Fútbol En Cuarentena
Bulevar 09/04/2020 07:00 am         





Hernán Quiroz Plaza

Somos peregrinos del buen fútbol, vemos muchos partidos, muchas veces soportando unos tediosos y otros cero a cero hasta hallar uno bueno, podria ser un Real Madrid 2, FC Barcelona 6, quizás un clásico venezolano Caracas FC vs. Deportivo Táchira definiendo un título. Ahora el coronavirus nos ha rebajado a una categoría inferior: somos apenas andariegos del fútbol, a secas.

En esta veda futbolera (sí, ya sabemos que lo más importante es la vida, porque, entre otras cosas, sin la vida no podemos ver fútbol) penamos en el encierro de nuestros hogares sin encontrar siquiera un partido de Europa League entre el Copenhague FC y el Basaksehir turco. Nada, la desolación más absoluta. Ni fútbol a puertas cerradas, que es como una dieta sin sal.

Nunca le había pasado a este deporte, ni en las guerras mundiales, pues en esos casos solo cancelaron sus torneos los países involucrados, el resto del mundo siguió disfrutando. ¡Y cómo…! En 1916, en el mismo momento en que tres millones de soldados se masacraban en la Batalla del Somme (una de las peores tragedias bélicas de la humanidad), de este lado del Atlántico multitudes acudían fervorosas a la celebración de la primera Copa América. En cambio, el coronavirus es una desgracia global, paralizó todo.
El fútbol es la más importante de las cosas menos importantes; frase del exfutbolista Valdano. Coincidimos, pero de fútbol somos, nos gusta, lo extrañamos. Más estando en cuarentena. ¿Por qué nos apasiona tanto…? Misterio insondable. Nació con la popularidad bajo el brazo. Ya en 1902, en el primer partido internacional en América, Uruguay 0, Argentina 6, mil argentinos cruzaron en barco el ancho Río de La Plata para ir a alentar a los suyos. Unos locos entusiastas. No obstante, nada puede compararse a la final de la Copa Inglesa de 1923, la célebre “final del caballo blanco”, en la que el Bolton Wanderers derrotó 2-0 al West Ham. Estaba en pleno auge el Imperio británico y se inauguraba el fabuloso estadio de Wembley. Acudió el rey Jorge V, encargado de entregar la copa. Trescientas mil personas enfervorizadas desbordaron e invadieron el coloso, entrando hasta el mismo campo de juego. Sobre el césped, un policía montado en un caballo blanco tiraba atrás a la multitud; fue portada de los diarios de la época.

Nos quedamos con un fútbol verbal, de anécdotas, palabras y recuerdos, sin juego. ¿Cuál es la tribulación…? El fútbol nos permite vivir mejor, con ilusión, con una alegre expectativa, nos entretiene y nos apasiona hasta lo inexplicable. Han pasado 15 años y aún nos retumba una frase de Tabaré Vázquez, entonces presidente del Uruguay: “Es algo muy triste, pero la vida sigue”, dijo. ¿A qué se refería…? ¿A una pérdida de vidas, a una gran derrota diplomática, a la guerra…? No, a la eliminación de Uruguay a manos de Australia del Mundial 2006. Esa derrota generó una honda pesadumbre nacional. En ese momento, un periodista uruguayo del rotativo Últimas Noticias nos lo graficó en cuatro palabras: “Montevideo es un cementerio”.
¿Por qué tanto? Porque en un país donde la gente sufre estrecheces económicas, ir al Mundial representa una esperanza, una alegría nacional, un motivo de orgullo, estar ahí, que te nombren, que toquen tu himno, que flamee tu bandera. Y además porque el fútbol ha tomado una dimensión humana tan abarcativa que ya comprende a todo el arco de la sociedad. No hay indiferentes a los acontecimientos que marcan la historia del futbol. Lo llevamos muy adentro. Recordamos también el orgullo que afloró en el 5-0 de Colombia a Argentina, cuando después de los tres pitazos, ipso facto, un país salió atropelladamente a las calles a gritar una alegría pura, una euforia genuina. O cuando terminó aquel partido con Uruguay y Ecuador explotó en llanto por su primera clasificación a un Mundial. Cuando de emoción se llora, el fútbol lo sabe.

Está quien desea creer que el fútbol es un gigantesco negocio. Y lo es; sin embargo, cuando el balón empieza a rodar, lo externo no cuenta, ahí decide la pelota, ella elige a quien la utiliza mejor. Este juego les cambió la vida a aquellos que son miembros de la selección de no videntes, a los que participan en las Olimpiadas Especiales, al señor que fue durante 59 años (sin cobrar) la voz del estadio en el Camp Nou del Barcelona y en casi seis décadas se perdió apenas tres partidos. Al estadígrafo que dedicó su vida a llevar las planillas con los goles, expulsados y penales; al señor que es juez en los partidos de infantiles, al chamo que no duerme de la emoción porque mañana será alcanzapelotas en un partido importante. Al que espera toda una semana para ir a una tasca y compartir con los amigos, o el desafío con los compañeros de la fábrica o la oficina. El fútbol es un producto tan unánime como el amor, y no hay nadie que abjure del amor. A veces nos olvidamos lo maravilloso que es y que puede ser. Sobre todo, cuando no lo tenemos.







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