Los Murciélagos no tienen la culpa
Identidad 27/12/2020 08:00 am         


Ellos probablemente propagan el virus que está matando a los humanos. Pero, casi con toda certeza, nosotros propagamos el hongo que los está matando.



Por David Quammen


El orden de animales conocido como los quirópteros, los murciélagos, tiene una reputación poco entusiasta entre los humanos. Para decirlo de manera cordial: han sido calumniados y abusados durante siglos. Algunas personas, principalmente desde la comodidad de la distancia y la ignorancia, perciben a los murciélagos como repulsivos y tenebrosos. Algunas personas les temen, con o sin fundamentos racionales. En ocasiones, los murciélagos son masacrados en grandes cantidades, indefensos en los lugares colectivos donde se cuelgan, cuando las personas los consideran amenazadores, inconvenientes, nocivos o deseables como comida.

La idea de una sopa de murciélago o murciélago rostizado produce repugnancia entre los comensales sensibles de Occidente, pero eso no es consuelo para las decenas de miles de zorros voladores (como se le conoce al más grande de los murciélagos frugívoros del Mundo Antiguo) que han sido cazados de manera legal por su carne y como deporte en Malasia en los últimos años. O para el murciélago frugívoro de las Marianas, arrastrado al olvido no solo por la pérdida de su hábitat en Guam y las islas vecinas, sino también por la introducción de una serpiente de árbol que los depreda y una tradición del pueblo nativo de los chamorros de comerlos como parte de un festín ceremonial. Casi 200 especies de murciélagos en todo el mundo están en peligro de extinción.

Además, este patrón de antipatía solo empeorará por la pandemia de la COVID-19 (dada la evidencia molecular que muestra que los murciélagos fueron el probable origen del nuevo coronavirus) a menos que reconozcamos los méritos y la belleza de estas criaturas, así como los prejuicios contra ellas. La literatura antigua y el folclor registran una larga lista de creencias antimurciélagos: que fueron renegados en la batalla primordial entre aves y bestias, que estropeaban los huevos de las cigüeñas, que arrancaban a mordidas pedazos de jamones colgados para curar, que se enredaban a sí mismos en los cabellos de las mujeres, que fueron cómplices de Satanás en su esfuerzo por tomar el control de la naturaleza humana, que la sangre de murciélago podría servir como antídoto a la mordida de la serpiente y todo tipo de ideas sin sentido. Sin embargo, la asociación del vampirismo con los murciélagos no es un mito. Tres especies de pequeños y escurridizos murciélagos del Nuevo Mundo se adaptaron para alimentarse exclusivamente de sangre de aves y mamíferos distraídos (originalmente pertenecientes a la vida salvaje, pero ahora también vacas, caballos y humanos dormidos con los pies expuestos). El más evidente de ellos es el murciélago vampiro común, Desmodus rotundus, conocido desde Uruguay hasta México y especialmente abundante en el sureste de Brasil. Estos murciélagos hematófagos tienen sensores de calor en su nariz para localizar concentraciones capilares, incisivos afilados para cortar la carne, saliva anticoagulante… el paquete completo. Como mosquitos peludos.
El “rotundus” (robusto) en su nombre científico refleja el hecho de que, después de arrastrarse por el suelo para dar un mordisco a los tobillos del ganado y beber sangre, se ponen tan gordos por la cena (eructo) que deben orinar el plasma y retener los glóbulos rojos antes de emprender el vuelo y volver adonde se cuelgan para dormir. De ahí es un pequeño salto hacia Drácula.

Algunas personas también culpan a los murciélagos por los patógenos peligrosos que portan (incluyendo el potencial precursor del nuevo coronavirus, SARS-CoV-2). Es posible que ese virus se haya pasado a los humanos de uno de los varios tipos de murciélagos de herradura del sur de China. Si así ocurrió, el fatídico evento probablemente tuvo más que ver con lo que algún humano quería de los murciélagos que con lo que algún murciélago quería de los humanos.

Los virus de los murciélagos se derraman sobre los humanos; no se trepan sobre nosotros. No nos buscan. Y la infección por derrame generalmente ocurre cuando irrumpimos en los hábitats de los murciélagos, excavamos su guano para usarlo como fertilizante, los capturamos, los matamos o los transportamos vivos a mercados o iniciamos cualquier otro tipo de interacción disruptiva. Los científicos aún no han descubierto (y tal vez nunca lo hagan) cuál encuentro exactamente llevó este coronavirus a la humanidad. Sin embargo, puedes estar seguro de que no sucedió porque algún murciélago de herradura chino voló a Wuhan y mordió a un pobre hombre en el dedo del pie.

The New York Times.







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