Las dos almas de Gabriel Boric (IV)
Análisis 15/05/2022 08:00 am         


Chile es un país donde la participación política de la ciudadanía es evidente



Por Manuel Salvador Ramos


La pregunta que nos hacíamos en el artículo anterior sobre cual papel o rol había jugado Gabriel Boric en las protestas del año 2011, no estaba ligada a demarcar posiciones logradas ni a describir sus habilidades “ascendentes” dentro de una secuencia cronológica. Debemos puntualizar que la prosecución de los artículos al ser titulados de la forma como lo hemos hecho, no busca acercarnos biográficamente al personaje. Boric es solo un personaje inmerso en un proceso que no puede acotarse dentro de etapas o periodos político- administrativos y cuando hemos plasmado una narrativa relacionada a los hitos de su vida es con el fin de entender su evolución perceptiva en cuanto a las realidades.

A estas alturas debemos abrir un paréntesis para recapitular sobre algunos puntos que deben hilvanarse. En las notas anteriores hemos dejado sentadas dos nociones fundamentales: Chile es un país dónde la praxis de la participación política por parte de la ciudadanía, es evidente y muestra de ello son la importancia y vida que tienen las organizaciones sociales de distinta índole. Por otro lado vemos que en las discusiones y confrontaciones vividas en Chile desde la coyuntura de los años treinta del siglo pasado hasta hoy, los actores asumen su pertenencia ideológica y su militancia partidista. La llegada de Salvador Allende a la presidencia en 1970 fue fruto de la articulación de factores encadenados no por una estrategia preconcebida sino por una dinámica socio-histórica que fue modulándola. Allende arriba a La Moneda luego de cuatro candidaturas asentadas en propuestas de cambio profundo cuyas expresiones van desde socialdemócrata de los años cuarenta y cincuenta, hasta la asunción de las banderas radicales que planteó su partido, el Partido Socialista, y las cuales están inmersas en la marea de radicalidad que caracterizó la década de los sesenta en todo el mundo. La coyuntura de 1973, cuando es derrocado, se produce en razón a una confrontación en la cual el revolucionarismo choca contra el modelo que han propugnado el sector conservador tradicional de la sociedad chilena, quien atiza, aúpa y estimula el golpe de Estado.

En 1989, al restablecerse la democracia y concebirse el modelo gubernativo, aparece la Concertación, la cual es una confluencia necesaria para normalizar la praxis política dentro de los cánones del republicanismo y ello es entendido y consensuado dentro de las principales fuerzas políticas que históricamente han planteado un cambio social, pero ello no significa que el logro gubernativo formal pueda ir dando vuelcos integrales al orden establecido, ya que el gradualismo es la tónica necesaria para el manejo objetivo de las realidades que se manifiestan luego del paréntesis dictatorial entre 1973 y 1989. No en vano el lapso que se abre es bautizado como La Transición y el mismo tiene como consigna “avanzar hasta donde se pueda y tranzar cuando sea necesario”.

En una ciudadanía históricamente consustanciada con la lucha activa en pro de sus derechos, las presiones por avanzar socialmente se manifestaron ya desde el segundo gobierno concertacionista (Eduardo Frei Ruiz-Tagle;1994-2000), siendo la consigna fundamental la relativa al cambio constitucional. Ya lo mencionábamos en la última nota: sin cambiar el marco jurídico-institucional de forma sustantiva no había factibilidad alguna en alcanzar los cambios correspondientes a una real transformación. En el tercer gobierno del ya bautizado periodo transicional (Ricardo Lagos Escobar; 2000-2006), las criticas y presiones en ese sentido se hicieron mas intensas y ello fue así porque dentro de los sectores políticos que sustentaban el gobierno de Concertación se captaba como la sociedad chilena se había desprendido del estímulo emocional derivado del advenimiento de la democracia y exigía que junto al quehacer administrativo y material que pausadamente reflejaba un ascenso en las condiciones de vida, ocurriesen cambios estructurales que realmente demarcasen el cambio de modelo. En las elecciones presidenciales en las cuales triunfó Ricardo Lagos, el candidato Joaquín Lavín, candidato de la U.D.I., el partido que había sido representativo del pinochetismo y había conformado coalición con Renovación Nacional (R.N.), había sido derrotado por una mínima diferencia. Ello denotaba claramente como los sectores que habían dado respaldos holgadamente mayoritarios a la Concertación, se habían colocado en un plano francamente crítico.

