Entre el cuerpo y la mente
Identidad 08/11/2020 07:00 am         


No son los poetas, ni las mujeres los más favorecidos con el Premio Nobel de Literatura.



Por Inés Muñoz Aguirre

Ese premio que a veces nos sorprende como cuando rompió los esquemas y decidió reconocer la carrera de un cantante, ahora con Louise Gluck, la nueva ganadora, todo ha cambiado


Un premio que se suspendió tras un escándalo sexual, pero que sin duda es un premio sólido porque ha sido entregado 113 veces. No pueden ser los deslices lo que prevalezca, como tratan de tejer en las redes sociales los que disintiendo por disentir, creen que se han ganado el mundo. Es un premio que al momento de ser otorgado convierte a quien lo recibe en el protagonista del momento y en casos como el de Louise Gluck nos permite leer poesía en voz alta.

“Una tenue luz despunta sobre la bien trazada pradera,
detrás de la cama. Él la coge en brazos.
Quiere decirle: Te quiero, nada puede dañarte
pero cree que es mentira, y al final le dice
estás muerta, nada puede dañarte,
lo cual se le antoja
un inicio más prometedor, más verdadero.


Versos como estos permiten que Louise Gluck reúna en un mismo espacio, la pintura de labios que no usa y la palabra en síntesis. Un mismo espacio que no es otra cosa que el papel blanco sobre el que sangran sus heridas, la madre dominante, los desamores, las soledades, las ausencias y sobre todo las pérdidas. De lo que dice se puede inferir que lo que fluye en apenas mes y medio que es el máximo tiempo que confiesa haberle dedicado a unos cuantos de sus libros, es el desahogo de un alma herida que buscó tanto la venganza en la escritura que terminó haciendo víctima a su propio cuerpo.

Los cuerpos sometidos a los vendavales emocionales, terminan por enfermar y su angustia que superaba con creces cualquier acoso escolar que recuerde, la condujo a la Anorexia, una enfermedad en la que el cuerpo se deshace en la pérdida del peso, tal fue su entrega al delirio corporal que incluso llegó a perder un año escolar.

En la historia del premio Louise Gluck llega de cuarta en una misma década, quizá el periodo en el que más se ha reconocido la literatura escrita por mujeres, en este caso para una profesora de inglés de la Universidad de Yale, pareciera que le da lo mismo la posición en que se encuentre. Ya eso la distingue, sencilla, sin poses, no respondió a la pregunta que le formulara un periodista sobre la experiencia vital y la escritura, porque le parecía muy temprano para pensar en ello.

La respuesta honesta a las siete de la mañana dejó al desnudo a esta mujer de pelo plata nacida en Nueva York, y que hoy cuenta con 77 años. Quizá no sea casualidad la conjunción de estos tres sietes, considerando que simbólicamente este número representa: el intelecto, el pensamiento, el análisis psíquico, el idealismo y la sabiduría. También de sabia es su respuesta ante el hecho de que lo que más le preocupa en la actualidad es perder a sus amigos y su estilo de vida. La cotidianidad.

Esta nieta de judíos húngaros emigrados a Estados Unidos, la que siempre supo que quería escribir, la que encuadernaba sus primeros libros con la minuciosidad que solo alcanza el que está en indagación permanente de su vida interior, inició el transito requerido para lo que es hoy, subió de uno en uno los escalones necesarios. En ese transitar recibió el premio Pulitzer de poesía en 1993 con el libro El iris salvaje, el National Book Award en 2014 con el libro: Faithful and virtuous night y en 2016 recibió en su país de manos del presidente Obama: la Medalla Nacional de Humanidades, y además fue galardonada en Estocolmo con el Premio Tranströmer.

Después de eso no había otro camino, compitió por este premio con Haruki Murakami, Margaret Atwood, Anne Carso, Annie Ernaux, Don De Lillo, Cormac McCarthy, Edna O, Brien, Marilynne Robinson y el español Javier Marías.

Ataviada de negro, con un chandal dirian los españoles, y mascarilla en el mismo tono, le toca esperar una premiación que se verá privada por primera vez desde 1944 de una ceremonia presencial de entrega de premios debido al Coronavirus.

Sus doce poemarios son el testimonio de su obra, entre ellos los que se han traducido al español: El iris salvaje, Ararat, Poesía selecta, Las siete edades, Averno y Vita Nova. Su ensayo Pruebas y teorías le permite confesar que la experiencia fundamental de alguien que escribe es “la impotencia”. Finalmente parece estar ejecutando desde su tranquilidad la venganza que siempre imaginó: demostrar lo valioso de existir. Afuera de su entorno escucha los aplausos que quiso siempre., buscándolos escribía, así lo ha confesado. Entre tanto tiene claro el siguiente sueño que convertirá en realidad: podrá pagar la casa que quiere comprarse en Vermont.






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