Orígenes de la Popularidad del Magallanes
Bulevar 10/05/2020 07:00 am         


Una copa marcó el destino del equipo hace más de 90 años



Por Javier González


Son muchos los seguidores del Magallanes que aún se preguntan de dónde proviene ese fanatismo enfermizo, esa gigantesca popularidad de la que goza el equipo en toda la geografía nacional, incluso en otros países. La respuesta está, aunque usted no lo crea, en una copa que llevaba por nombre “Las tres lunas” y que hoy, por fortuna, forma parte de las valiosas reliquias históricas que conserva hoy, en sus oficinas de Valencia, la directiva del club.

Desde que Magallanes reapareció en los escenarios beisbolísticos de Caracas, en julio de 1927, tras casi 10 años durmiendo el sueño eterno en las profundidades del mar, sus directivos se fijaron un ambicioso objetivo: derrotar a los tres grandes clubes del oeste caraqueño, es decir, de Catia: Miranda, Sucre y Los Muchachos. Titánica labor la que comenzaron a desarrollar entonces hombres como Antonio Benítez, Eduardo Kalil, Napoleón Caglianone y los hermanos Dimas, Juan y Luis Carratú.

En 1928, tras cumplir un año dando tumbos en los campos de la pelota amateur; ganando algunos partidos y perdiendo muchos, sin lograr jamás, siquiera, una picadita de ojo de algunas de las tres novenas de mayor prestigio en toda Catia, pues Miranda, Sucre y Los Muchachos nunca aceptaron jugar contra ese equipucho, el presidente del Magallanes, Eduardo Kalil, decide llamar la atención de los comerciantes de la zona con el único objetivo de buscar patrocinio para obtener algún dinero que le permitiese contratar jugadores con mayor talento, en especial, un lanzador que le garantizara al menos tener un desempeño decoroso en el terreno de juego.

Fue entonces cuando Kalil organiza un gran sarao para conmemorar el primer aniversario de la reaparición del equipo. “El programa contemplaba diferentes festejos matutinos: béisbol, ternera, música, mujeres, flores y vinos.”

El jueves 7 de julio de 1928, en el Stand del Centro de la avenida Sucre, el cual servía de sede al equipo magallanero, se llevó a cabo la velada. “Hubo almuerzo campestre: humeante ternera, rechonchas hallaquitas, grandes tortas de casabe, picante guasacaca y confortable guarapo. No podían faltar las botellas de Johnnie Walter y el sifón de cerveza El Águila. En medio de los festejos, saltaron al terreno los equipos A y B del Magallanes, que deleitaron a la concurrencia con buen béisbol.”

En la noche, en la sede del equipo, ubicada entre las esquinas de Bolero y Buena Vista, se efectuó un bello y elegante baile que le puso fin, poco antes de salir el sol, a los festejos del primer aniversario del equipo. Allí, entre hermosas mujeres y sabrosos ritmos, se concertó una serie de dos partidos contra el poderoso y afamado conjunto catiense del Miranda. Los encuentros se realizarían el 29 de julio y el 5 de agosto en el estadio del Miranda. El ganador de ambos desafíos se haría acreedor de una bella copa, donada por el señor Lucio Perdomo, propietario del bar Las tres lunas.

Era la primera vez en su corta historia que el Magallanes tenía la oportunidad de enfrentarse a un equipo con gran reputación en la zona de Catia. El Miranda representaba entonces al sector de Caño Amarillo y era considerado el amo y señor de esa parte del oeste caraqueño.


Estadio Los Samanes en El Paraíso - 1917 


La conquista del oeste

Conciente de que esa era la gran oportunidad del Magallanes para aspirar a mayores retos, como, por ejemplo, medirse a los otros dos grandes conjuntos de Catia (Sucre y Los Muchachos), Kalil convocó a una reunión urgente al resto de los directivos del club con el único fin de reorganizar el equipo e iniciar cuanto antes los entrenamientos. Entre los nuevos peloteros contratados por la novena turca, figura un joven de nombre Francisco Alvarado que, a decir de muchos, era tremendo pitcher. También se hicieron de los servicios de un campocorto y un receptor. Ambos recomendados por Juan Carratú.

Justo una semana antes de su primer encuentro contra el Miranda, Magallanes viajó a Santa Lucía para enfrentarse al representante de esa localidad. Los turcos salieron airosos 5 carreras por 0, gracias al hermético pitcheo del joven Alvarado, quien apenas toleró dos incogibles en los siete innings que duró el partido, suspendido luego por un torrencial aguacero.

