Orwell para entender a Pedro Sánchez
Bulevar 15/11/2020 08:00 am         


El anuncio del Ejecutivo español sobre la creación de una comisión que supervise la información publicada por los medios, demuestra un tic autoritario que George Orwell describió en "1984", un clásico



La censura tiene un poder de contagio. Los aficionados a la ocultación se transmiten la paranoia: agigantan las opacidades y los silencios con cada vez más frecuencia. La pasión por silenciar es antigua. Así lo dejó por escrito George Orwell hace más de medio siglo en una novela que mantiene intacta su vigencia: 1984. En ella refleja una sociedad dominada por el Estado. La autoridad vigila, asedia, controla. Era su denuncia contra los totalitarismos y la prueba de que el futuro ya estaba aquí. "A mí dame los telediarios", le dijo Pablo Iglesias a Pedro Sánchez en 2018. Entonces remató su exigencia añadiendo el CNI, una combinación elocuente: censurar y vigilar, una pulsión antigua que Orwell retrató en aquella novela y que cobra aún más vigencia ahora cuando el gobierno español ha anunciado la creación de una comisión contra la "desinformación". Entre sus atribuciones estaría "examinar el pluralismo de los medios". Con esta orden, el Ejecutivo pretende vigilar a ciertos medios de comunicación para evitar las "fake news". Otro gobierno que llama a la puerta del Ministerio de la Verdad.


LA NEOLENGUA Y EL MINIVER

Originalmente titulada El último hombre en Europa, los editores prefirieron nombrar la que sería la novela más conocida de Orwell con la cifra del año en el que transcurre la pesadilla narrada por el inglés. Terminó de escribirla en 1948 y la publicó en 1949. La novela traslada al lector hasta una sociedad futura en el Imperio de Oceanía, del que forma parte Inglaterra y que está en pugna en una guerra ficticia con Eurasia. Un Estado dirigido por el Partido Único tiene un dominio absoluto sobre los ciudadanos y el ojo del Gran Hermano controla todo y a todos. Una sociedad maniatada donde todo atisbo de intimidad y libre pensamiento están terminantemente prohibidos.

En 1984 Orwell levanta el ecosistema autoritario: existe una policía del Pensamiento y también la neolengua, que obliga a los ciudadanos a pensar y hablar en esa jerga. Todo lo que se diga fuera de ese lenguaje está prohibido. El Partido Único domina y aterroriza a la burocracia, que vive asediada por la propaganda y la vigilancia. El Estado descrito por Orwell funciona con un Ministerio del Amor (Miniluv en neolengua, o Minimor en español) encargado de administrar los castigos, torturas y la reeducación. También con un Ministerio de la Paz (Minipax) dedicado a asuntos relacionados con la guerra y cuyo objetivo es mantener una contienda permanente. En tanto exista un odio común contra un enemigo externo, no habrá revueltas ni protestas.

Se completa el esquema de poder con el Ministerio de la Abundancia (Miniplenty o Minidancia) encargado de la economía planificada y que se basa en el sometimiento de los ciudadanos mediante un duro racionamiento. Y finalmente, Orwell planteó el Ministerio de la Verdad (Minitrue o Miniver), que se dedica a destruir todo documento previo al ascenso del Gran Hermano y del Partido. Son ellos quienes deben reescribir la historia para que todo episodio anterior encaje con la versión oficial.

Algunos rasgos de la neolengua siguen utilizándose hoy en día y la disposición de la vicepresidenta española Carmen Calvo de crear un organismo oficial regulador de la verdad ha sido envuelta en una explicación que pretende diluir o dulcificar una realidad. Es censura y punto. Como el gobierno del Partido Único, el Ejecutivo tiene una predisposición natural para travestir la verdad en relato, en una gresca informe y desprovista de razones que funda una nueva realidad que acaba dándose por buena. Así, el ladrón queda convertido en libertario, la víctima en culpable y la verdad en utilería.

Como la Policía del Pensamiento y el Miniver, la pretensión de la censura busca evitar el encuentro libre y abierto de la verdad con la falsedad. Y lo hacen por una sencilla razón: porque en la confrotación entre ambas, la primera siempre prevalecerá. La libertad de expresión, información y pensamiento son un cortafuego, incluso una advertencia. En un siglo llamado a resolver y superar los conflictos y desmanes de su predecesor, la amenaza autoritaria se acentúa, así como el asedio de la propaganda y el auge de los extremismos que amenazan libertades que dimos por supuestas.


LOS TOTALITARISMOS

Tres años antes de la publicación de 1984, George Orwell escribió a Noel Willmett aspectos políticos que posteriormente se encontraron en esa novela. La carta, recogida en el libro George Orwell: A Life in Letters, ofrece a los lectores algunas pistas sobre cuál era la visión que tenía de su tiempo y por qué escribió la que ha sido una de sus obras más celebradas y revisitadas. No son anotaciones vagas, describen bastante bien el asedio oficial a la libertad de prensa.

"Debo decir que creo, o temo, que tomando al mundo como un todo, estas cosas van en incremento. Hitler, sin duda, pronto desaparecerá, pero solo a expensas de fortalecer a (1) Stalin, (2), los multimillonarios anglo-americanos y (3) toda suerte de pequeños führers del tipo de de Gaulle. Todos los movimientos nacionales, en todos lados, incluso aquellos nacidos como resistencia a la dominación alemana, parecen adoptar formas no democráticas para agruparse a sí mismos en torno a un führer sobrehumano (Hitler, Stalin, Salazar, Franco, Gandhi, De Valera, son todos ejemplos varios) y siguen la teoría de que el fin justifica los medios".

Orwell sabía de lo que hablaba. Como miembro del Partido Laborista Independiente se alistó para luchar en defensa de la II República durante la Guerra Civil española (1936-39), lo que inspiró su Homenaje a Cataluña, crónica de las luchas intestinas que minaron el bando republicano. Cuando llegó a Barcelona tenía 33 años. Había publicado ya cuatro novelas, era una especie de anarquista educado en el elitista colegio de Eton, también había sido policía en Birmania en los tiempos de la colonización, lavaplatos en el barrio Latino de París y había viajado al norte de Inglaterra para documentar la miseria de los mineros. "Cada línea que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo”, dejó apuntado en 1946.

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