las comunicaciones globales. El rubio americano puso su índice en la empresa china Huawei (‘Excelencia china’). Ya es mayor que Apple, tiene 170 mil empleados, corre por delante de las tecnológicas estadounidenses en el desarrollo e implantación planetaria del 5G. Trump teme que puedan controlar el tráfico de datos, con la segura posibilidad de interferir en sus redes de inteligencia, sin contar el extenso desarrollo que permitirá al comercio global chino. Esto parece la Primera Ciberguerra Mundial. Como todas las anteriores el móvil el control de los recursos económicos, que ahora viajan por el ciberespacio. Aunque el año pasado Google rompió sus acuerdos con Huawei, éstos ya han anunciado que a comienzos de 2020 tendrá su propio sistema operativo desprendiéndose de toda dependencia americana. La empresa china tiene a España como mercado piloto. Han asegurado que lanzarán su 5G en siete capitales españolas este mismo año. Tal vez, el coronavirus les retrase algo, pero ya están listos. 17 de las 35 grandes empresas españolas, que cotizan en Bolsa (IBEX35), tienen su compromiso escrito.

El uso del 5G lo fijó Pekín para 2020. Un mundo orwelliano con ciudades digitalizadas y hogares controlados por órdenes inteligentes. El 5G es la conexión de los humanos con la Inteligencia Artificial (IA). El sueño de una sociedad del futuro: La realidad convertida en virtual. La velocidad de los bits suplantando a la contemplación de un atardecer. La película de Steven Spielberg, ‘Ready Player One’, sentencia: “La realidad es real, la otra no’. La inmersión cibernética del mundo real en uno líquido, aparentemente aplacible, letárgico, sin otro ánimo de navegar en el espacio que ahora contiene el tiempo, como afirma en su obra académica el ministro español de universidades Manuel Castell. Su soporte contempla un mundo comercial verdaderamente global, donde la gente se preguntará, ‘¿cómo pudimos vivir hasta ahora sin el 5G?’. El Gran Hermano chino estará vigilando sin que nadie lo note… ¿o sí?





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