Luego de casi un mes de preparación, llegó el tan ansiado día de la confrontación. El domingo 29 de julio, a las 10 y 30 de la mañana, se inició el primer partido de la “serie de las dos emes” (Magallanes-Miranda), como la llamó el cronista del diario El Sol. El cotejo resultó toda una sorpresa para los engreídos mirandinos, que recibieron una avalancha de palos; 31 a 2 terminó el juego a favor de los muchachos de Camino Nuevo. El joven Alvarado estuvo inmenso esa mañana. A penas permitió cuatro hits y las dos carreras que le anotaron, fueron sucias. A hora tan un solo triunfo separaba al Magallanes de la conquista de su primera copa en la historia del club.

El domingo siguiente, más de dos mil personas cancelaron dos bolívares para ver al Miranda vengarse de la humillación que le propinó el equipuchomagallanero. La sorpresa fue grande. Hasta llanto hubo. Magallanes apaleó nuevamente al equipo de Caño Amarillo, esta vez 20 por 5, con Alvarado nuevamente en plan grande desde el montículo. La fiesta fue grande en Camino Nuevo. Jugadores, directivos y aficionados celebraron la victoria bebiendo hasta al amanecer en el bar Las tres lunas. Al día siguiente, la farra continuó en las mesas del mismo botiquín (Back Stop) que vio nacer el equipo, el 26 de octubre de 1917, en Camino Nuevo.

El triunfo magallanero alborotó el cotarro beisbolístico de Catia. Los equipos Sucre y Los Muchachos salieron inmediatamente a retar al Magallanes públicamente.

No cabía duda alguna de que la obtención de la copa “Las tres Lunas” había estremecido a Catia y había puesto al Magallanes en el camino hacia la gloria. Llegó la hora, dijo Kalil, al tiempo que le informaba s sus jugadores que había concertado un partido con el Sucre para el 2 de septiembre y otro con Los Muchachos a jugarse el 10 del mismo mes y en el mismo escenario: el recién inaugurado estadio San Agustín.


Stand de Base Ball Caracas - circa 1918


Rumbo a la gloria

El domingo 2 de septiembre de 1928, el ambiente en Catia estaba caldeado. Desde muy temprano en la mañana, centenares de personas caminaban por la avenida Sucre rumbo al estadio San Agustín para presenciar el encuentro entre los jóvenes de Paguita y Camino Nuevo. Era un partido donde se decidía la supremacía de Catia, el equipo más bravo del oeste caraqueño. El Sucre era el club que aglutinaba el favoritismo de los pobladores de esa zona de la capital. Y con toda razón, pues contaba con bateadores de alto calibre, pero que, desafortunadamente, frente al estelar pitcher magallanero no pasaron de ser unos pistoleros de carnaval. Alvarado dominó fácilmente a los toleteros sucrenses, mientras que sus compañeros bombardearon con toda clase de misiles a los tres serpentineros que desfilaron por el montículo del representante de Paguita. Magallanes ganó 14 por 4, demostrando así que era el genuino representante de Catia. Sin embargo, aún faltaba pasar otro caudaloso río en Caño Amarillo: Los Muchachos, que, al igual que el Miranda, representaban a ese sector de la capital.

El domingo 10 de septiembre, una gigantesca muchedumbre se dio cita en el parque agustino. La inmensa mayoría de ellos provenientes de Catia. Todos querían ver con sus propios ojos si era cierto que el equipo de Camino Nuevo era tan bueno como se decía y como había lucido en los encuentros anteriores. Al concluir el partido, los espectadores se convencieron de lo bueno que era el Magallanes y desde entonces lo acogieron como su equipo. Fue tal el fanatismo que despertó este club entre los catienses que, a partir de ese momento, comenzaron a asistir en masa a los juegos portando la bandera del equipo y vestidos con franelas color chocolate, similar al uniforme de la novena turca. La pasión que provocó Magallanes en toda esa parte de Caracas fue algo verdaderamente insólito, increíble como dijo un cronista de El Nuevo Diario quien, además, en la edición del 11 de septiembre de ese año 1928, comenzó a denominar al equipo magallanero como los “los ídolos de tres parroquias: Caño Amarillo, Paguita y Camino Nuevo.”

Esa idolatría se extendería luego a otras zonas de Caracas, como Sarría, y luego por toda la geografía nacional. Claro no fue una tarea fácil, pero si se quiere muy rápida, pues para 1933 no había rincón del país que el nombre Magallanes no fuera sinónimo de béisbol. Tal como lo sigue siendo ahora. De tal manera que esa copa de las Tres Lunas tiene un significado muy especial en la historia de esta divisa. No en balde, su actual directiva la conserva como una reliquia de invalorable valor histórico y sentimental. En ella están las raíces de su popularidad y, por qué no, la suerte del club.





Imágenes tomadas del libro:
Magallanes Contra Viento y Marea: 100 años de Historia, 1917-2017 por Javier González y Carlos Figueroa R.
Biblioteca Digital Banesco
https://www.banesco.com/somos-banesco/colecciones/patrimonio/magallanes-contra-viento-y-marea-100-anos-de-historia-1917-2017-2







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