Como en una pecera Quedarse en casa y después vivir
Identidad 22/03/2020 07:00 am         


Quedaron en el tintero, luego de que se anunciara la cuarentena, una serie de convocatorias, eventos, proyecciones de pelis, montajes teatrales, exposiciones y bautizos ...



En El Cafetal, municipio visto con lupa por el alto índice de habitantes de la llamada tercera edad desde la mañana del 18 de marzo, además de las guacharacas y las guacamayas, se oyen con una nitidez que desafía la distancia—no de un metro sino de kilómetros que median entre Caracas y Madrid—, los sonoros aplausos que cada noche a las 8 los españoles dedican desde todos sus ventanas al personal médico que atiende sin descanso en los centros de salud a los afectados por efectos del virus Covid19, por cierto el video es viral.


Representando el abrazo proscrito, las gentes buscan darse ánimos, el mejor antídoto,al momento, contra el coronavirus. Eros lidiando con Tanathos, también se viraliza ese otro del hombre que mudó su teclado a la terraza y desde un edificio cercano le ha respondido, en este concierto de altura, el que toca el saxofón. Y el del tenor que desde el balcón,que podría ser el palco de cualquier teatro y las cortinas, telón, canta ópera; ojalá hubiera réplica en el edificio Santillana de la caraqueña Avenida Libertador. Zaira Castro ¿dónde andas?


Expresiones de una necesidad colectiva de reencuentro, Caracas no podría presumir con escenas similares. No puede decirse que en nuestra encerrona que suma varios años no hemos armado jaleo, pero con cacerolas y viéndonos a medias, a través de celosías y rejas. De aplausos nada. El concierto patrio ha sido aturdida protesta contra el régimen y sus botas. Con lo relacionales que somos cabe suponer cuánto lamentamos nuestra fractura.


Hace harto tiempo la ciudad está enclaustrada.Escondida bajo la armadura —anti armas duras— de serpentinas, murallas infinitas, balcones ciegos. El hampa como dolor de cabeza, como realidad que quita el aliento, como enfermedad,ha sido más que una amenaza. Se extravió la postal de los vecinos en el jardín o viendo la vida pasar desde el ventanal; toda transparencia se clausuró así como el espacio público. ¿Qué pasó con Julieta y la eterna bicicleta? ¿Dónde está el hombre de siempre observando en camiseta?


La violencia que ha sido atacada con más terror, FAES mediante, arrinconó al valle que se atrincheró tras garitas;y la ciudad se guardó temblorosa bajo llave antes de la última campanada de las 7.Los colmillos del lobo y las farolas fallidas que se mantienen parpadeando, pero de día, se harían cargo de cancelar la urbe y,por si fuera poco, la noche. Alonso Moleiro, triste, decía en junio de 2019 que Caracas había muerto. El caraqueño disconforme intentaría negarlo. Caracas persiste, dirían a coro oenegés y colectivos buenos. Ilumina, un proyecto urbano liderado por Ciudad Laboratorio,que equivale a tener la semilla de la Luna en la mano, salió a la palestra. Empezó la noche a balbucear con buen pie. Pero ha tenido que volver a la caja fuerte. Llegó la pandemia.


Quedaron en el tintero, luego de que se anunciara la cuarentena una serie de convocatorias, eventos, proyecciones de pelis, montajes teatrales. La exposición urbana y filosófica en los Secaderos sobre el barrio La Palomera. El bautizo del libro Qué sucede en Venezuela. Las inauguraciones Trazos en movimiento, en la Sala TAC y La forma elusiva en el Espacio Mercantil. Las tertulias y charlas de la exposición Traslaciones, la del Ají en Fundación Herrera Luque, la que tenía lugar en Galería Zero a propósito de la exposición de Jorge Pizzani y la de La persistencia de la imagen en GBGArt. Sí, y la copa de Futbol de Europa y el Festival Eurovisión y están en veremos las olimpíadas de Japón. También quedarían en veremos los eventos de calle, porque las reuniones pueden derivar en formas de contagio. Prosigue pues la plaza desolada. Queda postergado el intento de volver a comer en un local que esté abierto sin importar que nos den las 12 y la 1 y las dos y las tres. La reanimación de la vida nocturna que hace sustentable a la ciudad.


Más Noche es el programa que queda para después. Serían, o serán,cuatro sábados seguidos de reencuentro hasta las tantas en Bello Campo, La Carlota, Los Chaguaramos y Colinas de Bello Monte. Cheo Carvajal y CiudLab tienen organizada las agendas. Poesía, charlas, conciertos y las mejores empanadas en el Barrio La Cruz involucrado a la fiesta urbana. Inclúyanse partidas de dominó en la rambla de La Carlota a donde irán a retar los que juegan en Bello Campo. Es una contrariedad esta postergación. Y claro esta gripe que se supone que no es gran cosota pero es contumaz, se aferra, puede comprometerte el respirar.Sí, Más Noche era un respiro.


