Seneca en una "Corona-Party"
Análisis 23/07/2020 08:00 am         


No solo se trata de un acto suicida, sino homicida. El que se ignore (intencionalmente) que la enfermedad es altamente contagiosa, es convertirse en un potencial genocida



Por Nelson Totesaut Rangel


Si Seneca deambulase nuestros días, sería quizá una víctima más del Covid-19. Según el mismo (en la Letra 54 de sus Cartas a Lucilio) “conocía bien las enfermedades”, ya que las había padecido todas. Y dentro de sus males, se encontraba el favorito del Covid-19: el asma.

Pese a ello, lo suyo no eran las multitudes; al contrario, las evitaba. “Me preguntas que cosa debas especialmente evitar” – le dice a Lucilio en su carta número 7. “Te respondo: la multitud”. Y es que consideraba a las masas peligrosas, y no por la enfermedad invisible que nos asecha hoy día, sino por otra, también oculta, que es la imbecilidad humana ante los vicios. “Más son las personas con las que vivimos, más es el peligro” – decía.

La primera vez que leí el término “corona-party”, fue de la prensa venezolana. Pese a que la pandemia nos llegó tarde, la noticia escandalosa refería a una fiesta en Las Mercedes, Caracas, poco después de empezada la cuarentena. El término es extraño, y a la vez genial. Asumo que refiere a cualquier fiesta ilegal en tiempos de coronavirus. En Europa se descubrieron varias, pero ninguna de ellas fue titulada de la misma forma. Al menos hasta esta semana, cuando en Texas, un joven de alrededor 30 años murió luego de una “Corona-party”.

Cuando leí el título pensé que refería al mismo concepto que tenía en mente de estas fiestas. Sin embargo, a diferencia del caso venezolano, al parecer se trata de una “moda” de parte de los incrédulos del virus. Y es que resulta increíble como, 8 meses después, hayan personas que crean que el virus sea una invención, y se reúnan violando las normas de contención, solo para retarlo. De ejemplo está otra fiesta que tuvo lugar en Alabama, hace solo una semana. Aquí participaron tanto contagiados, como no. Y premiaron con dinero a aquel que demostraba que había contraído el virus de primero.

La irresponsabilidad de estos actos supera cualquier apreciación que pueda escribir. No solo se trata de un acto suicida, sino homicida. El que se ignore (intencionalmente) que la enfermedad es altamente contagiosa, es convertirse en un potencial genocida. Una sola persona es capaz de crear un foco, así como ocurrió en la región italiana de Véneto. Poco atrás, un empresario italiano viajó a Serbia y contrajo el virus. Sin saberlo, asistió a dos eventos sociales, siendo uno un velorio. Hasta aquí, todo excusable, puesto aún no había sido diagnosticado, ni violado ninguna regla. Sin embargo, poco después de los síntomas y del diagnóstico, decidió seguir con su vida social, terminando entubado en un hospital y activando la alerta roja en la región. Si esto no es punible penalmente, no sé que podría serlo.

INTERMINABLE CUARENTENA

En el mundo de lo inmediato, es normal que la cuarentena nos parezca una eternidad. Se nos olvida, de esta manera, que las enfermedades altamente contagiosas son recurrentes en la historia de la humanidad. Es cierto que la globalización ha servido para convertirlas en pandemias (haciendo que la suframos todos de manera simultánea), pero esto no las hace más letales hoy que en el pasado. Al contrario, el avance de la ciencia ayuda a que se extingan antes y sean menos letales.

En momentos de desespero me gusta recordar al “sudor inglés”. Esta, que se generó en 1485 y abarcó parte del siglo XV y buena parte del XVI, duró aproximadamente 70 años. Además, era extremadamente contagiosa, mataba al 98% de sus contagiados y se fue de la misma manera en que apareció: misteriosamente.

Imagínense entonces a un ciudadano promedio de la época (cuya expectativa de vida era de 30 años) que nacía y moría durante el sudor inglés. Puede que no a causa de el, pero toda su vida iba a estar condicionada por este gran temor que lo perseguiría. Hoy, incluso los muy mayores, podrán ver felizmente el fin del Covid-19. Y no solo de esta, puesto muchos de ellos en su haber llevan más de una pandemia (y una que otra guerra también) y han vivido para contarlo. Esto, a menos de que sigan las “corona-party”.








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