Cien Años de Soledad
Identidad 16/01/2022 08:00 am         


Así como ha sido ampliamente leída esta obra cumbre de Gabriel García Márquez, también ha sido estudiada e interpretada en diversos espacios literarios y académicos. Inclusive, más en otras latitudes y culturas que en nuestra propia lengua...



Por Reinaldo Rojas


Hace cincuenta y cinco años que de las prensas de la Editorial Suramericana de Buenos Aires salió a la luz pública Cien años de soledad. La sola historia de aquel acontecimiento editorial daría para escribir miles de crónicas, empezando por la portada de la primigenia edición que trae un galeón hundido en medio de la selva, lo cual tuvo que ser improvisado, ya que el grabado con los peces voladores que Vicente Rojo había diseñado para esa cubierta, al no llegar a tiempo, tuvo que ser utilizada en la segunda edición de la novela, en junio de ese mismo año.

Lo otro podría estar relacionado con el círculo de amigos que compartió con su autor el parto de la obra, entre los que cabe destacar a Jomí García Ascot y María Luisa Elío, a quienes el gabo les dedicó su libro. O la aventura de su difusión por el mundo, sus variados lectores en todo el planeta, para una obra que ha sido traducida a más de cuarenta idiomas. ¿Cuántos lectores en el mundo habrán estudiado el español sólo para leer Cien años de soledad?

Cuando los hispanohablantes valoramos este tipo de acontecimiento y nos comparamos en otros campos donde hemos sido prácticamente marginales, como la ciencia y la economía, nos preguntamos si no es allí, en la cultura, en el arte y en la creación humanística donde reside nuestra particular contribución al mundo. De Cervantes a García Márquez, pasando por Andrés Bello, es decir, de El Quijote de la Mancha a Cien años de soledad, pasando por la Gramática de la Lengua Castellana.

Así como ha sido ampliamente leída esta obra cumbre de Gabriel García Márquez, también ha sido estudiada e interpretada en diversos espacios literarios y académicos. Inclusive, más en otras latitudes y culturas que en nuestra propia lengua y en nuestros mismos países. Tal vez, como comunidad en general, no tengamos clara la dimensión y trascendencia que para la cultura universal tiene esta novela, que otro gran escritor de nuestro continente, como lo es Mario Vargas Llosa, ha calificado como la novela total.

Cien años de soledad es una obra fundamental porque su autor logró crear a través de sus páginas un universo simbólico donde se mueven seres reales e imaginarios. Cien años de soledad es, en sí mismo, un mundo en el que no solo habitan los personajes creados por su autor sino los imaginados por el propio lector que guiado por la maestría narrativa de gabo se adentra en aquellas vidas y recorre aquellos parajes que constituyen el paisaje y la trama de la novela. El lenguaje toma vida en cada página, en cada momento, y vemos como una realidad social, vivida y escenificada en la historia de Colombia se transforma en ficción para aparecer recreada por el autor en ese no-lugar llamado Macondo y alrededor de la estirpe familiar de los Buendía.

¿Simple imaginación? ¿Invención de palabras? ¿Manejo del lenguaje? Sí, todo eso es posible, si sólo lo vemos del lado del escritor. Pero, cuando nos detenemos a observar aquellos personajes nos encontramos con escenas de una realidad vivida que el reportero transforma a cada paso en noticia. En ese mundo imaginario cada historia se ubica en tiempo y espacio. Pero estas dimensiones son universales, se entienden en cualquier cultura, porque hablan del sufrimiento, de las esperanzas y de la soledad del ser humano.

En el lenguaje de García Márquez estas tres palabras deben tener algún profundo significado: Cien años de soledad. Esta última es una palabra recurrente en una cultura que como la latinoamericana, hija de la conquista y la colonización europea, ha estado siempre presente entre nosotros. Para Octavio Paz esa soledad la completa la imagen del laberinto. Y es, en ese laberinto, en donde circulan los tres discursos de fondo que gobiernan el pensamiento latinoamericano, representado por los tres minotauros de Briceño Guerrero.

América Latina, en este juego de palabras prestadas, sigue siendo una incógnita. Algo difícil de aprehender con los lentes del racionalismo cartesiano, del empirismo inglés o del idealismo alemán. Esta es la esencia de nuestra soledad en el laberinto, donde realidad y pensamiento buscan encontrarse. Y esa incógnita es la que está presente en Cien años de soledad. Y eso, más que entenderlo, lo sentimos.

Nosotros hemos sido pobreza en la riqueza, desarrollo del subdesarrollo y como afirma Carlos Fuentes, frágiles democracias amenazadas por la explosión social. Tradición, modernidad y postmodernidad al mismo tiempo. Ayer hablamos de mestizaje y sincretismo, ahora el término más novedoso que se ha impuesto para describir esta fusión es el de hibridación. Todas estas ideas e inquietudes las ha inspirado este nuevo aniversario de Cien años de soledad. Desde Macondo celebramos hoy “la reconquista de los recuerdos”.







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