12 Hombres Sin Piedad
Bulevar 20/09/2020 08:00 am         


Sidney Lumet, nació en Philadelphia en 1924 y falleció en Nueva York en 2011. Uno de los directores más representativos de la generación de la televisión cuya edad de oro fue de 1953 a 1957



Por Francisco A. Casanova

SIDNEY LUMET (1924–2011)


Jurado 8: (Henry Fonda): Siempre es difícil mantener los prejuicios personales fuera de algo como esto. Y en cualquier lugar que te encuentres, los prejuicios siempre obscurecen la verdad. No sé realmente cuál es la verdad. Supongo que nadie lo sabrá nunca. Nueve de nosotros ahora parece sentir que el acusado es inocente, pero estamos especulando con las probabilidades, podemos estar equivocados. Puede que estemos intentando dejar libre a un hombre culpable, no lo sé. Nadie puede realmente. Pero tenemos una duda razonable, y eso es algo muy valioso en nuestro sistema. Ningún jurado puede declarar a un hombre culpable a menos que esté seguro.

En un concurso organizado por el Consejo General de la Abogacía Española en 2012, para escoger las 10 mejores películas jurídicas de la historia del cine, las seleccionadas fueron: 12 hombres sin piedad, Sidney Lumet, 1957; Matar a un ruiseñor, Robert Mulligan, 1962; Testigo de cargo, Billy Wilder, 1957; The Shawshank Redemption, Frank Darabont; Algunos hombres buenos, Rob Reiner, 1992; En el nombre del padre, Jim Sheridan, 1993; Philadelphia, Jonathan Demme,1993; The Firm, Sydney Pollack, 1993 (EE.UU.); El verdugo, Luis García Berlanga, 1963 y Anatomía de un asesinato, Otto Preminger, 1959. Uno de los seleccionadores, el prestigioso abogado español Antonio Garrigues Walker, comento: “el cine americano es sin duda el que más ha aportado a un mejor conocimiento del sentido de lo jurídico en la vida ciudadana y lo ha hecho con razonable honestidad y sentido ético. (…). El mundo anglosajón es el que ha transmitido a la humanidad con más eficacia el valor de las garantías y los principios jurídicos esenciales y la cultura del common law. De las películas seleccionadas la que más me impactó fue “Doce hombres sin piedad”. Esta película fue dirigida por Sidney Lumet con guion de Reginald Rose (1920–2002). Su año de realización fue 1957, una época de bienestar y crecimiento en EEUU.

Es una de las películas más reverenciadas del cine de juicios y de todo el cine jurídico, en la que el jurado es el protagonista colectivo y en la que se manifiesta como en ninguna otra la dificultad de un juicio. Durante hora y media la película se desarrolla en una sala de jurados en una tarde calurosa de Manhattan y en esa sala está representada la sociedad norteamericana de los 50,s a través de un grupo de 12 personas compuesto por: arquitecto, publicista, corredor de bolsa, jubilado, enfermero, pintor, cajero de banco, trabajador de la construcción, coach en una secundaria, vendedor, obrero, dueño de taller mecánico, los cuales debaten el destino de un joven acusado de asesinar a su padre. La película no nos muestra nada del juicio en sí, excepto las instrucciones del juez al jurado. El espectador no ve al fiscal ni al abogado defensor, y se entera de las pruebas y argumentos de segunda mano, a través del debate del jurado. Por lo tanto, es una película de jurado. En otra perspectiva, el mismo Sidney Lumet dirigió en 1982 una excelente película llamada Veredicto (The Verdict) con Paul Newman, donde Lumet despliega magistralmente todo un juicio por mala práctica médica donde el espectador observa el juicio a través de la visión del demandante, de la defensa y del juez, mientras que, en 12 Hombres sin piedad, el espectador tiene la visión del jurado. En el primero ve las pruebas como se construyen y se presentan y en el segundo ve como se discuten y se argumentan. En12 Hombres sin piedad, nunca se dice si el acusado es inocente o culpable. Se trata de si el jurado tiene una duda razonable sobre su culpabilidad.

Al empezar su deliberación, once de los doce miembros del jurado coinciden en apreciar la culpabilidad del acusado; un caso claro, parece y uno de ellos esta apurado por llegar al juego de baseball. Cada jurado juega diferente rol, el cual permite identificar o hacer visible su personalidad, siendo el jurado numero 8 (Henry Fonda) con una brillante actuación, el único que muestra interés por resolver la situación del joven. El dice que no está seguro que sea inocente, pero es probable que no sea culpable, siendo el único con un punto de vista diferente en cuanto a las pruebas y con sus argumentos genera la duda con respecto a la opinión que tenían los otros jurados. Lumet va armando su juego de personajes, el ambiente se va caldeando y la intolerancia aparece. "Es un caso abierto y cerrado", dice el Jurado No. 3 (Lee J. Cobb). Se aportan argumentos y contraargumentos, en el debate, y gracias a Fonda, aparecen datos ocultos para todos o casi todos, y del diálogo tenso, poco a poco, va surgiendo una decisión razonable. Al final sólo un miembro del jurado defiende la condena, mientras los otros once, tras un giro tan espectacular como radical, votan la absolución. Henry Fonda, en una magistral actuación va delineando y razonando toda una argumentación que genera una duda razonable que impide llegar a una conclusión indubitable acerca de la culpabilidad del acusado.

