El 28, la celebración en clave de sol de Inocente Carreño
Bulevar 28/12/2019 07:33 am         


Feliz cumpleaños, Don Inocente



Sentado en un banco de la acera, espera un taxi. Sonríe y agita la melena leonina de siempre, ahora gris;bajo sus arborizados bigotes se escurren su humor y picardía. Su sonrisa es un sí. Acepta viajar juntos desde Plaza Las Américas hasta su casa, la quinta Minolca de El Cafetal, punto de encuentro y referente caraqueño de resonancia magnética:música en permanente ejecución y amigos aproximándose como imantados. Sus 95 son todo un acontecimiento este 2014, como cada 28 de diciembre. 

Desde la mañana sería“un desfile”, como dice entonces su esposa Olga, pizpireta hasta su último aliento. Llegan músicos, por supuesto, y políticos, historiadores, periodistas, gastrónomos, maestros, artistas. Por ejemplo, la jurista Sonia Sgambatti, con la que compartía vecindad; la promotora cultural y critico gastronómica Ivanova Decán; la periodista Luisa Barroso; el historiador Héctor Pérez Marchelli; el musicólogo Alejandro Bruzual, que entonces acababa de terminar una suculenta biografía del maestro. Llega también Daniel Pérez, director del Orfeón Universitario, quien, con una veintena de intérpretes de la señera agrupación,hace su entrada cantando villancicos como es tradición.

Inocente Carreño tiene consigo una bolsita que lleva asida celosamente y sostiene con la mano derecha. Misma mano con la que en la sala de su casa, de repente, como impelido por la música, la que entraña en cada fibra suya, la que parece querer salírsele del cuerpo, sin mediar palabra se levanta con asombrosa presteza hasta ubicarse frente al coro que le canta.De una vez toma las riendas del Orfeón como si se tratara de un designio insoslayable. Es cuando el compositor, arreglista, profesor, además de poeta y periodista en veremos, como dice él mismo, convierte su brazo en la batuta imaginaria que jalona con vigor las notas que pueden respirarse. Las pone a danzar en el aire, las convierte en visibles arabescos. Y les cambia el tiempo. Solo dice: “Más rápido”.

Llena de arte, muchos lienzos tienen el rostro suyo en distintas versiones, lo han dibujado Abilio, Régulo, Zapata;la casa del margariteño y conversador nacido en 1919, el 28 de diciembre, día de los inocentes, e instalado en Caracas desde 1932, es un muestrario de su vida, de sus amistades, de sus afanes. Están también las huellas de sus pares. No cabe duda de que es miembro estelar de la cofradía de creadores cebados en la corriente nacionalista bajo el ala de Vicente Emilio Sojo —Evencio Castellanos, José Clemente Laya, Antonio Estévez, Blanca Estrella de Méscoli, Gonzalo Castellanos, Ángel Sauce, Alirio Díaz—, los alumnos en la escuela de Santa Capilla. 

“Sojo sería también maestro de vida”, dice Inocente Carreño, porque le enseñó no sólo los secretos del arte de la composición sino a ser devoto lector y hombre austero. Uno de sus hijos se llama Inocente Emilio en su honor, y todos, los cuatro hijos del autor de la celebérrima Glosa Sinfónica Margariteña— su obra más difundida al sol de hoy y cuya composición culminaría el día de la Virgen del Valle del 8 de septiembre de 1954—, son músicos, así como los yernos y las nueras, y media familia, reunidos todos por su cumpleaños.

“Y ante Dios, el Creador, devotamente me hinco y una oración le rindo, sumiso y agradecido, por haberme concedido una salud envidiable y un risueño hogar amable,donde sueño y soy querido”, deja libre el verso que ha preparado con afán las últimas horas. Entre el repiqueteo de las tantas llamadas telefónicas recibidas de todas partes del mundo —las ha anotado una a una conformando una lista que es más bien un tesoro— estuvo encerrado en el estudio donde escribió y compuso hasta que comenzó la celebración. Son más que testigos la guitarra, la trompeta y el piano, que permanece con la boca abierta, presto.

