El Poder de un Libro
Análisis 26/05/2021 08:00 am         


Recuerdos de Solferino, es un pequeño, con tal fuerza y poder de convencimiento que un año después reunía a sus lectores para crear ese movimiento es hoy la Cruz Roja Internacional



Por Reinaldo Rojas


El pasado 8 de mayo se cumplieron ciento noventa y tres años del nacimiento de Henry Dunant, autor del libro Un recuerdo de Solferino, obra inspiradora de ese gran movimiento humanitario que es la Cruz Roja Internacional, fundado en 1863 a partir del Comité Internacional de socorro a los militares heridos, creado por la Sociedad de Utilidad Pública, de Ginebra, Suiza. Cinco personas formaron parte de este Comité: Gustave Moynier, quien lo presidia, el general G. H. Dufour, Comandante en Jefe del Ejército Suizo, Henry Dunant, y los médicos Louis Appia y Th. Maunoir. Este equipo fundador ha pasado a la historia de la Cruz Roja como el “Comité de los Cinco”.

Este Comité va a ser el organizador, en 1864, de la Conferencia Internacional que dará lugar al primer Convenio de Ginebra, suscrito por 16 estados, con el título de “Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos en los ejércitos en campaña”, al que le siguen cuatro convenios humanitarios más, suscritos en 1949 y el protocolo adicional de 1977. El inspirador de todo este movimiento fue Dunant, producto de un acontecimiento fortuito, que es como muchas veces obran las fuerzas de la historia. Recordemos aquella historia y su mensaje para el presente.

Sucede que Dunant tenía una empresa de molinos en Argelia, territorio bajo dominio francés, y con el interés de solicitar unas concesiones para mejorar su empresa, se dirigió al Piamonte italiano, con el propósito de entrevistarse con Napoleón III, quien estaba en la ciudad de Lombardía al mando de las tropas que junto al reino de Cerdeña combatían una invasión de los austriacos a esos territorios. Parece que no logró la entrevista con el gobernante francés, pero sí le tocó vivir los horrores de aquella guerra, como testigo de la Batalla de Solferino, el 24 de junio de 1859.

Dunant era un hombre de profundas convicciones religiosas, cristiano calvinista que formaba parte de la Iglesia del Despertar, la cual profesaba el principio de practicar la fe a través de la caridad, socorriendo material y espiritualmente a los pobres, a los enfermos y a los presos. Es decir, a los más necesitados. En esa labor, en 1855, había contribuido a fundar en Suiza la Asociación Cristiana de Jóvenes.

Pues bien, Dunant no participa en la batalla, pero vive los efectos desastrosos del conflicto. Y ese encuentro con el horror de la guerra, que otros exaltan por sus ideales nacionalistas o patrióticos, lo lleva a escribir el testimonio de lo que vio en Solferino: el sufrimiento vivido por los soldados heridos de ambos bandos y el auxilio que recibieron de las mujeres de Castiglione, ciudad vecina transformada en un verdadero hospital de campaña. ¿Qué es lo que relata Dunant en su libro?

Recuerdos de Solferino, editado en Ginebra en 1862, es un pequeño libro de apenas 120 páginas, de tirada modesta, que “no estaba en venta”, y que el autor había destinado entregar a sus amigos y a personalidades humanitarias. Sí, era un pequeño libro, pero con tal fuerza y poder de convencimiento que un año después, reunía a sus lectores en Ginebra para crear ese gran movimiento que es hoy la Cruz Roja Internacional.

“Como simple turista -dice Dunant al comienzo de su libro-, totalmente ajeno a esta gran lucha, tuve, por una coincidencia de circunstancias particulares, el raro privilegio de poder presenciar escenas emocionantes, que he decidido evocar”. En su relato, no hay héroes de la guerra, sino hombres enfrentados unos a otros, heridos y enfermos que mueren en las calles de Solferino.

En esa batalla se enfrentaron 300 mil hombres, la línea de batalla tenía más de 25 kilómetros de extensión, y los combates duraron más de quince horas. El ejército austro-húngaro salió derrotado por las tropas aliadas de Francia y del Reino de Cerdeña, lo cual posibilitó la unificación italiana en 1861. Culminado el enfrentamiento, Castiglione, donde el hacinamiento era indescriptible, toda la ciudad se transforma, para los franceses y los austríacos, en un grandísimo hospital improvisado, donde las mujeres de aquella ciudad, demostraron su benevolencia para con todos aquellos hombres de tan diversos orígenes, todos para ellas, por igual extranjeros. “Tutti fratelli”, repetían con emoción, recuerda Dunant.

La gran pregunta fue entonces: ¿No se podría, en tiempo de paz, fundar sociedades cuya finalidad sea prestar, o hacer que se preste, en tiempo de guerra, asistencia a los heridos? ¿No sería de desear que un congreso formulase algún principio internacional, convencional y sagrado que sirviera de base a estas sociedades?”. La respuesta está en los Convenios de Ginebra y en la Cruz Roja Internacional, gracias al maravilloso poder de un libro.







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