Cine y Periodismo van de la mano
Identidad 27/06/2020 08:00 am         


Este 27 de junio es el Día del Periodista, motivo más que oportuno para hablar de “Las cien mejores películas sobre periodismo”, un libro de reciente publicación y necesaria consulta



Por Aquilino José Mata


Con motivo de cumplirse este 27 de junio el Día del Periodista, creo oportuno comentar un libro de consulta obligada que hace poco llegó a mis manos, escrito por el periodista y filólogo español David Felipe Arranz, quien bajo el título de Las cien mejores películas sobre periodismo (editorial Cacitel) reunió un centenar de filmes sobre el quehacer informativo, en el cual asegura -no sin razón- que el cine ha sido uno de los grandes aliados de nuestra profesión y que la gran mayoría de estas producciones se basan en hechos reales.

El ensayo recoge títulos que ensalzan paradigmas periodísticos, como El cuarto poder (1952), de Richard Brooks; Todos los hombres del presidente (1976), de Alan J. Pakula, y El año que vivimos en peligro (1983), de Peter Weir, así como otros que critican la mala praxis de la prensa sensacionalista, como la mítica Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles; El gran carnaval (1951), de Billy Wilder y Nightcrawler (2014), de Dan Gilroy, sin pasar por alto a periodistas como Edward R. Murrow, Mike Wallace, David Frost, John Reed, Bob Woodward, Carl Bernstein, Hunter S. Thompson, Veronica Guerin y Judith Miller, quienes a través de sus odiseas personales han inspirado grandes títulos cinematográficos enmarcados en lo que su autor considera un subgénero.

Además, el también profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid, analiza los hitos de la profesión en cada película, como el caso de la editora de The Washington Post, Kay Graham, enfrentada al presidente Lyndon B. Johnson por la guerra de Vietnam en Los archivos del pentágono (2017), de Steven Spielberg; los avances laborales conseguidos por la periodista Adela Rogers St. Johns en La que apostó su amor (1935), donde es interpretada por Bette Davis con el nombre de Ellen Garfield; algunas luchas titánicas contra las élites del poder, como la mantenida por el programa 60 minutos, de Mike Wallace y Lowell Bergman, emitido en la CBS, contra la tabacalera Brown & Williamson y filmada por Michael Mann en El dilema (1999); y contra la xenofobia y el Apartheid, como Grita libertad (1987), de Richard Attenborough, que recoge la historia real del periodista Donald Woods, quien tuvo que escapar de Suráfrica disfrazado de sacerdote anglicano, en la fiesta de Año Nuevo de 1977.

Editado con los carteles de las 100 películas seleccionadas, la mayoría de ellas norteamericanas; con otras tantas fichas y textos que revelan un saber erudito y una facilidad para la divulgación sobre el tema, el libro de Arranz se convierte en una obra de consulta más allá de los datos planos y sin brillo de wikipedia o de enciclopedias de escuetos y superficiales datos. Es decir, que tienen el sello de un cinéfilo empedernido y un periodista apasionado.

No resulta nada casual que la enorme oleada conservadora en Estados Unidos haya sido contestada desde las pantallas en los últimos años con películas como Los archivos del Pentágono (Steven Spielberg, 2017) o Spotlight (Tom McCarthy, 2015), que denuncian los abusos y las mentiras de los poderosos en la era de Donald Trump. El propio Spielberg ha señalado que la libertad de expresión está hoy al borde del abismo y que la trama de su filme, ambientado en los años setenta y con Richard Nixon en la presidencia, guarda muchísimas similitudes con el autoritarismo de Trump.

Lo mismo podría decirse de la oscarizada Spotlight, un magnífico canto a la independencia de un periodismo de investigación que destapó los casos de pederastia en la Iglesia católica, primero en Boston y más tarde en todo el mundo. Ambos filmes están incluidos en el libro de forma muy destacada. Arranz opina que las películas de este género plasman historias de lucha contra el poder, de amor por la verdad y de profesionales traicionados por sus editores.

El cine y el periodismo, según Arranz, comparten muchos puntos en común, entre ellos la habilidad para construir un relato, el proceso de investigación de una buena historia de vida, la arquitectura de los personajes, etc. Ni los más sesudos estudios de medios han entendido tan bien al quehacer informativo como Billy Wilder, Richard Brooks o Sam Fuller, entre otras cosas porque ellos también fueron periodistas. Esta percepción está cabalmente reflejada en este libro, formidable e imprescindible.










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