Cómo intentar comprar en Petare durante la cuarentena y no morir en el intento
Bulevar 12/05/2020 07:00 am         


Acordonado, Petare no se clausura, no del todo. Tiene más de 500 mil habitantes, como Puerto La Cruz. Tiene de todo, caos y maravillas.



Por Silvia Gómez Rangel


He seguido con la rutina de salir cada 8 o 10 días para comprar sólo lo preciso y necesario. Y la necesidad de los últimos días se enfoca en conseguir no víveres, aunque trataré de estirar el ¿presupuesto? Lo cierto es que mi travesía tiene un objetivo: adquirir un par de productos que se han convertido en mercancía escasa y resulta complicado, cada vez más, hallarlos: gas para cocinar y agua para sobrevivir. Cocinar implica tener dónde y al no funcionar el horno decidí volver al barrio Unión para hacer que lo revisaran luego de que fue reparado y no funcionó mucho tiempo. Pensé que la garantía de un pago nada económico debía prevalecer. Servir de algo.

En una salida anterior en la cola de Mesuca para tomar el transporte de regreso había entablado una conversación con una vecina muy conocedora de los procesos domésticos de la comunidad, como la entrega de la bolsa CLAP, la llegada del gas y el día de mercadito de verduras y vegetales.

La vecina me indicó a quién debía recurrir para conseguir el gas: tenía que contactar a algún miembro del consejo comunal de mi calle. Resultó ser mi vecina del edificio. Quien luego de contarle mi situación con el suministro de gas me anotó en una lista, ay las listas, y me indicó que sólo aceptaban efectivo. Ajá. Y que el gas llegaba en los días siguientes… sin una hora determinada por lo que debía estar pendiente.Pendiente estamos hace tanto tiempo.

Pude conseguir, con cierta dificultad, claro, el efectivo, no mucho por lo escaso en vista de la contingencia de la pandemia. El día pautado por mensaje de texto a los vecinos llegó y llevé al lugar que me indicaron la bombona marcada como un cuaderno del colegio. Al final de esa misma tarde pude tener mi bombona recargada. El ruleteo, la espera, la incertidumbre, o sea, cumplidos los requisitos. Gloria a Dios. 

El siguiente milagro que aún espero sea realizado es el del agua en las tuberías… mes y medio y muchas limitaciones domésticas entre otras cosas. Sueño con un prolongado baño en la ducha. ¿Mucho pedir? ¿Cuántos se bañan así en Caracas? ¿Se trata de un privilegio? ¿La escasez es por un trabajo o falta de mantenimiento, negligencia, desdén?
Sigamos. Falta el agua para el baño con totuma y, claro, la de tomar. ¿Cómo hervía sin gas? En Guaicoco, donde vivo, no se consiguen botellones ni garrafas de agua potable pues la mayoría de los negocios solo ofrecen resfrescos y jugos… Ah, y en la lista está subrayado y resaltado comprar comida para mis gatas. Cada cosa una odisea.

La primera parada al bajar después de pasar por el barrio Unión fue para preguntar por comida para mis gatas. Nada. Aun no nos llega el pedido. Suerte de peregrinación, ya en Petare, en los predio de la Redoma, vislumbro que a un paso del puente de Baloala están vendiendo. ¡Albricias! Finalmente la ansiada gatarina. Por qué es un albur, porqué tanta incertidumbre, quién sabe. Luego de preguntar por tomates para una salsa, luego de emprender el regreso por la subida de El Cerrito, luego del cansancio por cargar a pulso la bombona, me enfilo por el trayecto que ya me es conocido. Siempre he tenido que ver con Petare. He trabajado en el Centro Histórico. Por tanto recorrí a trancos bastante rápidos. 

Claro que flota más que la nata, como vaho que quita el aliento, el olor de la guerra, la angustia por las tensiones que se viven en Petare. De un taller mecánico, uno de los tantos que proliferan en la bajada tanto de Mesuca como del barrio Unión, además de ruidos de martillazos, emanan con el tufo a aceite quemado, comentarios diversos sobre lo que pasa en la zona, lo que truena, lo que conmueve a medio mundo. José Félix Ribas es un tema ineludible para los lugareños de todos los sectores, arriba, abajo. 

Uno de estos mecánicos alega que cómo es posible que el gobierno haya montado un show con los supuestos golpistas mientras en José Félix ya suman una semana cayéndose a plomo, que cómo es que no habían enviado ni un guachimán para ver qué pasa, y de pronto llega la policía, el ejército, las Faes, todos.Le queda claro que quienes mandan son los que tienen las armas… los vecinos, y de sobra. Bueno le dice el otro, el gobierno también.

Una chica de muy buena figura, salta a la vista por la muy escueta vestimenta,viene bajando apenas protegida con un precario tapabocas, también pequeño como el resto del atuendo, acaso para no opacar sus encantos ni su maquillaje. Del otro lado de la acera, de entre un grupo de muchachos que forman reunión, sale uno a gritarle Mirenita todo ese tapabocas es tuyo. Risas entre los transeúntes y los subsecuentes silbidos y piropos muy subidos de tono. No volteo para ver la reacción de la chica, debo seguir.

Lo que si veo en el horizonte es al barrio José Félix Ribas, el prócer que murió descuartizado ¡y su cabeza fue frita en aceite hirviendo!, y pienso en lo que he escuchado al bajar: que tal vez sus vecinos tengan hoy otra noche de zozobra. Pienso en el gran poder de los pranes que allí hacen vida y su gran arsenal y pienso en que muchas historias, las que sigo escuchando en el bus durante el regreso, han de ser ciertas. Sobre el que protegieron, sobre aquel que mataron, y que qué ocurrirá, si serán olvidadas, si se producirá un cambio, si serán recordadas como mitos urbanos. 
 
Lo cierto es que el barrio de caos y afanes parece patas arriba en la somnolencia disimulada de la gente, en la sensibilidad del estremecimiento al primer cornetazo, en los videos que circulan, unos tan desalmados, otros tan fuertemente armados.Como dice Joaquín Sabina, “no hace falta nada extraordinario ni especial para volverse loco, basta con vivir con la angustia de todos los días”







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