Hernán Quiroz Plaza

Ganar un Balón de Oro ya es muy difícil, llevarse seis es complicadísimo. Solo 44 futbolistas entre cientos de miles a lo largo de los últimos 64 años conquistaron el deseado trofeo. Lionel Messi estableció en París una marca inimaginable hace un tiempo atrás: ganó media docena. Ahora es difícil que lo igualen: Cristiano Ronaldo tiene apenas uno menos, pero está a la baja.

El de Rosario-Argentina venció por ajustado margen al excelente central holandés Virgil Van Dijk, apenas 7 votos: 686 contra 679. Si lo hubiese ganado el jugador del Liverpool también hubiera estado perfecto, es un zaguero de clase, ganador, que no necesita pegar para imponerse. Eso, sin contar su extraordinaria caballerosidad. El Balón nunca pudo estar en mejores pies que los de Leo. Nadie puede hacer con una pelota lo que él sí. Nadie lo hace tan brillantemente dos veces por semana desde hace quince años. De modo que cabe una sola palabra: justicia. Con él no hay un mínimo de marketing: es todo juego.

Después de todos los debates que siembra cada entrega del premio al mejor futbolista del mundo, queda también una comprobación: Messi crece año tras año. Hubo un intento del diario español Marca, por hacer una comparación entre Cristiano Ronaldo y Messi con base en lo único que Cristiano puede utilizar para compararse con Leo: los goles. Pero Messi es infinitamente más que goles; es armador, asistidor, driblador y, sobre todo, un pasador genial. La realidad es que Messi cada día juega más y Cristiano Ronaldo cada día juega menos; esto no lo puede esconder nadie que opine sensatamente.

La empresa británica Opta Sports, la de mayor reputación en el mundo de las estadísticas, lleva desde 2006 un registro de gambetas por cada jugador. Messi es el número uno con 1880 jugadores eludidos, lo sigue, muy lejos, Eden Hazard con 1220. El regate es en sí mismo uno de los tópicos más espectaculares de este deporte. Algo similar acontece en tiros libres, goles y asistencias. Además, estamos hablando de un jugador que en quince años no ha tenido un bajón deportivo. Es algo verdaderamente admirable.

Al subir al escenario a buscar su premio, Messi reveló el secreto: “Busco mejorar algo cada año”. Lo ha venido haciendo. Desde la retirada de Xavi del Barça, en junio del 2015, se ha encargado de la organización del juego, de quebrar las líneas defensivas rivales y de asistir a Luis Suárez, a Antoine Griezmann y a todos los que le ponen adelante. Eso sin olvidarse de anotar él, de ejecutar los tiros libres y los penales, de servir los córneres, de tapar la subida de los volantes rivales. Con cada hoja nueva del almanaque ha ido agregando facetas inéditas en su repertorio; todo con la inteligencia de saber dosificarse, pues tiene claro que ya va por 32 años. Es un caso de evolución como el fútbol no ha conocido. Ronaldinho, Thierry Henry, Samuel Eto’o, Pedro, David Villa, Xavi, Andrés Iniesta, Dani Alves, Neymar… Se le han ido cayendo los socios del TIQUI TACA, pero siempre inventa sociedades nuevas, como Messi-Suárez, Messi-Jordi Alba…Tiene un yacimiento de fútbol dentro de la cabeza y en las piernas.

A diferencia del The Best, que va de julio a julio, el Balón de Oro considera lo realizado en año calendario, en este caso desde el 1 de enero al 25 de noviembre. Este último le pidió a los 211 periodistas votantes que tuvieran en cuenta tres aspectos: 1) Actuaciones individuales y colectivas (palmarés durante el año en curso). 2) La clase del jugador (talento y fair play). 3) La carrera deportiva del futbolista.

Messi tenía méritos sobrados para las tres premisas: campeón y pichichi de la Liga Española, semifinalista y máximo cañonero de la Champions, Bota de Oro de Europa, ganador del The Best… Y por encima de todo, treinta o cuarenta partidos de ensueño. Entre el primer Balón de Oro y el sexto hay unos números que asombran: 522 partidos, con 377 victorias y 522 goles. A un gol por encuentro, casi nada.