Fútbol mundial: fenómenos y petardos
Bulevar 10/01/2020 11:02 am         


Por Hernán Quiroz Plaza: Son más los positivos que los negativos.



Hernán Quiroz Plaza

El año 2019 quedará en el recuerdo por el comienzo de las finales únicas de la Libertadores y Sudamericana y por la toma de liderazgo del fútbol inglés a nivel internacional. También por el desembarco exitoso de entrenadores europeos en América del Sur. Son más los positivos que los negativos. Los repasamos…

El dominio. Del fútbol inglés. Todas las bondades de la Liga Premier se extendieron al plano continental y logró un póker de finalistas: Liverpool venció 2-0 al Tottenham en la definición de la Champions League y Chelsea 4-1 a su vecino Arsenal en la de Europa League. Aplastante supremacía de los inventores del soccer, con un agregado mencionable: metieron 4 representantes sobre 8 en cuartos de final de la mayor de ambas competiciones: Liverpool, Tottenham y los dos Manchester, United y City. Estamos hablando de seis clubes en las instancias cruciales, los seis que componen el llamado “top seis”. Realmente impresionante. Además de lo atractivo de su juego y la perfección de sus torneos, la cuna del fútbol también fue potente, ganadora, lo que le faltaba demostrar.

La marca. El 14 de octubre, en la derrota de Portugal ante Ucrania por 2 a 1, Cristiano Ronaldo alcanzó su gol oficial número 700 en Primera División, una cifra que parece salida de época y, aunque le faltan pocos días para cumplir 35 años, lo impulsa a escalar la cima de los goleadores de la historia. Allí figura como el número uno Josef Bican, delantero austro-checo que entre 1931 y 1955 acumuló 805 tantos. Cristiano ya tiene 713. No parece imposible para él, aunque ya no es la fiera de los 50 goles por año.

El campanazo. Del fútbol ecuatoriano. En febrero se coronó por primera vez campeón sudamericano sub-20 en Chile, luego fue tercero en el Mundial. En noviembre, el modesto Independiente del Valle conquistó la Copa Sudamericana en Paraguay con muchos jugadores jóvenes de su semillero. Un doblete que entrega una reflexión clara: allí surgen valores. Si luego se consolidan o no es otra cuestión.

La potencia. Completamente recuperada, del fútbol brasileño. Primero, la Seleção ganó la Copa América, luego Flamengo se quedó con la Libertadores, los dos títulos más importantes de nuestro continente. Y hace unos días, en su tradicional entrega de cada año, el diario inglés The Guardian eligió Los 100 Mejores Futbolistas del Año, 18 de los cuales fueron brasileños. El país con más representantes.

El clamor. ¡Que haya VAR…! Resistido al comienzo, como todos los cambios, la innovación más importante del fútbol tuvo un año de consolidación. Hay fallas aún, y algún manejo no claro de por qué en ciertas ocasiones no es aplicado, pero es el seguro contra muchos fallos arbitrales, algunos, disparatados. Un ejemplo perfecto de esto, la final del Mundial de Clubes entre Liverpool y Flamengo: en el minuto 91, estando 0-0, el juez sancionó un penal para Liverpool que podía definir el título. No tuvo dudas. En la repetición se vio que ni lo habían tocado al delantero ni estaba dentro del área. El VAR subsanó el error. Hubiese sido espantoso que tal instancia se saldara con un penal inexistente. Para eso creó esta herramienta.

El fenómeno I. De Messi, quien ganó su sexto Balón de Oro y subió el listón a una altura que, de no ser Cristiano Ronaldo (tiene cinco), será difícil que lo alcance otro. Messi logró también el premio The Best, de la FIFA, la Bota de Oro de Europa y fue elegido número 1 por The Guardian, votación en la que participan 239 futbolistas, técnicos y periodistas de 63 países. Messi consiguió por novena vez 50 o más goles en un año calendario. En 2013, su “año malo”, hizo 45. Y ya suma 688.

El petardo I. Philippe Coutinho, fichado por el Barcelona en 160 millones de euros (más comisiones de los agentes), tuvo un fracaso de estruendo y debieron prestarlo por 8,5 millones al Bayern Munich.

El acierto. La final única para los torneos sudamericanos. La de Libertadores entre Flamengo y River, en Lima, fue brillante. A la de Independiente del Valle y Colón la empañó un diluvio. Pero fueron modélicas. Buena organización, prolijidad, intento por jerarquizar y no hubo salvajadas de las barras. Punto alto para Lima, gran anfitriona. “Esto no es Europa, no va a ir nadie”, dijeron millones de voces cuando se anunció la novedad. Las dos finales se disputaron con estadio a reventar.

La tendencia. La llegada, antes inusual, de técnicos europeos a nuestras costas. El portugués Jorge Jesús se coronó por partida doble con Flamengo; el español Miguel Ángel Ramírez cantó bingo con Independiente del Valle. Otro portugués, Carlos Queiroz cumplió con solvencia su primer año en la Selección Colombia. Tales resultados están alentando a otros a considerar esa opción.

El fenómeno II. Definitivo: para Jürgen Klopp, hoy sindicado como el mejor entrenador del mundo. El Liverpool es su obra. Llegó con el equipo en crisis o navegando en la mediocridad. En tres años construyó esta maquinaria en la que sobresalen Firmino, Mané y Salah, pero todas las piezas funcionan como el Big Ben. Compró, promovió y dirigió con excepcional sabiduría.

La dupla. Bruno Henrique y Gabigol, la doble punta de lanza del Flamengo (ambos provenientes del Santos) con la cual conquistó el Brasileirão, batiendo todos los récords históricos en su país, y la Libertadores. Habilísimo y penetrante el primero, potente y oportuno el segundo. Anotaron 78 goles entre los dos. Más importante todavía: juegan a la brasileña.

El petardo II. Que Neymar no estuviera en la lista de los 30 nominados al Balón de Oro 2019. Tampoco entre los 10 candidatos al The Best. Es casi increíble que un talento con tantas posibilidades de llegar al pináculo deje pasarlas año tras año. Quizá le falte la pasión que impulsa a los grandes logros. Solo él tiene la respuesta. Con la técnica sola no basta.

La intriga. También James Rodríguez es el único capaz de responderse, en su fuero íntimo, por qué su carrera no fue más allá de lo que prometió su juego en el Mundial 2014. Otro año inexplicablemente gris en la mejor edad de un futbolista.







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