El cine, pal techo y sin besos
Bulevar 19/06/2020 07:00 am         


En Petare, el cine platabanda llegó para quedarse



Mientras Hollywood espera que llegue el día en que puedan anunciar el estreno de un puñado de películas que tienen listas, éxitos seriales y más de lo mismo que le garantizará suculenta taquilla, Mulan, La mujer maravilla, Batman, Avatar, Rápidos y furiosos 9 —la infinita saga de piques y picados, cauchos que echan humo y tipos que necesitan pisar el acelerador para confirmar su virilidad—, y las salas, ahítas de energía corporal y de ruiditos de bolsitas, permanecen vacías, los cinéfilos y los colectivos buenos, en alianza con distribuidoras comprometidas con la ciudad, se organizan para ver pelis más allá de las pantallas ya convencionales de sus tabletas o teles.

Entonces sacan de la chistera opciones archivadas por la nostalgia. Vuelven los autocines como suceso urbano. Las alcaldías, como cazadores, así como cavan rastreando agua para los ciudadanos, en la superficie buscan espacios que puedan ser acondicionados para que regresen las familias, los amigos, las parejas a ver cine desde los asientos de ese ¿antiguo? símbolo de estatus, el auto, que estacionaba en hileras de puestos demarcados por una red de cornetas de largos cables que acercabas hasta tu ventanilla para no perder detalle de los diálogos.

Mientras, en Petare, tiene lugar la buena nueva del Cine Platabanda. Cine desde la ventana. Ya es una realidad que conmueve a Caracas y medio mundo el espectáculo del séptimo arte, que se sube al techo. La gente creativa del circuito Gran Cine siempre ha tenido el don de la ubicuidad: organiza un festival de cine underground en el Trasnocho a la vez que proyecta en la pantallota portátil Coco en el barrio La Cruz de Bello Campo con la gente de CCS-City y un público cautivo, ojitos atónitos, desde que empieza a inflarse la pantalla. Con la alcaldía de Chacao hicieron una proyección en el balcón de un edificio de Los Palos Grandes que podía verse desde los otros balcones, terrazas, ventanas cercanas. Una subtrama de la cuarentena. Lo de Petare es menos circunstancial y más conmovedor.

El Cine Platabanda llegó para quedarse. Cada quince días, en el inmenso barrio caraqueño —en realidad es una ciudad de 500 mil habitantes— donde hace poco dos bandas se midieron a tiros para ganarse el reconocimiento como la guapetona a cargo, mala noticia durante una semana, los afectados, el resto, los tantos que no tienen que ver con delincuencia, abusos o comercio ilegal pero igual les salpica la violencia y su sambenito, decidieron brindarse algo mejor que ver.

Territorio también de solidaridades que tuercen prejuicios y de iniciativas que han formado corales y grupos de teatro premiados en festivales internacionales, reconquistado escaleras y fachadas con la legitimización del color y rescatado espacios para convertirlos en plazas para el reencuentro, con el apoyo de creadores del arte urbano, oenegés y hasta embajadas, inventaron este proyecto del Cine Platabanda, películas para ver en función de las siete, todos atentos desde sus ventanas a lo que ocurre en una pantalla ubicada en un techo equidistante, allá. Ha sido un éxito. Anuncian la peli y puntualmente Petare es, durante dos horas seguidas, solo el murmullo de una banda sonora. La niña que sonríe, el hombre que intenta, la pareja que baila, los dos que se besan. No se espera sino lo mejor de este gesto de acupuntura social.

Buen plan para neutralizar al pran, lo que si será, por cierto, una escena para la imaginación en el cine que vendrá, sea que se proyecte en techos o salas, serán esos dos que se besan. Asuntillo icónico los besos de película, que hasta categorías ha tenido —el de Tobie Macguire y Kirsten Dunst en Spiderman se consideró entre los mejores de la década— no se verán manifestaciones románticas ni escenas de sexo hasta que aparezca la vacuna contra el coronavirus. Tales escenas serán solo producto de la imaginación del espectador, han sido borradas de cada nuevo guión.

El coronavirus impuso el tapabocas, imposible intentar tan siquiera el roce de dos labios, ni de embuste, vaya con el Covid 19, que hasta moralista y macartista es. Los equipos de actores y técnicos que conviven un mes seguido filmando en distintos sets serán un cónclave aislado, en cuarentena pues, que grabará sin roces y manteniendo las distancias.

Curioso. Unos echarán en falta historias de cama con camas, pero otros adoran antes de irse a dormir en las suyas, como sean estas, lo que ocurre en los techos. Techos que hasta los caraqueños más devotos de la tradición celebran que no sean rojos.

 

—FNL






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