El cura lancero
Historia 27/10/2019 05:00 am         


Monseñor Ramón Ignacio Méndez, tercer arzobispo de Caracas y de Venezuela fue un prócer singular de nuestra independencia…



Monseñor Ramón Ignacio Méndez, tercer arzobispo de Caracas y de Venezuela fue un prócer singular de nuestra independencia pues supo combinar sus tareas eclesiásticas en las que logró encumbrarse a las más altas posiciones dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica, con el compromiso militante y combatiente a favor de la libertad, tareas a las que se sumó desde los primeros movimientos emancipadores en abril de 1810.

Había nacido Monseñor Méndez en la capital de la provincia de Barinas en mayo de 1775, y desde muy joven sus padres se esmeraron en proporcionarle una formación, que sirviera de fundamento a su vocación sacerdotal, estudiando en el seminario Santa Rosa de Lima de Caracas, donde se doctoró en derecho civil y canónigo, siendo ordenado como pastor de la Iglesia. Cuando en 1810 se fraguan los primeros movimientos a favor de la ruptura con la Corona Española, Ramón Ignacio Méndez, pese a la oposición que mayoritariamente hace el Clero, se incorpora decididamente a la causa patriótica, con lo que dará inicio a una hoja destacada de servicios en el campo político y militar que se prolongarán durante toda la larga contienda independentista.

Ramón Ignacio Méndez, va a ser electo diputado por Guasdualito al Congreso constituyente de 1811 y las posiciones asumidas dentro del cuerpo deliberante delatarán una pasión y un amor por la libertad. De fuerte carácter y de un valor personal a toda prueba, el presbítero se encargará en más de una oportunidad de responder en el terreno de la contienda personal cualquier ofensa lo que le merecerá el respeto y hasta el temor de amigos y adversarios. En 1812 al liquidarse la primera República el cura barinés sale al destierro y reaparece meses más tarde como parte del ejército que organizado en la Nueva Granada a las órdenes de Simón Bolívar cumple la Campaña Admirable que lo proyecta desde el Táchira hasta Caracas.

Cuando de nuevo la naciente República se hunde ante las huestes sangrientas de Boves y Monteverde en 1814 el Padre Méndez huye a los llanos apureños y granadinos, y se incorpora como lancero en el Ejército que bajo las ordenes de José Antonio Páez mantiene viva en los confines de Venezuela la llama de la libertad que irá expandiéndose cuando Bolívar invade desde las Antillas y el General Manuel Piar logra liberar la estratégica zona de Guayana. Ferviente y apasionado bolivariano “El cura lancero” concurrirá al Congreso de Angostura de 1819 y más tarde al Congreso Constituyente de 1821 donde se materializa y cobra forma jurídica la idea integradora de la Gran Colombia.

En 1827 el congreso de la Gran Colombia a solicitud del Libertador Simón Bolívar, designa a Ramón Ignacio Méndez para ocupar la silla Arzobispal de Caracas, vacante desde cinco años antes, posición que ejerció a partir de mayo de 1829, en circunstancias polémicas y azarosas, pues siendo Monseñor Méndez apasionado partidario de la personalidad y el ideario de Bolívar, será testigo del movimiento secesionista que impulsado desde Caracas y Bogotá, se encargara de dar al traste con el proyecto de unidad de Colombia la Grande. En relación al papel y los servicios militares prestados a la Patria por este extraño portador del báculo pastoral y la Espada, Bolívar dirá: “… Es un valiente, con nosotros hizo la guerra en los Llanos y la Patria le debe grandes servicios...”

Cuando en septiembre de 1828 un grupo de facciosos atenta contra la vida de Bolívar, Ramón Ignacio Méndez le escribe sosteniendo: “…Hay muchos empeñados en tramar conspiraciones y en destruir la Patria; es preciso que haya muchos más dispuestos a salvar a la Patria y sostener el orden…”. Cuando in extremis el Libertador se ve obligado a declarar la dictadura para tratar de salvar el proyecto integracionista, Méndez lo respalda y en una pastoral de su autoría menciona: “…Afortunadamente existe en Colombia aquel hombre extraordinario por quien van los pueblos declarándose confiriéndole el mando supremo mientras cesan los privilegios que aseguran la destrucción de la República y lo vuelve a poner en marcha a su engrandecimiento, no vaciléis un momento en obedecer con sinceridad …”.


El Arzobispo de Caracas, asumirá conforme a sus convicciones y su carácter, una posición de clara oposición y beligerancia frente a la disolución de Colombia y la sanción de la Constitución de 1830 negándose a jurarla, lo que generó una fuerte reacción de su antiguo amigo y jefe militar en sus tiempos de lancero, el presidente José Antonio Páez, cuyo gobierno lo priva de su autoridad y jurisdicción eclesiástica, y ante la actitud desafiante del alto prelado lo expulsa del país, produciéndose en solidaridad con su persona la renuncia de los obispos de Mérida y Guayana lo que creó una auténtica crisis entre la Iglesia y el Estado.

El jefe del Estado intenta una reconciliación con los jerarcas de la Iglesia permitiendo el regreso del Arzobispo a Venezuela en mayo de 1832, pero el ambiente de conciliación duró poco y de nuevo se abrió la espita de la confrontación entre monseñor Méndez y las autoridades civiles a propósito de la ley de patronato eclesiástico, lo que dará lugar a una segunda expulsión de Venezuela en 1836, frente a sus posiciones principistas e indoblegables. Ramón Ignacio Méndez muere en Villeta, población cercana a Bogotá en agosto de 1839 y por petición expresa su corazón reposa en una cripta especial en la Iglesia de nuestra Señora del Pilar catedral de Barinas, su tierra natal, mientras sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional el 16 de diciembre de 1942 en reconocimiento a los altos servicios prestados a la Patria con la lanza y el evangelio.







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