Evolución de la Número Cinco
Deporte 25/04/2021 08:00 am         


Para conocer el origen y la historia del balón de fútbol, antes de que el fútbol sea considerado oficialmente como deporte en 1863, tenemos que viajar al siglo IV A.C



Por Hernán Quiroz Plaza


"Cuando yo me ponía una camiseta, esa tela era parte de mi cuerpo". La frase alude al romanticismo de un tiempo pretérito; la pronunció el uruguayo Severino Varela para ilustrar su compromiso con los colores. Fue tal vez el único futbolista del mundo que vivía en un país y jugaba en otro. Y no hablamos de Luxemburgo, donde una persona puede ir todos los días a trabajar a Bélgica y se traslada en bicicleta.

Boca Juniors lo fue a buscar en el crepúsculo de su carrera y Severino dijo no. "Tengo un trabajito en la UTE (la compañía estatal de electricidad), juego un año más en Peñarol y me retiro. Si voy a Boca pierdo el puesto en la UTE", respondió con lógica humilde. Pero Boca Juniors tenía que cortar la hegemonía que insinuaba La Máquina de su archirival River Plate, la de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. E insistió. Le dió $15.000 de la época y una posibilidad que él ni soñaba: "Quédese de lunes a viernes en Montevideo, los sábados viene a Buenos Aires y el domingo juega".

Así pues sí, diría El Chavo. Aceptó volando. O remando. Viajaba los viernes por la noche en el Vapor de la Carrera, el domingo le marcaba un gol a River Plate y volvía esa misma noche en el buque de las 12. A las 7:30 de la mañana, mientras los argentinos se desperezaban y los rotativos como: La Nación, La Prensa, Crítica, El Mundo daban cuenta en los kioscos porteños de sus hazañas goleadoras, él ya estaba en su casa de Montevideo, tomando mate con su esposa.

Fue un fenómeno en Boca Juniors. En tres años marcó 46 goles, cinco de ellos a River, y cumplió el objetivo: dio la vuelta olímpica en 1943 y 1944 con la azul y oro como parte de su cuerpo. Ya no se hablaba de Moreno y Pedernera sino de Severino La Boina Fantasma, porque jugaba con una boina blanca y tenía apariciones sorpresivas en el área. En un centro que sobrepasó a defensores y delanteros, apareció por detrás de todos, se arrojó en palomita y con la boina puesta le hizo un recordado gol a River. Ahí se ganó el apodo y el amor de La Mitad más Uno.

Severino fue el afiche de un tiempo en que muchos futbolistas jugaban con boina o con gorros de lana, sobre todo los defensas, que debían rechazar muchos balones de aire. ¿La razón? Para protegerse de la pelota con tiento, con la que se jugaba hasta comenzada la década de 1940. Esta representaba un riesgo en el juego de cabeza si se la impactaba justo en el cierre. Muchos se lastimaban. El balón antiguo tenía dentro una cámara de goma terminada en un pico por el cual se la inflaba. Para disimular ese pico, se lo doblaba, se aplicaba una lengüeta de cuero fino sobre el mismo y se cerraba la boca con una tira de cuero grueso y duro. La pelota no solo perdía esfericidad y a veces picaba mal, sino que podía resultar peligrosa para los protagonistas. Aparte, por el tiento le entraba agua los días de lluvia y el balón se ponía muy pesado. Un cabezazo a lo Pelé contra el tiento era casi una conmoción cerebral. ¡Y no había cambios!

Para conocer el origen y la historia del balón de fútbol, antes de que el fútbol sea considerado oficialmente como deporte en 1863, tenemos que viajar al siglo IV a.C, más concretamente a China, donde el gobernante Fu-Hi, uno de los más poderosos de los cinco reinos en los que estaba constituida la antigua China, realizó la siguiente receta:

- Entrelazó fuertes raíces unas con otras, hasta conseguir formar una esfera.
- Esa esfera, fue recubierta con diferentes trozos de cuero crudo.
- Resultado final: El primer balón de fútbol de la historia.

