El muro de Berlín vive en el cine
Bulevar 18/06/2019 09:57 am         


Por Alquilino José Mata: Se celebran 30 años de la caída del muro de Berlín



Aquilino José Mata

Una nutrida agenda cultural a lo largo de 2019 para celebrar su proceso de libertad y reunificación a partir de la caída del muro de Berlín, de lo cual se están cumpliendo 30 años, tiene lugar en la capital alemana. Museos, exposiciones, monumentos y algunos tramos de la tristemente célebre pared recuerdan cómo fue la división que sufrió la ciudad durante casi tres décadas, propiciada por el régimen comunista soviético gobernante en la parte oriental. Muchas historias se generaron entonces y algunas de ellas -en clave de realidad o ficción- fueron recreadas por el cine. Estas son algunas de las más representativas:

Billy Wilder fue uno de los primeros realizadores que abordó cinematográficamente el drama del Berlín ocupado y luego dividido. Para ello, se inspiró en la obra teatral Un, dos, tres, que el húngaro Ferenc Molnár escribió en la década de los cincuenta. La historia es la de un ejecutivo comercial de la Pepsi Cola empeñado en introducir su producto en los países del Este, mientras la hija de su jefe se enamora de un honesto funcionario comunista. La película del célebre director de Una Eva y dos Adanes y Sunset Boulevard -rodada en 1952 y candidata al Oscar a la mejor fotografía- describía, en clave de comedia y con una interpretación antológica de James Cagney, el enfrentamiento ideológico entre el capitalismo y el comunismo, mostrando, ya en esos momentos, el escepticismo que el director austríaco sentía por ambos sistemas políticos.

El mismo Wilder ya había realizado, en 1948, Berlín Occidente, con Marlene Dietrich, una comedia dramática sobre la terrible situación de la Alemania de posguerra, que satiriza la ayuda norteamericana. Muestra el mercado negro y la miseria de la población berlinesa, la economía de trueque y la corrupción en las ruinas de una ciudad espectral. Contiene imágenes poderosas: ancianos desamparados que venden sus pocas posesiones, chicas que se dejan conquistar a cambio de un chocolate y cosas por el estilo.

En los sesenta, el estadounidense Martin Ritt adapta a la gran pantalla El espía que surgió del frío (1965), basada en el libro del mismo título del escritor británico John Le Carré, que narra las peripecias de un agente secreto, encarnado por Richard Burton, que se hace pasar por desertor en el Berlín Oriental. La novela, de 1963, había logrado muy buenas críticas, fue un best-seller e incluso llegó a ser elegida “la mejor del género de espionaje de todos los tiempos” por la revista Publishers Weekly en 2006. El filme resultó nominado a dos Oscar. 

Al año siguiente, se estrena Funeral en Berlín (1966), del británico Guy Hamilton, basada en la novela homónima de Len Deighton. Aquí Michael Caine hace su segunda interpretación del espía Harry Palmer, que repetirá en tres películas más. La Guerra Fría está en su esplendor y Berlín es un escenario más que adecuado para representarla. La misión del protagonista es ayudar a huir a un desertor del servicio de espionaje soviético.


Historias -en clave de realidad o ficción- que fueron recreadas por el cine

El tema es muy similar al que Alfred Hichtcock desarrolló ese mismo año en La cortina rasgada. Paul Newman interpreta a un reputado físico que finge estar traicionando a su país, Estados Unidos, y se desplaza a la ciudad epicentro de la Alemania controlada por los soviéticos para robarle a un colega una fórmula atómica secreta. Berlín es el escenario idóneo para ello. Pero el actor no quedó satisfecho con su colaboración con el director inglés y nunca más volvió a trabajar con él. Por otra parte, la cinta no está considerada entre las mejores del genio del suspenso.

En Fuga de noche (1981), de Delbert Mann, se narra la historia real de las familias Strelzyk y Wetzel, que el 16 de septiembre de 1979 escaparon de Alemania Oriental (RDA) a Alemania Occidental (RFA) en un globo aerostático de fabricación casera. La película fue rechazada para inaugurar la Berlinale de 1982, debido a su carga política.

Con El cielo sobre Berlín, el laureado realizador germano Wim Wenders sitúa el muro como elemento principal de su película. Narra la historia de dos ángeles que sobrevuelan la ciudad sin, en teoría, poder intervenir en las vidas de los humanos. La impotencia y la separación son los ingredientes que sazonan esta producción. Wenders recurrirá a los mismos personajes y temática cuatro años después del derribo del muro, con ¡Tan lejos, tan cerca! (1993), una secuela que ganó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes de ese año.

Tras la caída del muro en 1989, otro director alemán, Volker Schlöndorff, hace La leyenda de Rita (2000), la historia de unos terroristas arrepentidos de la Alemania capitalista, que son cobijados y luego traicionados y entregados de nuevo a su país de origen por el régimen comunista de la RDA. Fue calificado en su momento por la crítica como “un filme duro y sin demasiadas esperanzas”.

Entre las películas más recientes que ofrecen protagonismo al largo muro que separó Berlín por casi treinta años destacan tres. Una de ellas es la excelente Good bye Lenin (2003), de Wolfgang Becker, que narra con humor y no pocas dosis de ternura la historia de una mujer, ferviente comunista, que despierta de un coma durante el cual el Muro ha desaparecido. En estado de convalecencia, su hijo hace lo imposible para convencerla de que sigue viviendo en una Alemania inmersa en el llamado “socialismo real”, ante el temor de que una fuerte impresión acabe con su vida. La cinta fue un éxito.

Good Bye Lenin (2003)

La vida de los otros (2006), con guión y dirección del debutante Florian Henckel von Donnersmarck, transcurre en el Berlín Este durante los últimos años de la Alemania sometida por los soviéticos. Muestra el férreo y ominoso control de la Stasi, la tenebrosa policía política, sobre los círculos intelectuales. Para el rodaje -en escenarios naturales de la ciudad- hubo que reproducir el ambiente de locales oficiales, calles, apartamentos y oficinas, tal y como eran en 1984, cinco años antes de la caída del muro. La película fue ampliamente reconocida: ganó el Oscar estadounidense y el Bafta británico a la mejor producción cinematográfica de habla no inglesa, el César francés a la mejor película extranjera y los Premios del Cine Europeo a la mejor cinta y al mejor actor.

Como “un thriller melancólico y muy bien dirigido por Steven Spielberg”, calificó el New York Times a El puente de los espías (2015), un filme que lleva al espectador a los días de la Guerra Fría con sus grandes ficciones, un infinito abismo político y una moral ambigua. Basada en una historia extraída del registro histórico (que debió ser desempolvada y endulzada), la película versa sobre un intercambio de espías realizado en 1962, donde estuvieron involucrados un infiltrado soviético, Rudolf Abel; un piloto de naves U-2, Francis Gary Powers, que fue derribado por los soviéticos; y Frederic L. Pryor, un estudiante estadounidense que terminó del lado equivocado del muro de Berlín en el momento menos indicado. Según lo que sugiere la película, todos fueron piezas de un abominable juego de ajedrez político. Se trata de una pieza histórica meticulosamente detallada, donde se revisan las ansiedades del pasado mientras se exploran las del presente.





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