La historia se basa en una obra de teatro para televisión de Reginald Rose, convertida en película por Sidney Lumet, con Rose y Henry Fonda como coproductores y financistas. Fue el primer largometraje de Lumet, aunque tenía mucha experiencia en televisión, y la fotografía fue realizada por el veterano Boris Kaufman, cuyos créditos (On the Waterfront) muestran una habilidad para tensar la tensión en los intercambios de diálogos. Hay una combinación perfecta entre dirección, guion, actuación y fotografía. El blanco y negro le da la atmosfera apropiada a la sala, el movimiento de cámaras, la entrada y salida de los actores alrededor de la mesa de deliberación y en especial un reparto superlativo con: Henry Fonda, Martin Balsam, John Fiedler, Lee J. Cobb, E. G. Marshall, Jack Klugman, Edward Binns, Jack Warden, Joseph Sweeney, Ed Begley, George Voskovec y Robert Webber.

Un elemento fundamental de la película es como se administra la justicia en Estados Unidos a través de un jurado y la heterogénea composición de este. Un sistema en el cual la presunción de inocencia requiere que para que el acusado sea declarado culpable, no se pueda derivar ninguna otra explicación lógica de los hechos alegados por la fiscalía, aparte de que el acusado haya cometido el delito. No debe haber ninguna duda razonable en la mente del tribunal de que existe la culpabilidad. El juez instruye al jurado con estas palabras: ““Prueba más allá de toda duda razonable es aquella que los deja firmemente convencidos de la culpabilidad del acusado. Hay pocas cosas en este mundo que nosotros conocemos con absoluta certeza, y en los casos criminales la ley no requiere pruebas que superen toda posible duda. Si basados en su consideración de la evidencia, ustedes están firmemente convencidos que el acusado es culpable de los cargos, deben hallarlo culpable. Si, por otro lado, ustedes creen que hay una posibilidad real de que no sea culpable, deben darle el beneficio de la duda y encontrarlo no culpable”. El Profesor puertorriqueño Ernesto Chiesa Aponte dice: “La prueba más allá de toda duda razonable no significa certeza absoluta ni certeza matemática; es suficiente la convicción o certeza moral en un ánimo no prejuiciado”. Y es ese ánimo prejuiciado el que explora Sidney Lumet durante toda la película, al presentar a cada jurado en función de sus personalidades, antecedentes, ocupaciones, e inclinaciones emocionales.

Con una gran maestria, Sidney Lumet, logra representar a través de una situación microgrupal un gran problema de nivel macrosocial que, además, está en el origen mismo de la condición humana, la moral y la ética social. Se trata de cómo los prejuicios, los intereses y las influencias del pensamiento preponderante de la sociedad ejercen una gran presión sobre el individuo a la hora de juzgar y tomar una decisión sobre otro, y que, por las evidencias, sólo aparentes, cree actuar con certeza de justicia hasta que aparece “una duda razonable”. Una duda que no siempre tiene la suerte de ser lo suficientemente atendida, pero cuando logra que los individuos reflexionen, tal reflexión no sólo los llevará a replantear el problema mismo, sino que además los llevará a un verdadero análisis retrospectivo y a cuestionarse sus propios valores morales. (Esther C. García-Tejedor). No se demuestra la inocencia del joven, lo que se demuestra es el conjunto de prejuicios que condicionan una apariencia de culpabilidad, de los cuales hay que desvincularse para juzgar fríamente si hay pruebas consistentes, no meramente circunstanciales. La película va enseñando a través de los jurados, los factores que intervienen o alteran de algún modo la formación de un juicio: los prejuicios, los intereses, la influencia del pensamiento de la sociedad, de la opinión ajena y la apariencia.