Autor incansable, dejaría un rimero de obras por estrenar; confiesa entonces que no sabe por qué solo interpretan un par de sus creaciones. Así lo dice a El Nacional, en una entrevista publicada a la fecha: “Mi música no la tocan, no la cantan, no sé si es que se trata de piezas difíciles, lo cierto es que tengo más de 200 obras para coros que podrían ser de utilidad… pues será cuando me muera”, suspira, “por cierto, también tengo un Réquiem”, añadiría con ironía. El 28 de diciembre de 2014,un lúcido y vital Inocente Carreño leía El Nacional,que aún se imprimía. “Me dedicaron una página completa para mí, imagínate, con la escasez que hay de papel”, deslizaría conmovido.

“Ninguna emoción me es ajena, ninguna le es lejana o fácil de descartar a quien se sienta artista”,dirá el que floreaba, el que piropeaba, el que soltaba con gracia chistes picantes, el que pudo llorar, el que amó, el que sintió que la vida es un privilegio. Un milagro. También un compromiso. No olvidaría, en el año que vivimos en peligro —2014, y el 2017 y todos— a los muchachos que batallan y son ultimados. 

En el poema que lee frente a la torta repleta de velas, una autobiografía y un auto de fe, les dedica una estrofa. “Es un milagro nacer y por eso lo celebro, mas, no olvida mi cerebro siempre en la mente tener, como sagrado deber, que hay presos y exiliados, que todos han sacrificado amigos, hijos y hogar, para este pueblo librar, de vivir como un esclavo. A Dios debemos rogar por los pobres de esta tierra, los que viven en la sierra, los del llano los del mar, que podemos ver brillar, muy pronto sin más demora, la luz de una nueva aurora. Que su fulgor ilumine de la patria los confines, por siempre y a toda hora. Y por hoy yo me despido, hasta el próximo diciembre, con el cariño de siempre, sumamente agradecido”. Ay.

Desarrollaría formas haudinescas para zafársele a la parca, hasta que esta lo alcanza el 29 de junio de 2016. Como dice Mario Vargas Llosa que es como tiene que ocurrir, la muerte lo encontraría vivo y pleno. “Esta champaña la abrimos cuando cumpla los cien”, dijo exactamente hace cinco años. Un pequeño error de cálculo que en realidad no es tal cosa. ¿No es inmortal Carreño, el del apellido musical de abolengo? “Sé que estoy cerca, basta sacar cuentas, pero no tanto, todavía siento que viene más vida, la música me sostiene”. 

Igual, esperanzado y pragmático, cierra el poema con la certeza del fin: “Mi existir ha sido largo, he sufrido y he gozado, sé de lo dulce y lo amargo, y soy feliz sin embargo, por eso sé que mi vida, ya no tiene otra salida, terminar mirando el cielo, antes de iniciar el vuelo, y partir sin despedida”. Recibiría una cerrada ovación mientras los trozos de merengón viajaban en viandas por la estancia. Cada año, más que un quién sabe, un nos veremos. Sigue allí, en su casa que habita la descendencia, en cada nota, en la clave de sol. No será olvidado. 

Por el centenario de su nacimiento, que se cuenta a partir de hoy, su música será interpretada, estudiada, será invocado en certámenes y recitales, y como dice el profesor, guitarrista y organizador del festival Alirio Díaz, Lorenzo Camejo, será su reconocimiento una forma de prolongar su creatividad, donde reside su permanencia.

Vida en la que serían protagonistas sus pájaros, que son naturaleza, a la que tanto ama, —su música es azul, es mar, y también es verde, es hoja—, y son también la música misma, esa tarde se harían notar. La bolsita de papel marrón que lleva con cuidado contiene alpiste. “Lo rocío cada mañana en la ventana, entoncesvienen en bandadas formando una fila feliz de algarabía, llegan cantando agradecidos, y yo con ellos, me dan diariamente un extraordinario concierto, cuando yo solo les convido el desayuno”.

Feliz cumpleaños, don Inocente.







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