Somos porosos, permeables, aunque haya quienes parecen recubiertos de teflón. Si la sexualidad, Freud mediante, es esencia que nos define, la afectará cuanto sucede; en nuestro caso, no escapará al caos. Coinciden algunos especialistas del comportamiento humano en que la incertidumbre y el desaliento, por lo general circunstancias más tanáticas que eróticas, afectan la concupiscencia y alrededores; la merma arranca desde la estética del cortejo. Pero ese pulso vital por definición es vigoroso en esencia. Y según observan también en tiempos de crisis pasa lo contrario. El deseo de supervivencia se vuelve deseo. No necesariamente se vuelven más íntimas las relaciones de pareja: se intenta tener más relaciones íntimas. La pena (no es el femenino del pene, se asombra la miembra) puede necesitar expresión. Quien no llora, mama.
En un foro celebrado en el espacio de debates, talleres y conferencias de la alcaldía de Sucre llamado La Pizarra (en la urbanización de sugestivo nombre: Los Dos Caminos) se hablaba de la infidelidad masculina (solamente) y la profesional de la psicología, que alentaba a las mujeres presentes a ser receptivas pese al cansancio (para que sus hombres “no busquen comida afuera”) advertía: ojo, manténganse disponibles. ¿Practicando sexo gozoso o un sexo para la preservación, tipo inversión a futuro, tipo con lo mío mío mío? Un filósofo, desde el panel, argumentaría por su parte (extrañado de que solo se hablara de infidelidad masculina) que la mujer tiene el poder de aceptar o no ser pretendida, “el tango se baila entre dos: quien propone y quien dispone”, y reforzaría su tesis colocándose detrás de Ana Bolena. “Ella dijo que no y que no, que sin anillo nada, y entonces Enrique VIII cambió las leyes británicas para poder divorciarse y poder volver a casarse por la iglesia, cambió la cultura de un país, la religión, todo porque no conseguía seducirla desde su comprometido estado civil”.
Lo cierto es que mientras unos se detienen (pero no se paran) otros se animan, al parecer la mayoría, y entonces el sexo como forma de poder, de consuelo, de vínculo, de analgésico rinde frutos, ay, y entonces tenemos un país per sé relacional encabezando en el vacío de la carencia el triste récord del embarazo precoz; porque la ansiedad no solo tiene incidencia en la población adulta. Un país que usurpado, malquerido, violentado, busca compartir la falta de liquidez con humedades.
Ortega y Gasette hablaba de que el hombre es él y sus circunstancias; la porosidad pues. Darwin iría más allá: de pronto las especies expuestas a adversidades y confrontadas con sus carencias se reinventan genéticamente y zas un ejemplar libra por todos y aporta el cambio para la supervivencia que necesitaba la manada. Entonces en lo sucesivo el rizo del ADN asumirá la información de la membrana nueva entre los dedos de las patas de los patos o de la cola menos en los homínidos.
¿La circunstancia es compleja? Pues a buscar a toda costa la adaptación. En México es un trabajo acompañar al viandante desde la salida del Metro hasta el andén donde esperará el vagón para que no lo roben. En Pamplona, España, se hacen guardias las 24 horas del día para atender a los turistas ¡que extravían las billeteras en los sanfermines! En Caracas se reciclan los envases plásticos para vender mejunjes jabonosos de confección doméstica porque los productos de marcas establecidas están por las nubes. Pero ¿suben las ventas del
quédateconmigo o más las de
ventequeaquítengoflor?
El sexo es vida, crisis mediante, hay que vivir en el intento, viva la resistencia (y que nadie diga que aquellos polvos trajeron estos lodos, nada que ver)