Debe ser tomado en cuenta que ese sentimiento de pertenencia política con el cual hemos tipificado al ciudadano chileno y el cual era más característico en el flanco de la izquierda, fue un hecho común dentro del ámbito partidista. Ello lo captamos al solo revisar superficialmente las divisiones, reagrupamientos y apariciones constantes de partidos y movimientos que actuaban en la sociedad. Observamos como el Partido Socialista, organización clásica del esquema de las agrupaciones políticas chilenas, ha siendo el vientre de varios partidos al desgajarse en muchos momentos, pero también ha sido matriz de convergencias en circunstancias coyunturales. En este momento y tomando como punto de partida en regreso a la democracia en 1989, el P.S. ha optado por aceptar el libre juego de tendencias en su seno e incluso esquematiza cuotas de participación para cada una de ellas de acuerdo al peso que demuestren en los momentos de elecciones internas en el cual se deban renovar las autoridades de la organización. Es notorio también que cada sector o tendencia recibe denominación propia y hasta un reconocimiento cuasi formal por parte de la opinión pública.

Pero para ampliar lo anterior, debemos remontarnos a sucesos anteriores y quizás poco recordados. Una muy significativa división sufrió el Partido Socialista en 1964 cuando un numeroso y representativo grupo de la Juventud, así como de importantes sectores obreros y campesinos, conforma el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, M.I.R. Este grupo nace criticando acerbamente el ejercicio de la lucha política dentro del modelo republicano y democrático y plantea el esquema de confrontación revolucionaria. El episodio va a dar mucho que hablar en lo sucesivo, dada la particular relación de familiares y personeros muy cercanos a Salvador Allende con esta tendencia y va a configurar todo un hito en el proceso político de Chile. El análisis del mismo desborda el enfoque que venimos realizando y al destacarlo ahora ha sido porque queremos resaltar la vigencia del revolucionarismo en sectores de la sociedad chilena, a pesar de la dolorosa experiencia del derrocamiento de Allende en 1973 y el posterior advenimiento de la dictadura pinochetista durante dieciséis años.

Dentro de esa secuencia observamos que ya ocurrido el retorno a la democracia, en el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006) se dibujan claramente factores que a la larga han de hilar puntas en el contexto actual, siendo el hecho mas notorio la aparición de una outsider dentro de la escogencia que correspondía al Partido Socialista y quien a pesar de augurios que no la favorecían, logró consolidar una presencia que movió a la ciudadanía para llegar a la presidencia chilena dentro del nuevo esquema cuatrienal (2006-2010). Nos referimos al primer periodo de Michelle Bachelet, en el cual no logró colmar la expectativas y ello propició por primera vez, desde el gobierno de Jorge Alessandri (1958-1963), que Sebastián Piñera, una figura ligada a la llamada Derecha, y mas concretamente, un empresario, llegase a La Moneda. En ese periodo, la sucesión candidatural de la Concertación estuvo llena de momento álgidos, pero fue la aparición de un factor disidente en el P.S. lo que realmente creó crisis en aquellos momentos. Miguel Enriquez-Ominami, un joven diputado del P.S., se abrió de la militancia y con el respaldo de un conjunto de sectores abiertamente críticos, lanzó su candidatura llegando a alcanzar el 20.1% de los votos en las elecciones presidenciales. Este personaje luego fundó el llamado Partido Progresista y repitió su aspiración presidencial en las elecciones posteriores, pero su imagen, esencialmente mediática, disminuyó a límites sin importancia sustantiva desde el punto de vista electoral.

Introducir el nombre de Miguel Enríquez-Ominami en la saga que hemos venido escribiendo tiene un propósito concreto, no en cuanto a su muy discutible relevancia; ya hemos afirmado que su impacto no va mas allá de un hábil manejo mediático (su esposa es una muy reconocida experta en esa área) y de la circunstancia de ser uno de los tres hijos de Miguel Enríquez, líder del M.I.R. asesinado en 1974 por la DINA, organismo represor del pinochetismo. Ello le permitió trazar un proyecto político rupturista que le facilitase acceder a los segmentos que se han diferenciado de la franja concertacionista, pero ya, al poco tiempo del impacto circunstancial que le llevó a obtener un porcentaje apreciable en una lid presidencial, aparecieron en la política chilena factores que con mayor profundidad en lo social y con mayor sentido estratégico en lo político, han captado la voluntad y el respaldo de esos sectores de la sociedad chilena, siendo ese el que se conjugó con el estallido de las protestas estudiantiles en el año 2011.

Podemos entonces ver claramente cómo el movimiento del citado año, es el marco de continuidad socio-histórica de toda una secuencia cuyas raíces se muestran ya en 1964. Es la expresión nuclear de una izquierda revolucionarista, inspirada emocionalmente en el triunfo de la Revolución Cubana y posteriormente nutrida por los elementos críticos que preconizó el llamado Guevarismo; es un repensar critico que se sobrepone al manoseado slogan del “fin de la historia” y que deja atrás el anacronismo ideológico del comunismo para nutrirse conceptualmente con la visión precursora de Antonio Gramsci y la discusión de ideas de pensadores mas actuales como Edgar Morin Jürgen Habermas, Jacques Lacan y Giles Deleude.

