Honores a flamengo
Bulevar 05/12/2019 09:25 am         


Por Hernan Quiroz Plaza: Ni un director de cine lo hubiese imaginado con tal suspenso.



Hernan Quiroz Plaza

Ni un director de cine lo hubiese imaginado con tal suspenso. El libreto fue llevando hacia una idea, el público ya estaba convencido de quién era el bueno y quién el malo. La TV mostraba los rostros felices de los hinchas de River y de infinita tristeza a los de Flamengo. De pronto, en las dos últimas escenas cambió todo. Fue un telón emocionante, tipo Quentin Tarantino, pero bello, impredecible e histórico. Un epílogo de Libertadores que se recordará por los siglos de los siglos; no tiene antecedentes en los 60 años anteriores de Copa. Que el campeón fuera perdiendo hasta el minuto 89 y lo dé vuelta a los 92 en un final apasionado y sorpresivo, es inédito. Absolutamente nadie podía imaginarlo. Para River fueron, quizás, los peores tres minutos de su historia.

A los 15 minutos el marcador subía el 1-0 premiando el juego más directo y veloz de River. A partir de allí redobló la presión y se mostró dominante, dueño absoluto del trámite frente a un Flamengo aturdido, anticipado, sin saber cómo resolver el enigma de tanto anticipo y encimamiento del rival. River atacaba y Flamengo temblaba. Se fue el primer tiempo sin que el conjunto carioca rematara una vez al arco de Armani. De modo que es explicable por qué ganaba River.

El segundo acto comenzó con idéntico desarrollo. Pero nadie puede correr al mismo ritmo frenético los 97 minutos que hoy dura un partido. Y River fue perdiendo intensidad. Ahí empezó a emparejar lentamente Flamengo. A los 57’, ese fantástico dúo compuesto por Bruno Henrique y Gabigol, despertó y elaboró una jugada enorme, que increíblemente no fue gol. 

A los 69’ se produjo una incidencia clave en el desarrollo: el primer cambio desafortunado de Gallardo. Salió Ignacio Fernández, uno de los mejores valores de River, y entró el chico Álvarez. Delantero por volante. A Nacho no le gustó nada su salida, estaba siendo importante, entraba mucho en juego, había encontrado espacios y lideraba los avances. Pero, como todo en River venía tan dulce, no hizo reproches (menos a Gallardo, hoy un prócer riverplatense). Álvarez nopesó en absoluto. Luego hubo una segunda sustitución poco feliz: afuera Borré, autor del gol y el mejor atacante millonario por potencia y recursos, adentro Pratto, quien tuvo la desdicha de perder la bola que derivó en el empate. Y además de eso, equivocó pases, se lo notó pesado. Se los veía enteros a Fernández y a Borré (el DT dijo que lo vio cansado; ¿a los 24 años un profesional superentrenado no puede aguantar un partido entero…?)

River se iba desinflando físicamente, necesitaba gente fresca en el medio, que pudiera tener el balón y seguir cortando juego adversario. Pero Gallardo sacó un volante y puso un delantero más. Del otro lado, empezó a crecer lentamente Flamengo, conducido con acierto por Everton Ribeiro, valiente para llevar el testimonio hacia adelante. No obstante, no generaba peligro el cuadro del portugués Jorge Jesús. Hasta llegar a esos minutos mágicos e inimaginables en la agonía de la tarde. Bruno Henrique, hábil y encarador, de los que encarnan la verdad del fútbol, se atrevió contra varios, al último juntó a cuatro y cedió brillantemente la número cinco para De Arrascaeta, que la metió al medio del área para la arremetida de Gabigol. Y el 9 que siempre está la empujó a la red. Insospechado: de muerto y enterrado, Flamengo revivía con el empate y la ilusión del alargue. Que no hizo falta. Tres minutos después, un lanzamiento largo y alto de Diego, de más de treinta metros, generó un doble error en el rechazo de Pinola, atropelló Gabigol, la pelota le quedó picando para la zurda, ya perfilado, y le entró con un cañón. Golazo, 2-1 y a cobrar. No había tiempo para más. Lo que decimos siempre: cuando el definidor es crack, el nombre del arquero no interesa. Puede ser Casillas, Fillol oGianluigi Buffon, da igual. Ahí está la otra explicación: el partido lo definieron los dos mejores futbolistas de la Copa: Bruno Henrique y Gabigol.

En el fútbol moderno se juega 96, 97 minutos. Y hasta que suena el último silbatazo todo puede suceder. Sólo a los muchos comentaristas se les ocurre decir que “River no supo cerrar el partido”. Pero el fútbol no es un bar, no se puede bajar la persiana y ya. Hay que seguir jugando hasta el final.

Honores a Flamengo, que de nuevo se pone a la altura de su multitudinaria hinchada. Honor al técnico portugués que le inculcó un estilo acorde con la idiosincrasia brasileña. Parabienes a Gabigol, Bruno Henrique, Everton Ribeiro, Gerson, Diego, que apostaron a jugar siempre al fútbol; a Rodrigo Caio, que se dio un tremendo golpe en la nariz al iniciarse el partido y luego rechazó todo de cabeza, sin temor. Plácemes por esta primera final en tierra neutral. Y congratulaciones a Lima, que tuvo la suerte de albergarla y la capacidad de organizarla. 







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