Sobreanálisis del Fútbol
Deporte 15/05/2022 08:00 am         


El fútbol hay que contarlo como espectáculo, no dar talleres de dirección técnica



Por Hernán Quiroz Plaza


La década de los ochenta en el siglo pasado, fue muy significativa para el fútbol venezolano. La devaluación del Bolívar, como consecuencia acumulada de las políticas fiscales de tiempos pasados, contrajo la economía y con ello, se acabó la bonanza económica que permitía los fichajes de futbolistas de renombre en el continente. La televisión a color y los partidos internacionales transmitidos en directo fueron un atractivo gigantesco para el venezolano, que se inclinó hacia el fútbol extranjero por encima del local, de ahí la histórica preferencia que tanto se discute y es tema de debate en el país. No obstante, no quisiera enfrascarme en ese punto que parece no tener una lógica explicativa consensuada. Lo que quiero es recordar el poder de los comunicadores en aquellos tiempos y que permanecieron tan vigentes durante toda la década de los noventa e incluso, hasta hace poco. Marcaron sus estilos, una forma particular de ver y analizar el fútbol, y de expresarlo a las masas. Fueron y siguen siendo, la carta de presentación del fútbol en Venezuela.

Lázaro Candal, un gallego que llegó a la tierra natal del Libertador Simón Bolívar como tantos otros, pero éste venía a jugar fútbol. Luego, dio el salto al micrófono en la narración y comentarios y desde entonces se convirtió en el narrador más carismático y popular del país. Su estilo dicharachero, jovial, popular, selló un estilo abrumador que contagió a la gente. Cada frase que soltaba de su peculiar ingenio, calaba hondo en los aficionados, que hacían de sus palabras, expresiones cotidianas del día a día, que permanecen vivas. “¿Qué hiciste, papaíto?” fue su marca de fábrica, tanto que su mote acuñado entre nombre y apellido se convirtió en “Papaíto”. En el barrio, en la escuela, en el liceo, ante un fallo inexplicable todos repetían su frase. Y no fue cuestión de solo días su permanencia en el lenguaje de los venezolanos: hoy se sigue usando. Su estilo puede ser discutido. Evoco una anécdota que contó cuando antes del mundial de Italia en 1990 transmitió un partido amistoso de la Unión Soviética: “No teníamos alineaciones, nada de eso. No es como ahora que hay internet y tienes todo a la mano. No teníamos nada de información. Yo conocía como a dos o tres rusos, pero al resto lo comencé a llamar como el vodka Smirnoff: la tiene Smornikov, la lleva Smirnoffiv, y así”. ¿Y quién le iba a discutir una ligereza como esa si inevitablemente te hacía reír? Sus goles, sus gritos, sus frases marcaron el rumbo de la comunicación del fútbol en Venezuela. Nadie discutía si se equivocaba en identificar a un futbolista o en la pronunciación de su apellido: todos querían escuchar “esa pelota se fue camino de Guanajuato”, “Ay que se va, y se iba”, “sin querer se mata a un hombre”, con su acento tan típico de la costa noroccidental de la península ibérica. Creó escuela.