Es en ese contexto donde aparece Gabriel Boric y de sus experiencias preliminares ya hemos hablado, pero quien en el año 2008, durante su época como estudiante de la Facultada de Derecho de la Universidad de Chile, ingresó al colectivo político Izquierda Autónoma y ese mismo año resultó electo consejero de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECHH). Al año siguiente fue elegido Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile y entre los años 2010 y 2011 se desempeñó como senador universitario de la Universidad de Chile. Durante 2012, tras el triunfo de la lista "Creamos Izquierda", asumió como presidente de la FECH, sucediendo en el cargo a Camila Vallejo. Durante su gestión, lidera el movimiento estudiantil que comenzó en el año 2011 y fue uno de los Voceros de la Confederación de Estudiantes de Chile, CONFECH.

En las elecciones parlamentarias de noviembre de 2013, presentó su candidatura independiente por el Distrito N° 60, Región de Magallanes, buscando ser electo para el período parlamentario 2010-2014. Allí obtuvo 15.417 votos, equivalentes al 26,18% del total de los sufragios válidos, logrando la primera mayoría y ser el único candidato independiente que consiguió ser elegido fuera del sistema electoral binominal. En enero de 2017, participa en la fundación del Frente Amplio, fuerza política compuesta por distintos partidos y movimientos de izquierda. En noviembre de ese mismo año, con miras al período parlamentario 2014-2018, presentó su candidatura como independiente a diputado por el recién creado 28° Distrito, Región de Magallanes, en pacto organizado dentro del Frente Amplio. En esa ocasión logró de nuevo la primera mayoría distrital y también la segunda mayoría nacional.

El 29 de mayo de 2019 participa en la fundación del Partido Convergencia Social y el 15 de noviembre de 2019, tras los hechos producidos por el "estallido social" de octubre de 2019, participó en la firma del "Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución". Allí suscribió el compromiso que dio inicio al proceso constituyente en Chile. El 17 de marzo de 2021, el Comité Central de su partido Convergencia Social lo proclamó como su candidato a la presidencia de la República. Posteriormente, fue proclamado como candidato de los distintos partidos del Frente Amplio e inscribió su candidatura a las Primarias del Pacto "Apruebo Dignidad". En las mismas, celebradas el 18 de julio de 2021 y obtuvo 1.058.027 votos, correspondientes al 60,43% del total de sufragios válidamente emitidos, imponiéndose rotundamente a quien hasta pocas semanas atrás se consideraba como favorito, el candidato del Partido Comunista de Chile, Daniel Jadue. En consecuencia fue nominado formalmente candidato presidencial del Pacto "Apruebo Dignidad" para las Elecciones Presidenciales de noviembre de 2021.

En elección presidencial del 21 de noviembre de 2021, con 46.885 mesas escrutadas de un total de 46.887, correspondiente al 99,99%, obtuvo 1.814.809 votos, correspondientes al 25,83% del total de los sufragios emitidos válidamente, situándose en el segundo lugar de las preferencias y pasando a la segunda vuelta electoral. En la segunda vuelta presidencial, realizada el 19 de diciembre de 2021, con el 99,99% de las mesas escrutadas, obtuvo la primera mayoría con 4.620.671 votos, equivalente al 55,87% del total de sufragios válidamente emitidos, siendo electo como Presidente de la República más joven y con el mayor número de votos desde el retorno a la democracia. El 11 de marzo de 2022, ante el Congreso reunido en pleno, en la ciudad de Valparaíso, asume el cargo de Presidente de la República. Se transformó en el ciudadano más joven en asumir el cargo en la historia del país. Le impuso la banda presidencial el presidente del Senado, mientras que el presidente saliente hizo entrega de la Piocha de O'Higgins.

El 10 de enero de 2022, en una ceremonia realizada en sus dependencias el Tribunal Calificador de Elecciones (TRICEL), fue proclamado por el organismo como Presidente Electo de la República para el periodo constitucional 2022-2026. El 21 de enero de 2022, en el Museo Nacional de Historia Natural, presentó a su primer Gabinete compuesto por 14 mujeres y 10 hombres. En esa oportunidad nombró a la expresidenta del Colegio Médico y su vocera en la segunda vuelta electoral, Izkia Siches, como la primera mujer en la historia de Chile en dirigir el Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Asimismo, designó a Maya Fernández, ex diputada por el 10 Distrito, Región Metropolitana y nieta del ex presidente Salvador Allende, como Ministra de Defensa Nacional.

Observamos en este esquema lineal cómo se conforma aceleradamente el liderazgo de Gabriel Boric dentro de un proceso abiertamente rupturista y en solo diez años cristaliza la aspiración revolucionarista para gobernar Chile. Pero como hemos dicho,esta secuencia de artículos no busca hacer un panegírico del personaje. Ya el joven presidente ha rebasado las primeras seis semanas de gobierno y han aparecido signos inquietantes que marcan un descenso notable de su imagen. ¿Podrá surgir de su segunda alma una derivación que impulse realmente el proyecto que encabeza?






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