Castro, paredes y matos
Historia 29/09/2019 05:00 am         


Por Jimeno José Hernández Droulers: Choque de fuerza, orgullo y poder.



Jimeno José Hernández Droulers

Entre el general Cipriano Castro y el general Antonio Paredes hubo siempre una mutua repulsión, acentuada por sus diferencias físicas y psicológicas, el primero era acomplejado por su figura diminuta y rechoncha, de una personalidad avasallante y poco culto; el segundo fornido y de estatura imponente, un hombre gallardo y educado.

Cuando estalló la Revolución Liberal Restauradora para derrocar el gobierno del general Ignacio Andrade, Paredes fungía como Jefe militar del Castillo de Puerto Cabello, la plaza más importante del país. Andrade se embarcó al exilio, dejando la Silla del Palacio de Gobierno vacía.

Antonio Paredes defendió la plaza de Puerto Cabello hasta que recibió una carta oficial del general Víctor Rodríguez. En esta se le notificaba que el nuevo Presidente de la República era Cipriano Castro y debía entregar la plaza.

La respuesta a la orden de Rodríguez no se hizo esperar: -Es usted un cobarde y un traidor, lo reto a que venga a darme esa orden en persona para ensartarlo en mi bayoneta.- 

Tuvo que entregarse alegando que únicamente cumplía su deber como defensor de la constitución y no tenía de que arrepentirse, pero fue detenido y trasladado a un calabozo del castillo de San Carlos de la Barra en el Lago de Maracaibo, donde permaneció tres años encerrado en una celda mugrienta.

En enero de 1903, tras ser liberado de su presidio con la condición que se fuera al destierro, Paredes se encontraba en la cercana isla de Curazao. Allí sostuvo una reunión con el banquero Manuel Antonio Matos, jefe de la fracasada Revolución Libertadora, con el fin de discutir futuros planes. El encuentro fue propuesto por el general Emilio Fernández, antiguo compañero de armas de Castro que abandonó su lado para juntar sus fuerzas con las del general Matos.

La reunión no obtuvo los resultados esperados, ya que las aspiraciones de mando del general Paredes chocaron con la jerarquía que ostentaba Matos, quien así lo relata en una carta de fecha 27 de Enero de aquel año dirigida al general Gregorio Cedeño.

Mi estimado amigo: Por indicación del general Emilio Fernández, convine en que éste le propusiera al general Antonio Paredes, que fuera al Táchira con un cargo militar que yo le daría para promover allí la guerra.

Al no aceptar este cargo, me expresó Paredes, que sólo aceptaría el nombramiento de Jefe Supremo del Ejército, quedándome yo en esta isla. Le contesté que no podía ofrecerle tan elevado cargo, porque sería faltar a mis deberes para con mis compañeros de Causa, que ya tenían servicios y sacrificios importantes en ella. Me replicó que le diera el nombramiento, que él respondía de lo demás. Le dije: “Yo no puedo hacer eso sin exponerme a desbaratar la Revolución. Siento mucho que se encarame usted tan arriba, porque yo no puedo seguirle hasta allá.

“No soy yo quien me encaramo, sino mis aptitudes; no es el primer caso en que un hombre joven tiene mando sobre otros mayores; pero ya que usted no tiene confianza en mí el porvenir dirá quien tiene razón. Adiós general.” Me replicó.

Así terminó esa conferencia, que relato en síntesis, ya el general Paredes rojo del despecho y yo impaciente e irritado por su pretensión injustificada.

Habiéndome expresado algunos amigos que se propone Paredes dirigirse a los principales revolucionarios, acusándome en términos violentos y ofensivos por ese grave delito, para su cerebro alucinado por pretensión desmedida, vengo a entrar a usted de esto y pedirle al propio tiempo, que al resolver Paredes dar ese paso necio e inconsulto de vanidad chasqueada, tenga usted a bien mandarme la carta que Paredes le dirija, y devolvérsela con esta nota al pie: “Se devuelve por indecorosa y por falta de respeto a nuestro Jefe Supremo de la Revolución Libertadora” (Aquí su firma).

Espero que procederá usted, así en defensa de mi nombre y prueba del aprecio y de la consideración con que me distingue.

Soy su amigo.

Manuel Antonio Matos
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El joven general Antonio Paredes, educado en la prestigiosa academia francesa de Saint-Cyr, institución militar cuyo lema: “Se instruyen para vencer” todavía puede leerse al tope de sus inmensas puertas de hierro, era sin duda el militar de mayor rango en su época por sus aptitudes, conocimientos y estudios.

Así lo entendía él, por eso su ambición de mando y el deseo de ser reconocido por estos en el campo de batalla lo llevaron a cometer dos errores, el primero fue enemistarse con el Presidente Cipriano Castro de entrada, el segundo buscarle pleito al poderoso banquero Manuel Antonio Matos.

En 1907 lideró su propia invasión por el Orinoco para derrocar a Castro, pero fue puesto preso. En el camino a ciudad Bolívar lo fusilaron, le cortaron la cabeza y arrojaron sus restos en el río.







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