Y cómo dejar de mencionar al comunicador social, locutor y profesor universitario José Visconti considerado un ícono del periodismo deportivo en Venezuela. Un comunicador que, por su cercanía con la iglesia, a sus 13 años quiso ser sacerdote, en 1985 animó la visita a Venezuela del papa Juan Pablo II, en un acto que se celebró en el estadio Universitario de Caracas. Asimismo, estuvo en la comisión oficial que acompañó al Pontífice durante su gira latinoamericana, que culminó en una segunda visita a la Patria de Bolívar en 1996. Dedicó su vida al periodismo deportivo del país. Su carisma, le permitió popularizar frases en el argot venezolano como: "Sacarla de jonrón", “Mis deportivisimos amigos” y “buen apetito, apetito de campeones”. Su buen humor y espíritu jovial, sin dejar de ser serio en su trabajo, le granjeó grandes afectos en todos los sitios donde brindó sus amplios conocimientos. Cuidadoso del detalle y permanente buscador de la palabra adecuada, brindó grandes jornadas en el diarismo que lo proyectaron como figura pública, detenida en cualquier acera para conversar sobre fútbol y beisbol, aunque no le eran ajenas otras disciplinas deportivas. El buen humor y el respeto a la audiencia estuvieron siempre presente en su dilatada trayectoria. Decía que un periodista podía tener simpatía por un equipo, pero antipatía por ninguno, tratabas con respeto a los jugadores sin importar su uniforme. Recomendaba averiguar todos los detalles de la vida de los jugadores antes de entrevistarlos, para sorprenderlos con una pregunta inesperada. Valoraba la responsabilidad, la puntualidad y la humildad. “No hay que dejarse encandilar por las luces del estudio”. Dejó un legado para todos los que amamos este Oficio.

Párrafo aparte. Cuando conocí a José Visconti (en el Semanario Sexto Poder), fue un gran orgullo para mí y más cuando me dio su amistad. Compartimos muchas horas de conversaciones (horas muy bonitas, según me dijo en algún momento), no le gustaba que lo llamara Profesor (llámame José). Conservo como un tesoro la grabación en la cual tiene un especial concepto hacia este servidor: “Tú eres de las personas que haces más digerible y pronunciable la palabra Decencia, o cuando me dijo. “Tú tienes dos virtudes a destacar: Eres una persona humilde y paciente, transmites paz, serenidad y respeto”. Qué honor, Gracias, José.

¿A dónde quiero llegar? Al que quiere disfrutar de un partido de fútbol cómodamente instalado en la sala de su casa sin que el comentarista de la TV o de la radio le arruine la arepa dándole un curso de táctica. Quiere que no le hablen demasiado de basculaciones, zona dos, zona tres, doblajes, segunda jugada, líneas de pase, transiciones y demás neologismos futboleros que satisfacen más a quienes lo pronuncian que a quien los escucha. Prefieren conocer su opinión acerca de si Barcelona o el Madrid… ganó bien, si fue penal o no (yo también lo vi, pero me agrada escuchar el parecer de quien está en la transmisión). También les complace ver un programa de análisis donde los cuatro o cinco panelistas expongan ideas sencillas y contrapuestas que le enriquezca. Y que le den un pantallazo general de cómo han visto el juego y los equipos. No que griten todos encimándose y abrumen con palabras y teorías sofisticadas. O la nueva moda de las estadísticas, cada vez más profusas, algunas de las cuales son interesantes e ilustrativas, pero que no determinan todo: el análisis es información, pero también es observación. Un periodista puede tomar varios cursos de técnico, pero si no sabe ver el juego, no hará bien su trabajo. Y, además, su función no es ser entrenador sino periodista. Los cuatro pilares en que se basa el mensaje periodístico son informar, orientar, opinar y entretener. Es la consigna que debemos observar frente al juego.

El fútbol está demasiado analizado. Y a veces los periodistas y exjugadores saturamos al público con explicaciones que son más propias del ámbito del entrenador. Antes de un partido de Eliminatoria se discute durante días cuál debe ser el esquema de juego del equipo, se invierten horas y horas en diferenciar cómo sería el planteo con cuatro defensas en el fondo o con tres zagueros y dos laterales-volantes. Los peores casos de sobreanálisis son las previas, por ejemplo, cuando hay un clásico grande o una final y la cobertura comienza tres horas antes. Ahí los desmenuzamientos tácticos son insoportables, tediosos y largos. Sobre todo, porque el fútbol tiene un altísimo porcentaje de imponderable. Se hace toda una radiografía anticipada de lo que va a suceder y luego pasa que, al minuto de juego, un defensa comete un penal, se va expulsado y su equipo queda 1-0 abajo y con diez hombres. Todo eso que se pronosticó por espacio de dos horas tiene cero validez. Ya nada será como se dijo. Y afortunadamente es así: una enorme porción del encanto y la popularidad del fútbol se deben a su imprevisibilidad, a los batacazos que se dan.