La verdad es que la ciudad, las ciudades, según se avizora, y la forma de vivir en ellas, podría cambiar una vez venzamos este padecimiento que nos separa y asimismo nos hace más solidarios. Que pone en evidencia las herramientas de cada sociedad y sus carencias; en lo que a nosotros respecta, en crisis sanitaria años ha, estará agotado José Gregorio Hernández. El planeta con tapabocas y guantes, y temiendo todos escasez de medicinas y alimentos, nuestra capacidad de respuesta ante contingencias queda al desnudo. Los más solidarios,los más evasivos, los más preparados se exponen al trasluz.


En España los dueños de bares clausurados regalan su cerveza en el barrio, ya que no podrán venderlas, y la gente agradece puertas adentro. Bélgica dona mascarillas a Italia y España donde se han agotado. Francia moviliza en aeroambulancias de un hospital a otro a los que llegan a un centro y lo encuentran hasta los topes. México impertérrita, no prohíbe a la gente seguir bañándose en el mar. Reino Unido, creyendo que vencerían desde el coraje y los propios anticuerpos, y que no pararse evitaría la ruina que vendrá, no aguantaron la andanada y recularon. A Angela Merkel le cuesta prohibir la libre circulación porque le recuerda el horror de la Alemania comunista donde deambular era prohibido.


Increíble que unos estornudos dirigidos con precisión de misil hayan puesto al mundo patas arriba. Con capacidad de reproducción a la ene, lo ha paralizado. Cosita ínfima que se instala en las superficies, pieles, telas, asfalto, grifos, mucosas, bolsas plásticas y en los mismos tapabocas ha conseguido asimismo lo que ningún discurso —jarabe de lengua—, ideología, pensamiento sensato, dogma, religión, grupo ecológico, gobierno, oenegé, organización mundial, líder o fanático:la revisión de qué estamos haciendo a esta hora como humanidad y bajar, al cabo de unas horas, en más de 50 por ciento la contaminación en los cielos de China y España. Se toma como el virus mortal que nos enseña a vivir. Y el que trae noticias verdes protagonizadas por la naturaleza que se defiende de la especie más inaudita.


No-se-sabe-cuántos-casos en el país, 33 o 900, las medidas tomadas intentan contener lo que se propaga con tos seca. Vaya momento. Pausa en la que aquí tenemos rato, desde que el régimen llegó y mandó a parar, la precariedad sanitaria, entre otras, espeluzna. En España aprobaron doscientos mil millones de euros para que las empresas se sostengan y no haya despidos, aquí los enemigos del capitalismo pidieron un préstamo al Fondo Monetario Internacional que no es beneficencia —y presta pidiendo reembolsos y cambios de política que estos no harán— y se los negó.



Movida de pisoque evidencia los contrastes, la epidemia tan plural y democrática que ataca sin distingos y no discrimina —la padece el anciano, el ecuatoriano, el futbolista que gana millones y el monarca Alberto de Montecarlo, autentica corona virus la suya—,también muestra lo resbaladizo que son no solo los preceptos sino la relatividad, ay Einstein, de creencias fundamentales; el tiempo y el espacio. Tan rápido se propaga el Covid19, qué fronteras ni qué ocho cuartos, y tan lejos que está China de donde salió —y ya no contabilizan nuevos contagiados—; tan difícil ver al vecino tras su muro y tan factible asombrarse con un video casi en tiempo real, como el del enmascarado que completa una rutina de ejercicios de yoga allá abajo en la calle y desde las terrazas los asomados siguen la coreografía de la calma.


No se sabe si el performance dura dos o alcanza imposibles 10 minutos —la imagen no dice nunca más que mil palabras—; lo que sí queda claro es que la ciudad como organismo vivo se cuela tenaz por entre sus propios intersticios mientras el virus hace otro tanto y topa con una realidad: que no todas las urbes son iguales. En Caracassu llegada nos pilla tan carentes como cebados —el que ha sido picado de culebra cuando ve bejuco brinca— y conscientes de que el riesgo es alto. Si hace apenas 48 horas una señora en la cola del mercado le decía a otra que era faramallera por llevar mascarilla, hoy todos se cosen una. Si se creía que era exageración y un gol para el gobierno que nos mantengamos quietos, ahora el temor es el futuro inmediato.
Todo por cuentagotas, hasta la posibilidad cantar dale más gasolina, Caracas, que inicia su tos, se las amaña en hospitales y clínicas sin contar mucho con nadie.Sin agua y con la obligación de lavarse las manos, hay que juntarlas para rezar. Ay 2020, que pasar por este puente nos acerque a un cambio y sea en paz.






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