Vencer la Indiferencia
Análisis 22/05/2022 08:00 am         


En el artículo pasado decíamos que los retos para vencer la indiferencia de los venezolanos se encuentran en los cambios que necesita el sistema político



Por Carlota Salazar Calderón


Pero antes de referirnos a esos cambios quiero reflexionar acerca de la importancia que tiene para la ciudadanía emprenderlos. Para lo cual comenzaremos explicando que se trata de un cambio en la posición en el tablero político mediante el cual bajamos a los gobiernos de su pedestal inalcanzable para colocar a la Sociedad en su rol preponderante en la toma de decisiones, y todo cambio es un proceso.
Siempre digo que lo más seguro que tenemos en la vida es a la muerte y a los cambios, y es a lo que más le tememos. Es la fuerza de la costumbre que nos impide explorar otros espacios de vida.
Como en el paseo de la Caverna de Platón donde los hombres están atados por las piernas y el cuello mirando sólo hacia adelante, no pueden moverse, las ataduras les impiden volver la cabeza, parecen prisioneros, viendo sólo sus sombras en el fuego. Aunque hay una hendija entre ellos y el fuego, no hacen el esfuerzo. Son capaces hasta de matar si alguien les dice que pueden escaparse. Se acostumbraron a las tinieblas. ¡Son prisioneros! pero de qué ¿De las ataduras? ¿De su miedo? ¿De la Costumbre? o de su ¿incapacidad para ver el bien? ¿Para ser útil a los demás? ¿De asumir su destino?
Guardando las distancias con este esplendido paseo filosófico los ciudadanos están atados a un sistema político que limita su actuación pero ellos se conforman porque eso es así y no puede cambiar, dicen con convicción y desencanto. Atados de manos frente a las elites económicas y políticas que atienden a sus intereses sumergidos en la carrera del poder, en calidad de amantes infieles de la fortuna y riqueza a toda costa.
A las voces que les dicen que pueden generar cambios los oyen como quien oye llover, se conforman y se refugian en su individualismo. La sociedad venezolana se encuentra lejana y distante de las instituciones buscando su superación personal en su familia. Eso no nos pasa sólo a los venezolanos, es un hecho humano tenemos un sentido racional en cuanto a nuestros beneficios y cuando vemos que no la podemos tener por una vía, buscamos por otra. Pienso que los venezolanos, como los niños, nos portamos mal y no atendemos a la política porque la política no se preocupa por nosotros, sin darnos cuenta que nos perjudicamos nosotros mismos.
Por no intervenir en la política y en los asuntos públicos quienes lo hacen están bajo la protección de los aparatos de los partidos políticos. Entonces no importa si eres bueno o malo, tampoco importa beneficiar a la sociedad, porque el compromiso está con quien lo puso allí: el partido político. Ese sistema de cogollos colapsó junto con los servicios públicos, la salud y la educación, en este país.
Las sociedades modernas, como dice Moisés Naín, en el Fin del Poder, cuentan con mayores recursos para movilizarse, para obtener conocimientos y son más en cantidad, la revolución del más, que llama, donde concluye que el poder es más fácil de ganar pero más fácil de perder, de allí su consecuente tesis contenida en la Revancha de los Poderosos donde alerta los mecanismos autoritarios que se están utilizando en el mundo para combatir a la revolución del más, para controlar a la sociedad de tal manera que no pueda expresarse.
Una sociedad inmovilizada sumergida en el individualismo es presa del autoritarismo. Por ello el planteamiento se centra en institucionalizar la organización social, para que los ciudadanos organizados logren expresión y canalice efectivamente sus demandas. En el marco de un sistema político que dé cabida al espíritu hegeliano de la sociedad, en el marco de un nuevo Orden Ciudadano, en la tarea de reactivar la vida política. Ahora ¿cómo concebimos el Estado Ciudadano? para que como dice el verso no nos quede la boca aguá, lo explicaremos en el próximo artículo






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