Cuando el fondo toca fondo
Análisis 20/10/2019 05:00 am         


No es lo mismo llamar al Fondo para salir de problemas, que meterse en problemas por llamar al Fondo



Era de noche, sin embargo llovía. Sentado en la terraza de su suite en el Budapest Marriott Hotel, ante esa inconfundible vista desde Pest del Danubio en la noche, todo un festival de luces, colores y reflejos, que seguramente París envidia en secreto, mientras disfrutaba de un Cohiba que le había traído especialmente uno de los participantes en las reuniones que habían concluido ese día, Elides reflexionaba satisfecho. La estrategia era una estrategia ganadora. Simplemente no podía fallar.

Era el final de la década de los 80. Habían escogido Budapest porque era donde más le convenía a la mayoría y porque allí pasarían suficientemente desapercibidos. 


Castillo de Buda desde el Danubio 
 
Tras una semana de reuniones, luego de meses de intercambio de mensajes de todo tipo, habían diseñado una estrategia de dos vertientes. Una vertiente, la pública, la ruidosa, la que se destinaría a llamar la atención del mundo entero. Hasta la bautizaron, sería el Foro de Sao Paolo. El nombre fue un tema de especial interés en las reuniones, y es que las izquierdas tienen una particular debilidad por las epopeyas y sus símbolos. Ese nombre tenía algo; se vería bien en los encabezados ... y en la psique de sus eventuales miembros.

La otra vertiente, la secreta, era infiltrar el Fondo Monetario Internacional (FMI), hasta controlar sus hilos; infiltrarlo con reconocidos economistas teóricos e impidiendo al mismo tiempo que otras disciplinas, como sociólogos, politólogos o estrategas, tuvieran posiciones de influencia; ni hablar de posiciones de dominio. Esta era la clave. La primera vertiente era para la galería.

El plan se sentía infalible. Elides dio una bocanada, satisfecho, al tiempo que rellenaba su copa con ese delicioso vodka Beluga que otro de los participantes había traído para todos. 


Esto es ficción total (creo yo). Pero, si se juzga por los hechos, no sería difícil de creer. Si hubiera sido un plan, habría sido la obra maestra de un genio. Elides, nuestro imaginario fumador, estaría feliz con los resultados.

No hay que ser un experto en economía para sospechar que hay algo mal en las estrategias del Fondo, o que algo clave está faltando. En América Latina las experiencias han sido espinosas, por decir lo menos. En 1998 se metieron en Brasil y luego vino Lula; en el 2001 les llamaron en Argentina y vino Kirchner; en el 2018 en Argentina (otra vez) y como que viene Kirchner (otra vez); en el 2019 entraron en Ecuador y parece que el belga está por regresar. En Venezuela se aplicaron las recetas del Fondo en 1989 y el resto es historia.

En Turquía y en Grecia también crearon roncha, pero, como son otros lenguajes, otras culturas y otras latitudes, a lo mejor los problemas son otros también. Pero, hombre, esto es un patrón.


IMF Photograph / Stephen Jaffe 

MODELO Y RECETA

Lo que parece el quid del asunto es que un grupo de respetados economistas, muy teóricos ellos imagina uno, aplican unos modelos -a los que les viene de perlas el mote de "receta"- que pareciera que ignoran el medio ambiente o la cultura de los que tienen que preparar las recetas y de los que las tienen que consumir. Es como si fueran economistas a los que les parece desconcertante que no tenga éxito un food-truck callejero que le venda helados a los esquimales en enero, mientras que en esas mismas fechas sí es todo un éxito en las playas de Aruba.

Quizás las recetas del Fondo les sirvan a países con gente que, por ejemplo, creció bajo el modelo nórdico de bienestar o fue formada bajo la cultura japonesa de honor y trabajo. Pero, por otra parte, países con esa clase de gente, probablemente no lleguen a necesitar nunca de los servicios del Fondo.

El tema no surge porque Ecuador haya tenido que dictar toque de queda, ni porque le esté echando la culpa de sus males al foro brasileño, sino porque pareciera que en Venezuela nos vamos acercando aceleradamente al llegadero y alguien va a tener que hacer algo con el tema de la economía. No va a ser "ponerle atención a ese asunto de la economía". No. Va a ser un asunto de "hay que hacer algo ya". Y es que ya se oye por allí, de algunos que sí son economistas y se dice que saben del tema, que eventualmente, más temprano que tarde, habría que llamar al FMI. ... Y da susto.

Uno se pregunta, esa gente del Fondo, que se supone tiene tanto real, ¿no podrá gastarse un “dinerito” en contratar estudios sociales de mitigación de medidas? Porque esas medidas hay que mitigarlas. O así parece ser siempre el caso. Por otra parte, dicen que la razón por la que esas medidas de "austeridad" y "disciplina fiscal" son tan bravas es para que los países pongan su casa en orden y puedan pagar los préstamos que piden. Ahora, parece que en lo que sí resultan súper efectivas las recetas del FMI es en terminar con el gobierno del que los llamó y casi siempre los que vienen después no quieren pagar. ¿Entonces? Señores del Fondo, hay algo mal en las estrategias. Si yo fuera a quien tienen que rendir cuentas de los reales, pidiera explicaciones.

Los directores del FMI en el siglo XXI han sido Horst Köhler, Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Kahn, Christine Lagarde y Kristalina Georgieva. Esos nombres no sugieren precisamente una lista de directores con sangre latina, o de expertos en América Latina. Rodrigo Rato, por español, a lo mejor entendía, pero como que estaba en otras cosas y terminó preso.

¡Mosca, pues! Ya que hablamos de recetas, para ponerlo en términos de Master Chef, si viene una, hay que asegurarse de que incluya claramente los ingredientes, la preparación, sus tiempos de cocción y ¡el emplatado!







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