La victoria, como la vida, es femenina
Identidad 14/03/2019 03:38 pm         


El día de la mujer —¿por qué un día?— convocó la lucha, la resistencia, la paz, la democracia, en la ciudad, en la plaza. Todo femenino como la esperanza



Que vivan las diferencias, las de este mundo multicultural, las de cada contexto histórico o geográfico, las de pensamiento —pensamiento, no maneras de dominación que cuando se extreman terminan siendo exactas—, las de género. Abajo las injusticias que se deriven de ellas. Un color de piel no puede ser óbice o trastorno de nada ni para nadie bajo ningún concepto; tampoco tener fe en un dios encarnado o no, haber nacido en Perijá, Ruanda, Galicia o la ex Conchinchina, o ser hombre o ser mujer.

Pero como si la entomología fuera aplicable a la raza humana (no hay razas, es una), y precisáramos de sus rótulos como argumentos para comprendernos, hemos vergonzosamente sido crueles recreando categorías infames, y hemos usado pinzas para escoger entre nosotros mismos a los que pueden entrar al restaurante y usar los asientos delanteros o traseros del autobús; hemos levantado muros para contener a los propios o repeler a los extraños; o mutilamos el clítoris de tres millones de niñas cada año.La mujer no es minoría —democracia no es el triunfo de las mayorías sino el respeto a las minorías—, pero está en la lista lamentable de aquellos que boquean buscando respirar en la superficie excluyente.

¿Por qué en el mundo solo diez mujeres encarnan el poder en sus naciones? ¿Por qué ocupan los escaños de los parlamentos del planeta apenas 25 por ciento de las féminas? ¿Por qué las diez mejores jugadoras de fútbol entre todas no ganan al año lo que Messi en una semana (un millón ochocientos mil dólares)?

La doble explotación femenina, concepto bandera que defendieran los progresistas del mundo, sería olvidado por el régimen que nos maltrata cuando un día—y un día no basta, aunque se trate del 8 de marzo—se definió revolucionario y de una mandón. En materia de reivindicaciones dejó fuera del debate esta y tantas nociones, al punto de reducir el discurso a favor al mero camuflaje de la neolengua y la pos verdad, y puso las redenciones feministas en los hombros exclusivos de la letra A. 

Así, el líder que inaugura el régimen veinteañero advertirá frente a las cámaras que pronto le dará lo suyo a la primera combatiente—¿a qué se referiría el golpista?— y le sugerirá a su sucesor a dedo, a Maduro delante de Flores, que debería hacerle el favor a Condolezza. Es el mismo que diría como si tal cosa miembros y miembras. No sorprendería que anunciaran la importación de granadas y granados, la obligación de poner rodilla y rodillo en tierra, la reactivación de puertos y puertas, o el libre comercio de papas y papos.

Esto no es todo: la discriminación es global. En India se violan cien mujeres por día (cien que hacen la denuncia), y es cosa cotidiana que en el transporte público un hombre, si es que eso es serlo, se recueste de ti y te roce sin pudor durante el trayecto. La violencia de género es un crimen que pese a su recurrencia no es considerado como tal en las constituciones universales. En España, donde cada tres por dos un tipo mata a su mujer o una pandilla abusa de una chica porque la sonrisa correspondida es un “sí” y el “no”gritado de ella se interpreta como el mismo “sí”, el partido VOX cree que la violencia es una y ya, desconociendo el machismo como una tragedia tan singular como generalizada.