Además, hay otro factor: el individual, el mental. “A veces es un estado de ánimo el que te permite hacer cosas que no creías”, confiesa Pablo Aimar. Esto puede incidir a favor o en contra y decidir un resultado, no el esquema táctico del 4-3-3 o el 3-5-2. De allí que tengan tanto éxito los entrenadores con sensibilidad para manejar la psicología del jugador, en lo que Jurgen Klopp es un “fenómeno”, por eso logra el máximo compromiso de sus jugadores. Es su gran virtud. No tiene esquemas revolucionarios, él pide intensidad y consigue entrega.

El fútbol no es tan difícil. Hay un cientificismo futbolero y una pseudointelectualidad del juego exageradas. No van con la esencia simple de este deporte, perteneciente no sólo al mundo de la competición sino también a la industria del entretenimiento. Debemos contar el fútbol como espectáculo, no dar talleres de dirección técnica, así como el crítico de cine no debe dar lecciones de actuación sino decirnos “Véanla, es un peliculón, Pálpito del escritor venezolano Leonardo Padrón, está fabulosa y el libreto es atrapante, encantador”. No quiero un tratado de cinematografía, soy un consumidor apenas.
Contar cómo ha sido el partido: atractivo, chato, parejo, si el resultado es justo, quién fue la figura, las incidencias resaltantes. No debe olvidarse que todos sabemos un poquito de esto, el plomero, el dentista, el vendedor, el taxista, todos tienen una noción más que básica del juego. Debemos narrar o analizar desde la emoción, la creatividad porque este juego es básicamente eso, emotividad, y también desde la actitud, dado que, en el 95% de los casos, los partidos se definen a favor de quien tuvo más intensidad, mayor agresividad y ambición, aparte de un mejor o peor planteo. Lo más hermoso de esta gran pasión es su sedimento emotivo, folclórico y anecdótico, no la subida por sorpresa de un marcador de punta.

Alcides Ghiggia contaba que, tras su celebérrimo gol a Brasil que significó el Maracanazo en 1950, el silencio de las 200.000 almas que atestaban el estadio era tan sepulcral que escuchó a alguien tosiendo en las tribunas y sintió el ruido de papeles que había arremolinado el viento. Eso importa, es lo que quiero que me cuenten. ¿A quién le interesa cuál fue el dibujo táctico de Uruguay…? El sistema empleado por Uruguay quedó definido a los cinco minutos cuando el Mono Gambetta trabó con todo contra un brasileño, ganó el duelo, pasó la pelota limpia a Obdulio Varela y gritó fuerte, para que lo escuchen compañeros y rivales: “Vamos, que estos no nos pueden ganar”. (Episodio contado por el arquero uruguayo Roque Gastón Máspoli). El carácter fue el que gestó esa epopeya, no las flechitas del pizarrón.

“Lo curioso es que los técnicos que comentan fútbol, como Peláez (Juan José), utilizan un lenguaje simple”, dice Gabriel Meluk, editor de Deportes de El Tiempo de Colombia. Rigurosamente cierto. Los entrenadores saben mil veces más que los periodistas y hablan un idioma más llano y entendible. Óscar Tabárez, durante dieciséis años al frente de la Selección Uruguaya, dio un magisterio en sus conferencias de prensa, siempre utilizando términos comprensibles para todos. ¡Qué pensarán Ricardo Gareca, Tite, Gustavo Alfaro, Marcelo Gallardo cuando leen o escuchan las complejas disertaciones tácticas de los periodistas y de los mismos exfutbolistas!
Tal vez debamos retroceder unos años y aplicar algo de la chispa, sencilles y simpleza de “Papaito” Candal o de “Mi deportivisimo amigo” Visconti y reubicarnos: somos comentaristas, comunicadores, periodistas… no directores técnicos.







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