Mujer preparada que entiende el arte y la creación desde sus distintas aristas, con todo, dirigir esta suerte de Ateneo identificado por un búho que ha dejado de trasnocharse —por ahora—, no resulta asunto sencillo: la precariedad que todo lo tiñe es uno de los tantos óbices a sortear. De cualquier manera, la cineasta que dirigió Puerto Colombia, El mar del tiempo perdido, una adaptación del cuento de Gabriel García Márquez, Manoa, una co-producción venezolano-alemana que fue exhibida en Cannes, y Macu, la mujer del policía —de las películas más taquillera de la historia del cine venezolano—, ha hecho un trabajo de filigrana que implica mucho más que mantener a flote al Trasnocho.

Ha sido productora de la convivencia, el albedrío, la solidaridad, la república y el respeto a la identidad, desde el arte, a través de charlas, por medio del cine. Ha construido ciudadanía y tejido lazos extrafronteras con autores y sus productos. Nos ha traído un poquito del mundo y ha colaborado como anfitriona de este nutritivo oasis con la defensa de la esperanza y a que nos defendamos del pensamiento único.

Con una programación suculenta en todas las artes que ocupan ese patio que es plaza pública rodeada de lugares emblemáticos que son peñas y puntos cardinales de la cultura, como los reestrenos de OK, de Isaac Chocrón y de Los hombros de América, de Fausto Verdial, el ciclo de charlas sobre el patrimonio para articular la actividad de las instituciones que se fajan contra viento y marea y juntas podrían ser más fuertes, exposiciones fotográficas, Solveig y el equipo, que en privado tuvo una fiestica privada, ay, algunos prefirieron reagathon, aguardan en largas filas el reestreno de un largo que se ha vuelto un rollo: la democracia.