Hay varios jurados que particularmente impactan en el desarrollo de la película: el Nº3 Lee J. Cobb (1911–1976), el iracundo. Se enteran que su hijo le abandono. Delata la vinculación de su criterio a sus sentimientos, o resentimientos personales desde el principio. Su meta inconsciente es condenar a su hijo simbólicamente a través de la condena del joven acusado. Sin embargo, su liberación vendrá precisamente de donde menos lo esperaba: cuando la presión del entorno social, el resto de los miembros del jurado, le hace ver que su lucha ha acabado, todo el torrente de dolor que lleva dentro explota y hace que se derrumbe. Henry Fonda al ponerle el saco le muestra su comprensión y apoyo, haciendo que abandone la sala. El N.º 4, E.G. Marshall (1914–1998), corredor de bolsa. Este personaje se atiene con frialdad y desprendimiento a lo que le dice su razón, y es capaz de cambiar de opinión sin titubeos cuando, sólo por la fuerza de los argumentos, tiene una duda razonable. Su juicio no depende de nadie; no busca simpatías ni antipatías, ni se perturba por las que pudiera inspirar. El N.º 5, Jack Klugman (1922–2012). El que se crio en un suburbio. Un hombre honrado que ha luchado por salir adelante con honestidad; no aparenta haber alcanzado un puesto de importancia en la sociedad, pero conserva la dignidad ante su propia conciencia. Su pasado ayuda a afianzar la duda razonable, al explicar el manejo de las navajas por quienes están habituados a ello. El Nº 7, Jack Warden (1920–2006). El que tiene entradas para el partido de béisbol. No tiene el menor interés por el resultado. Su única preocupación es permanecer el menor tiempo posible. Es el egoísta que elude responsabilidades. Y por supuesto, el Nº 8, Henry Fonda (1905–1982). El principal protagonista. Arquitecto. Inicia el debate, señalando el deber de hablar, con templanza y racionalidad. Se enfrenta a una sociedad representada en esos 12 personajes, hostil, diversa, aferrada a sus propias visiones del mundo y sus hábitos de conducta y juicio. Este jurado No. 8 tiene independencia de criterio y firmeza en sus convicciones. Discrepa serenamente con todos, es provocado e insultado, soportando esos ataques sin perder la calma. No se trata sólo de que se guíe por su razón y el análisis objetivo de los hechos, actitud que también tiene el corredor de bolsa. Es también un hombre de ideales. Cree en la justicia, se siente en la obligación de llevarla a cabo.

12 hombres sin piedad, se mantiene fresca y vigente. Recientemente, Netflix estreno la serie Belga, “The Twelve/ De Twaalf”, que se desarrolla en Ghent capital de la provincia de Flandes Oriental en la Región Flamenca. En dicha serie un jurado tiene a su cargo decidir el destino de una mujer acusada del asesinato de su hija y de su mejor amiga. En The Twelve, hay una perfecta disección de la vida personal y profesional de la mayoría de los jurados y como sus vivencias y frustraciones personales, así como su poca diligencia y disposición en cuanto a los elementos probatorios alegados en el juicio pueden influir en su toma de decisiones como jurados.

Sidney Lumet, nació en Philadelphia en 1924 y falleció en Nueva York en 2011. Uno de los directores más representativos de la generación de la televisión cuya edad de oro fue de 1953 a 1957. Comenzó a trabajar para la CBS, primero como intérprete y luego como director y aprovechó el medio para reflejar de modo realista los problemas cotidianos y por ello es considerado uno de los miembros de la "generación de la TV". Su debut cinematográfico es en 1957 dirigiendo para la gran pantalla nada menos que 12 Hombres sin piedad y a petición de Henry Fonda, que era productor de la película. Esta película gano el Oso de Oro en el Festival de Berlín y nominada a varias categorías de los Oscar. Lumet, aficionado a los espacios cerrados, encontraba inspiración en los temas sociales y sus mejores filmes no sólo examinaban las consecuencias del prejuicio, la corrupción y la traición, sino que también celebraban los actos individuales de coraje. Su tendencia fue a adaptaciones teatrales, y unidad de lugar y de acción, proliferación de diálogos, y manejo de actores. Dirigió en varios géneros, además de sus preferidos relacionados con la justicia y son las calles de Nueva York su locación preferida. De estas películas de justicia, policía y destinos truncados, destacan: Serpico (1973), Prince of the City (1981), Tarde de perros (1975), The Verdict (1982), Distrito 34: Corrupción total (1990), La noche cae sobre Manhattan (1996), Guilty as Sin (1993), Family Business (1989). Fue galardonado en 2005 con el Oscar Honorífico. Adicionalmente, en otros géneros, dirigió obras legendarias como: El prestamista" (1964), Asesinato en el Orient Express" (1974), Network (1976), Equus (1977). Lumet fue adaptándose a los tiempos y las formas narrativas, así como a los nuevos talentos interpretativos. En 1993 El Directors Guild of America (DGA) gremio de los directores de cine y televisión en la industria cinematográfica le otorgo a Sidney Lumet su máximo galardón, el premio David Wark Griffith.








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