A dólar el minuto y sin taxímetro
Identidad 01/11/2020 08:00 am         


La escasez de gasolina que ya se considera de la vida cotidiana tiene varias facetas.



Por Gustavo Oliveros


“A dólar el minuto y sin taxímetro” fue la última frase jocosa del conductor al dejarnos en nuestro destino, luego de varias cuadras de recorrido por las calles de una capital abarrotada de automóviles que serpentean las estaciones de gasolina. Hemos contado entre cien y ciento cincuenta vehículos haciendo fila desde tempranas horas de la madrugada. Un contraste surrealista frente a las estaciones cuyo combustible es cancelado a precios internacionales. “Nos vio cara de ricos”, comentó mi camarógrafo luego de cancelar la tarifa y agradecerle el favor de trasladarnos en su vehículo. Un animal prehistórico que parecía caerse a pedazos en la medida en que aceleraba para ganar tiempo, pues el último dígito de su placa le permitiría llenar el tanque este día, acorde a lo decretado por el gobierno en los casos de combustible subsidiado.

La mañana lucía productiva y teníamos como pauta grabar algunos lugares de la ciudad en donde la gasolina se vende a precios internacionales, haciendo la respectiva comparación con las zonas en donde el mismo octanaje se cotiza aprecios más baratos que el estipulado para una botella de agua mineral. Al enterarnos del propósito de su premura, iniciamos una conversación que grabamos a sus expensas: El hombre nos cobraba 15 dólares puesto que diez litros de gasolina le costaban cinco verdes de la divisa extranjera. Esto apenas le alcanzaba para unas tres carreras largas, eso si la suerte le favorecía. La nuestra fue muy corta y más que suerte fue todo un milagro para él, porque ya no tendría que hacer una cola de 24 horas por esta semana, y llenará el tanque en la misma zona donde nos deja a buen resguardo: “aquí no llenan los pobres”.

El Estado venezolano, a través de Petróleos de Venezuela (PDVSA), mantiene el control de unas 2.000 gasolineras en todo el país, 30% de ellas, es decir unas 600, deberían vender el solicitado combustible a precios internacionales lo que significa que unos 30 litros costarían el precio de nuestra carrera. Las otras 1.400 estaciones cobran a precios subsidiados y esto reduce el pago a unos 360 mil bolívares por cada tanque a su máxima capacidad. Casi tres cuartos de dólar según la cotización (la cual varía al alza), para el momento en que escribimos esta crónica. No es de extrañar entonces las inmensas filas que se forman en las principales ciudades del país, cuando el salario que devenga cualquier profesional no supera los 4$ mensuales.

La cuenta no es complicada a primera vista si promediamos que de los 150 vehículos diarios que buscan el líquido subsidiado, hay otros 60 automóviles agregados que la pagan a precios internacionales en cada una de estas 600 estaciones privilegiadas. Bajo esta premisa dicha operación aporta unos 1.125 “verdes” por cada estación de gasolina, lo que les garantiza un ingreso diario de unos 675.000 dólares, cifra que multiplicada por treinta días al mes estaría generando 20.250.000 billetes de la moneda norteamericana. Una cantidad nada desestimable que se embolsa el propietario de dichas estaciones que no es otro que el Estado mismo: omnisciente, omnipresente y todopoderoso. Al abandono quedaron los anteriores concesionarios luego de un par de meses de luna de miel con el gobierno, ignorantes del divorcio que se estaba cocinando entre bastidores.

Este cálculo supino le estaría otorgando a Petróleos de Venezuela SA, una ganancia de un poco más de 243 millones de dólares al año, dinero que pareciera evaporarse ante la imposibilidad de la refinería de Cardón de producir el preciado líquido. Una instalación que suele reabrirse uno que otro día anunciando la producción de miles de litros de gasolina diaria para, 24 horas después, volver a paralizarse por semanas bajo las más insólitas excusas. En esta ocasión, entre el 19 y el 20 de octubre, se trató de “un apagón provocado por una tormenta eléctrica que generó la detención del reformador”, según el dictamen del dirigente sindical Iván Freites. Hombre de oposición quien pareciera burlarse de respuestas anteriores sobre iguanas, cachicamos y uno que otro roedor que en tiempos del ministro Jessy Chacón, perturbaban el buen suministro de la energía eléctrica en todo el territorio nacional, al comerse los cables de alta tensión. Ya en anteriores ocasiones, tras el incendio en la refinería de Amuay, Freites había desmentido las versiones del gobierno sobre sabotajes, al aclarar que todas las refinerías en el país padecían de abandono por la falta de mantenimiento o se encontraban en terapia intensiva a la espera de su inexorable fallecimiento. Nadie invierte en ellas y el supuesto apagón de esta semana se sumaba a las tantas excusas que lleva a opositores a pensar que la corrupción en el país carece de linderos. Unas vetas se cierran y otras se abren ante la mirada perpleja de los más pobres, cuya miopía no les permite ver más allá del hecho de sobrevivir frente a tanta desdicha.

El caso es que, en medio de toda la miseria que lo rodea, el venezolano pareciera estar pescando constantemente en río revuelto. “Aquí todo el mundo tiene dólares, pero no sé de dónde los sacan”, fue otra de las tantas afirmaciones que el taxista nos hizo durante el corto trayecto. “Con ustedes ya hoy tengo para el mercado de la semana, más tarde daré unas vueltas a ver quién más cae”. Viendo como se alejaba contaminando la zona con un humo espeso y azulado que salía del tubo de escape, mi camarógrafo y este servidor, indefensos ante sus alegatos, sentíamos el ardor del anzuelo clavado en el paladar como garfio de pirata en cofre de alhajas.







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