José Gregorio Hernández, cada vez más santo
Identidad 04/05/2020 07:00 am         


El médico milagroso perderá el sombrero



A punto de ser beato, falta menos para que el sanador, amado años ha en los altares domésticos, esté en los eclesiásticos.


El 10 de marzo de 2017, como en otras tantas ocasiones, Yaxury Solórzano va de parrillera, maneja su papá. Entonces el hampa que acecha de noche y de día intenta cercarlos para robarse la moto. Una bala debía servir para detener en seco al conductor que no entrega el botín a las primeras de cambio. La bala va directo a la nuca de ella, le traspasa el cráneo y se aloja en los tejidos blandos donde se producen los pensamientos y los sueños. Hay que acelerar. Huir de la escena y llevarla cuanto antes a un hospital. Desgonzada, grave, tras tanta pérdida de sangre, su condición es de pronóstico reservado.


Un periplo de cuatro horas que incluye viajar por carretera y atravesar ríos con chalanas transcurre la familia antes de llegar, desde Guárico, donde ocurrió la tragedia, hasta Apure, donde por fin es atendida contrarreloj la niña que ahora está en sus 13. No aconsejan los doctores hacerse ninguna expectativa, pero la madre diferencia expectativa de esperanza. No deja de rezar. Encomienda la vida en peligro de su hija a José Gregorio Hernández, el médico que sigue sanando a los enfermos en la fe de los venezolanos y más allá; fieles que creen, y mucho, que si fue asertivo en vida, más ahora que está en los cielos.


El trujillano de sombrero y traje negros murió hace 101 años, de manera abrupta. Un carro lo entrompa cuando él, un amado, se baja del tranvía en la esquina de Amadores. Caer de espaldas sobre la dureza del asfalto lo remata. El impacto con el brocal le dañó sin remedio su cabeza, esa que contenía en abundancia conocimientos científicos, imaginación para inventar yerudiciones en distintas disciplinas: química, física. Médico de cabecera que ejercía de puerta en puerta por San Juan y la Pastora, que había fundado en la Central XX y tenía posgrados y sabidurías, nunca nadie se hizo aquí a la idea de su ausencia; la pérdida no sería tal, él parece dar evidencias de que no ha dejado de ejercer.


Los rezos por la vida de Yaxury habrían sido escuchados. José Gregorio dejaría pistas que intrigarían a los médicos. Primero observarán alrededor del orificio que abre el proyectil al alcanzarla para incrustársele una figura que evoca al médico de los pobres. Segundo, Yaxury empieza a responder con asombrosa prontitud—inusitada, inédita—a los cuidados intensivos, luego de la intervención quirúrgica, más bien intervención divina. En efecto, contra todo pronóstico, sana por completo. Es decir, no hay secuela que entorpezca su andar, su hablar, su vida. La única secuela es que a los ojos asombrosos de médicos y todos es prueba viva de un milagro. Uno cuyo eco en el Vaticano encumbra más a José Gregorio Hernández.


Con José Gregorio Hernández ha ocurrido que la fe del pueblo en su generoso obrar ha ido a la vanguardia del reconocimiento oficial de su condición prodigiosa. En la convicción de sus paisanos es santo mucho antes de que la iglesia iniciara el proceso de canonización, no necesitan los creyentes de más pruebas. Igual tercas comisiones no han cejado en su tarea de compilar los datos y circunstancias que rodean las curaciones inexplicables e imposibles de explicar científicamente, y poco a poco el reconocido neurocirujano de doctorados y títulos se ha convertido enimán de debates en su carrera a la santidad.


Primero considerado siervo de Dios por los jerarcas de la iglesia, luego remontó al estatus de venerable, y ahora en su ascenso a los altares acaba de acceder a la condición de beato. Con él están dos piadosas venezolanas María Candelaria de San José y Carmen Rendiles. Esta actuación, pues, es el tiquete al nuevo peldaño. “No, la verdad es que no se encuentra su imagen en las iglesias, tal vez una fotografía o una figurita en algún rincón discreto”, dice Armelim De Sousa, párroco de Santa Teresa y vicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Caracas, labor que junta el trabajo de evangelización, ideas y calle, al estilo de Jesús el Buen Pastor. Por ahora. En cuanto a los altares domésticos, es desde siempre primordial protagonista desde que dejó este mundo el 24 de junio de 1919. “Los venezolanos somos así”, sonríe De Sousa, “la gente lo dice que es nuestro santo hace tiempo”.


Las campanas doblaron en la iglesia de La Candelaria donde reposan sus restos cuando se dio a conocer la noticia. Luego que la comisión de científicos del Vaticano concedió que no hay explicación médica alguna que explique cómo pudo sanar Yaxury, pasó el caso a la comisión teológica, no menos rigurosa. Por unanimidad los participantes convinieron en que detrás de este episodio no puede sino estar la mano de Dios a través de José Gregorio Hernández, el que fue invocado. Que sólo fuerzas sobrenaturales podrían haber conseguido que ocurriera lo que ocurrió.


“La iglesia está contenta, y sin duda la iglesia venezolana, es un momento oportuno para el país esta buena nueva que nos llena de esperanza”, asegura monseñor Tulio Ramírez, arzobispo auxiliar de Caracas.Que da por cierto que este pausado pero seguro andar de José Gregorio Hernández por la vía de los milagros lo llevará a la canonización. Proceso que ha sido una suerte de puja librada a los ojos atentos de todos, consiente Armelím de Sousa. “Como José Gregorio es tan querido, hemos estado atentos a cada paso cosa que no ocurre con otros hombre de bien que también son propuestos en distintas ciudades y países para ser nombrados santos, hay discreción pero no es el caso, y tal vez por eso hay quien cree que la Iglesia no hace, no se apura con José Gregorio… es porque tenemos ansias de su santidad”.


Ya pasó los filtros más constreñidos y difíciles, las comisiones de obispos y cardenales. Falta la santa palabra del papa Francisco. “Claro que será maravilloso tenerlo como beato”. Y más aún cuando, vuelta al repaso de su historia prodigiosa, y luego de pasar de nuevo por los implacables cedazos que faltan, por la observación con lupa —o con el microscopio que el doctor Hernández trajo a Venezuela—lo lleven a la santidad. Entonces tendrá el santo de Candelaria un día en el calendario, cerca tal vez a su onomástico, ya se verá. El Papa dirá.


—¿Y con la aureola perderá el sombrero?


—Esperemos que no, es su distintivo.


“Tengamos fe”, aconseja Armelím De Sousa, querido expresbítero de Petare y El Cafetal. “Los milagros existen”. Que su palabra —que vale para este caso y todo lo demás tan cuesta arriba— vaya adelante.

—FNL







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