Luis Romano Polo un muchacho que ocupaba la línea de ataque del club Argentino, de Bell Ville, por entonces un pequeño pueblo del interior de la provincia de Córdoba. También él lucía boina blanca, mucho antes que Severino. Le gustaba el gol y era buen cabeceador, pero terminaba dolorido los partidos de tanto cabecear. –La pelota de fútbol tiene tiento, pica mal y cuando se la cabecea, si se le da justo en el tiento, hace doler mucho. Hay que inventar una pelota lisa, que ruede bien y no lastime–, pensaba a fines de los años 20. Era electricista. Lo comentó con sus amigos Antonio Tossolini, carpintero y mecánico, y Juan Valbonesi, empleado de comercio. Entre los tres empezaron a darle vueltas a la idea y… ¡eureka! Fabricaron la primera pelota sin tiento, la actual, de boca invisible y redondez perfecta, que rodaba bien y no lastimaba. La estrenaron en 1931 en la tierra de Juan Domingo Perón entre el Club Atlético y Biblioteca Bell. Ganó Bell 3 a 1, pero Polo se fue contento igual, la pelota era un golazo. Y era su invento.

Enseguida la patentaron y se pusieron a producirla en serie con el nombre de Superball. La Segunda Guerra Mundial impidió que se impusiera más rápido en Europa. La FIFA la adoptó para los Mundiales desde 1950, pero sería la Copa América, pionera una vez más, la que presentara la nueva pelota internacionalmente. Se estrenó en Chile 1941. Fue un avance notable en el juego y un aporte sudamericano al fútbol mundial. Los jugadores, felices, se atrevieron a incursionar más en el juego aéreo y el resultado fue que se aumentaron notoriamente los goles de cabeza. Incluso aparecieron los reyes del cabeceo, como Pelé, Sándor Kocsis, Iván Zamorano.

“La conquista sudamericana de Europa fue por doble vía, las medallas de los olímpicos de 1924 y de 1928 y la pelota sin tiento”, menciona el colombiano Carlos Alberto Plata, historiador, coleccionista de objetos de fútbol y el mayor experto mundial en balones desde 1860 hasta hoy. Posee cientos de modelos diferentes. “Esa pelota de Polo, Tossolini y Valbonesi es un aporte extraordinario al fútbol mundial, cambió el juego. Significó la previsibilidad, la esfericidad, el dominio, el control, la confianza en la pelota, la precisión. Eliminó las trayectorias irregulares que tenía por cuenta de la abrochadura; el tiento, mojado o seco, era muy filoso.

En el Mundial Argentina 1978, la Multinacional Adidas revolucionó el diseño de la herramienta fundamental del juego con el balón Tango. Y en España 1982, al mezclar el cuero con poliuretano, se estrenó el primer esférico impermeable, manteniendo su peso al no absorber el agua. Sin embargo, la revolución verdadera nació de la pasión de Romano Polo combinada con el ingenio de Tossolini y Valbonesi.

Ya para la última Copa del mundo de Rusia 2018, Adidas retoma el mítico balón de fútbol Telstar como homenaje al primer balón de la historia fabricado por esta firma deportiva en la historia de los mundiales y así nace TELSTAR 18. Se trata de un balón con una estética elegante, con toques azules, negros, grises y dorados que lo hace distinguido, retomando la elegancia de las Copas del Mundo de 1970 en adelante y dejando atrás la moda del notable colorido del balón. Esta presentó muchas mejorarías tecnológicas nunca vistas con anterioridad. 6 paneles en lugar de 32 del original Telstar. Chip incorporado que informaba si el balón traspasaba la línea de gol o no y además, permite seguir los partidos en vivo con una app por primera vez en la historia del deporte Rey.

Y Severino Varela con la pelota sin tiento se retiró silenciosamente la boina. En los años 50 ya no se vieron más aquellos gladiadores con gorro que se atrevían a cabecear esa piedra que era la Número Cinco.








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