Luego de la visita de Carlos Gardel a Caracas en 1935, el tango argentino halló sus cultores criollos más conocidos en Rafael Lanzetta, Rafael Deyón y Esnaldo Ávila, y su “cultora” en Ginger Alba; años más tarde también tuvo su escultora: Marisol Escobar.
Su obra, que fue ubicada en Caño Amarillo, constaba de Gardel acompañado de sus dos guitarristas y un perro, tal vez simbolizando la fidelidad de sus admiradores (como el perrito Nipper del sello RCA Víctor). Lamentablemente, nos vemos precisados a reportar que los amigos de lo ajeno desmantelaron la estatua, dejando a un Gardel solitario, pues los vándalos que comienzan a proliferar en Caracas, cargaron con los dos guitarristas y, como si fuera poco, ¡también se llevaron al perro!