La contradicción venezolana
Análisis 07/08/2019 05:00 am         


Por Luis Vicente León: Venezuela es un país destruido macroeconómicamente y lo peor es que esta realidad tiende a empeorar en los próximos meses



Luis Vicente León

Venezuela es un país destruido macroeconómicamente y lo peor es que esta realidad tiene problemas para comenzar en los próximos meses, producto del modelo primitivo del gobierno en ejercicio y de la amplificación del problema producto de las finanzas económicas, financieras y petroleras impuestas con el objeto de producir un cambio, pero que inevitablemente aumenta el riesgo, sin peligro el cumplimiento de su objetivo.

Independientemente de la crisis que vive el país, hay algunas burbujas en las que vive una parte, minoritaria pero importante, de la población, que tiene acceso a divisas y alta capacidad de compra. No me refiero solo a los beneficiarios de la corrupción, que sin duda forman parte de este grupo, sino a muchas personas que han acumulado ahorros a lo largo de sus vidas en un país que tenía las mayores oportunidades de la región y una moneda sobrevaluada y donde cualquier tenedor de capitales racional decide mantener sus ahorros en el exterior, para protegerlos de los riesgos internos de la batalla política. Otros miembros de este grupo son los auto generadores de divisas, formados por quienes exportan bienes y servicios, compensaciones salariales en moneda extranjera, operan en frontera, prestan servicios por internet, operan criptomonedas, los contrabandistas, operadores de oro y otras actividades ilegales como el narcotráfico. Finalmente están también los receptores de remesas, quienes aunque con mucho menor poder de compra que los anteriores, algunos se registran en consumidores intensos.

Esa división entre los que tienen acceso a divisas y los que solo dependen de sus ingresos en bolívares, nos explica la evidente contradicción del país donde hay personas que minan en el Río de Aguas Negras (El Guaire) o buscan comida en la basura, mientras otros buscan "Nutella" de un kilo o mantequilla de maní JIF en un bodegón repleto de delicatesses vendidas en dólares.

El tamaño real de la burbuja es muy difícil de estimar, pero los estudios nos indican que el pedazo más fuerte en consumo y con capacidad de compra realmente elevada se acerca al 15% de la población total. Es un grupo pequeño si lo comparamos con la capacidad de compra histórica de la Venezuela rica, pero el número de personas es más grande que Panamá completa y equivalente a un país mucho más grande si solo comparamos su clase alta y de consumo, lo que explica por qué, pese a la crisis, hay segmentos hiperactivos de la población que compran sin muchas limitaciones, viajan, consumen en los restaurantes de lujo y se divierten.

En paralelo a esa Venezuela, que sigue demandando y consumiendo, productos importados, hoy estimulados por el regreso de la sobrevalución, convive una mayoría contundente de los venezolanos dependiente de los subsidios públicos (como los CLAPs y los bonos del Estado) con los que mal vive Las políticas sociales no logran cambiar su opinión negativa sobre el gobierno, pero sí la controla socialmente ante el miedo a perder lo poco que recibe.

El gobierno ya no tiene capacidad de estabilizar la economía y se quedó pegado en una estrategia de encaje legal que restringe la liquidez y crédito para parar artificialmente la devaluación y la infección, una costa de poner en riesgo a la banca ya la industria local y se vio obligados a abrir de facto la economía, permitieron aumentos compulsivos de precios y cambio (sin anuncios, ni decretos), pero su capacidad de rescatar equilibrios es mínima al hacerlo sin confianza alguna de los agentes económicos y con el mundo moderno cerrado por las barreras. Así las cosas.

Tomada del Diario El Universal





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