Todo esto sin meter en esa tómbola dos nuevos efectos internacionales como son la renuncia de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia, luego de un laberíntico intento fallido por perpetuarse en el poder, estimulado desde Caracas y La Habana, que originó una fuerte reacción del empresariado minero y agropecuario, la clase media y sectores populares que fueron respaldados por las Fuerzas Armadas y Policiales de ese país y por otra parte el infeliz anuncio de la alianza del PSOE de Pedro Sánchez y del Podemos Español de Pablo Iglesias (suerte de PSUV), que ha traído como consecuencia inmediata la caída de los precios de la banca ibérica en el mercado bursátil internacional.

En este cuadro se acerca una fecha que dará mucho que hablar. El 16 de noviembre está convocada una gran marcha opositora en todo el país. Juan Guaidó, ante los acontecimientos sucedidos con la renuncia a la presidencia de Evo Morales, la ha inscrito dentro de “la brisa democrática” que llega de Bolivia.

La situación venezolana no es igual a la del país que tuvo como primer Presidente al Gran Mariscal de Ayacucho. El gobierno de Nicolás Maduro, el cual tiene un inmenso rechazo popular, posee su mayor respaldo en una Fuerza Armada Nacional Bolivariana que ha sido socavada en sus altos mandos por una corrupción que los convierte en cómplices y supervivientes del estatus quo madurista, mientras la dirección opositora sigue en un vaivén donde las decisiones son tardías, poco congruentes y en consecuencia carentes de impacto, de pegada contundente.

La renuncia de Evo Morales y su partida a México le quita a Maduro uno de sus aliados estratégicos más fieles. Venía de una cierta recuperación con los hechos suscitados en México con el triunfo de López Obrador, los estallidos sociales en Ecuador, Perú y Chile, y la derrota de Macri frente al peronista Alberto Fernández, quien va en llave con su aliada Cristina Kirchner en Argentina, sobre todo en momentos en que estimaban que el liderazgo de Guaidó se había estancado.

De allí la importancia de la movilización impulsada por el Presidente de la Asamblea Nacional y Presidente interino de Venezuela, reconocido por más de 56 países, para el 16 de noviembre, donde se demostrará el poder de convocatoria y la fuerza de la oposición como un todo, en esta coyuntura.

Evo Morales al percatarse de sus yerros, tomó un par de decisiones antes de dimitir que alguna influencia tendrá en el círculo político de la dirigencia política venezolana: Convocó a nuevas elecciones, apartando el hecho de que hubiese sido Presidente írritamente promulgado y ordenó la modificación del Poder Electoral. ¿Cómo lo tomará Maduro?

Por ahora y con base en un acuerdo logrado entre partidos opositores minoritarios y el gobierno, han incorporado a la fracción oficialista a la AN, poniendo en entredicho las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia que la acusó de desacato, han puesto en libertad a unos pocos presos políticos y avanzan a la configuración de un nuevo CNE en el seno de la AN.

El resto de la oposición mayoritaria integrada por Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo, ha aceptado esos hechos, sin dar ningún tipo de reconocimiento a quienes impulsaron esa nueva apertura. Gajes de ese oficio. Lo relevante es lo que pase el 16 de noviembre. Digámoslo con una tautología: una buena movilización señalará un camino. Lo contrario otro. Allí veremos hasta dónde llega la brisa democrática de Bolivia.