Cubiertas de pies a cabeza, solo dos agujeros en el sayo frente a los ojos abismados para poder ver el afuera, las mujeres árabes permanecen enjauladas dentro del negro que las oculta, estigmatizadas como la carne tentadora que hay que evitar. Son pecado. ¿No se les ha ocurrido a los paisanos blindarse más bien sus inquietas partes si es que son incontrolables?
Según la ciencia, las mujeres tienen más conexiones neuronales enlazando ambos hemisferios cerebrales,circunstancia que permitiría equilibrarlo racional e intuitivo, lo lógico y lo emocional y lo perceptivo: una forma acaso más compleja y sin duda integrada de inteligencia. Pero ¿qué ha sucedido para que sean ninguneadas como ciudadana, como seres? ¿La leyenda de que fue creada de la costilla del hombre la supedita a él porque tal suerte evidencia dependencia? ¿Y el hombre no viene del vientre de ella? ¿Y si de veras fuera la mujer el sexo débil habría por eso que atropellarla? ¿La fuerza tiene que ver con los tríceps o con la conducta de detricerraptorde algunos? ¿Porqué carrizo ha tenido que sufrir tanto para ganarse ¡el derecho a votar!? En Inglaterra las mujeres comenzarían a votar en 1915, en Estados Unidos en 1920, en Venezuela, desde el 27 de octubre de 1946, y en Arabia Saudita ¡en 2015!

Venezuela, vale decir, ha dado pinitos en rolde pionera en la región en materia de derechos; pese a la abundancia de maltrato y discriminación, el código civil que pulsó Mercedes Pulido de Briceño fue un acontecimiento. En el país donde la mujer se agremió en sindicatos y fue luchadora política, se hizo profesional y contrarió a los pacatos, Ismenia de Villalba fue candidata presidencial antes que Hillary Clinton en Estados Unidos, donde cada fémina ahora mismo aprovecha cada ocasión, cada palestra—la entrega del Oscar, una entrevista—para reclamar sus derechos y denunciar injustas desigualdades laborales, gremiales, personales. En la tierra de Luisa Cáceres de Arismendi, LyaImber de Coronil o Teresa Carreño, ejemplos de temple y autonomía de vuelo, una parió en la cárcel sin entregar a su marido guerrero, la otra fue la primera médico, la otra viajó y amó a sus maridos ninguno con su genio —y el machista de Liszt le diría a modo de bendición: “Eres uno de los nuestros”—, toca, como en todo el planeta, desmontar el andamiaje de la supuesta superioridad. Reacomodar el lenguaje que se suma a la ofensiva reducción: hombre público, político, mujer pública, puta. 

Cuando Zoliamérica—nótese el nombre—, la hijastra de Daniel Ortega, dijo que su padrastro, el presidente de Nicaragua, había abusado de ella durante años, no consiguió solidaridad ni de su madre —¿por qué Ortega no permitiría que se probara con una investigación su inocencia?—; la única respuesta fue la prohibición expresa de tocar el asunto. Chito. Mujeres al borde de un ataque de nervios, mujeres heridas maltratadas malqueridas, mujeres que manipulan y ventilan los trapos sucios —el vestido azul de Monica Lewinsky—, mujeres que en los sesenta promovían la idea de que amamantar debería ser un derecho de cada quien, no un hecho natural y sano —el drama es caldo de cultivo para confusiones—, lo que sí es cierto es que la mujer se envalentona en todos lados, se desembaraza de la etiqueta de víctima y lucha con zapatillas o tacones por integrarse en igualdad de condiciones a la sociedad que forja. Que pare.

Mientras en la costa oeste colombiana, en El Chicó, las mujeres convierten una zona mágica de mar y selva en una suerte de bendición para albergar a quienes quieran hacer turismo para el alma, y la ocurrencia las empodera y saca al pueblo de la baja estima añosa y colonial, y reivindica el paisaje exultante en posibilidad tanto para la aventura como para el remanso, el líder opositor Juan Guaidó se reunía con las mujeres caraqueñas el viernes 8 —Me llamo Venezuela—para hablar del mejor futuro y de la paz, de la vida y demás maravillas femeninas: la plaza, la ciudad, la democracia, la Venezuela posible. Lo hacía en una Caracas apagada por negligencia, corrupción y mala intención luego de años con las bombillas del alumbrado público permanentemente encendidas, de día y de noche, las que subsistían.

Tiempos literales de oscurantismo, las que dan a luz se comprometieron a no dejarse opacar. A deslastrarse del cada vez más incómodo corsé de subordinadas. Más que promesa, proyección, necesidad, destino, quedó claro lo que viene: la victoria. La mejor opción femenina.





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