Las posturas son las miradas con las que se avizora el mundo. En algunas ocasiones son caleidoscopios que permiten intercambiarse para pensar desde otros puntos de vista. Estas posibilidades de inflexión, son las permiten que la razón, las emociones y lo sensible se adapten a un mundo borroso, incesante e impredecible. Es una suerte de océano de incertidumbre dónde la Diosa fortuna se juega los dados para lograr sobrevivir un día más. Es que a partir del 2020 la realidad tangible tal como lo conocemos, ya no existe. La certeza se ha esfumado, la tecnología media todo lo que puede replicar y reina en el mundo de los objetos. Todo se ha transformado: los centros comerciales por los estados de WhatsApp, las tiendas por vitrinas en instagram, las oficinas por teléfonos móviles, las Universidades ahora residen en un campus virtual. Lo físico se ha replicado en una nueva forma.
Las ideas sustanciales, contrapuestas y en armonía, pueden transportar a quien lee a otros espacios, lo que podría considerarse como un algo palpable. Se convierten en experiencias, en sentimientos, en emociones que pueden darse en diversos medios para luego llegar al alma. Las ideas son también artefactos, objetos modelados. Es sublime tomar un pensamiento y convertirlo en cualquiera de estas formas. Todo esto es posible a través de la construcción de nuevos senderos de conocimientos que estimulen los sentidos y transformen la realidad.
La sustancialidad de las ideas, es la forma de ellas mismas y su manera de adaptarse al mundo tangible. Los pensamientos se conducen en el espacio dónde el arte y la ciencia; la certeza y la razón, la fe y la duda; se entrelazan. Todo ello cobra vida dentro los procesos investigativos. Un cuestionamiento invita al uso de la razón, para lograr su materialización definitiva. La posibilidad de concretar la idea, es uno de los objetivos de la investigación. Desde ahí cobra importancia la necesidad de la transcompleja como una forma manejar la sustancia de las ideas, para crear nuevos significados en senderos inexplorados. No es sencillo comprender la naciente hiperrealidad dentro de la complejidad posmoderna para desarrollar soportes de pensamientos que brinden una estructura lo suficientemente flexible como para adaptarse al caos aparente.
Pensar desde la visión transcompleja, es un ejercicio cotidiano. Es un diálogo interno permanente, es un cuestionamiento constante que permite observar fuera y dentro de la caja. Es arte y ciencia; práctica y teoría. Una controversia. Pensar transcomplejamente, es una forma de vida. Al cabo del tiempo, se da como algo natural. Pues para transitar por el sendero de la transcomplejidad: Es necesario pensar con disrupción, de forma no tradicional para salirse de lo común y de lo evidente. Un transcomplejo se mantiene en la emancipación paradigmática, con naturaleza rebelde, y la necesidad urgente de cambiar de perspectiva rápidamente. La convergencia de conocimientos, disciplinas, teorías, paradigmas, métodos implican tener una curiosidad permanente.
El pensamiento transcomplejo es una convulsión que debe abstraerse y a la vez, extenderse. Debe ir de la construcción, hasta la deconstrucción y volver de vuelta. Como toda ideación, inmaterial, va a la dialéctica, a la consulta de muchos, a la pugna, a la admisión de la necesidad de la existencia de una sinergia inmanifestada. Es un viaje dentro del mundo inteligible, que va a lo material; como un todo unificado. Un andamiaje de posturas que aporten una corporeidad teórica es necesario para hacer ciencia. Desde estas reflexiones se conocen los más recientes avances, florecen nuevos planteamientos necesarios para campear en tiempos de cambios espectaculares. El conocimiento emergente, se sorprende dentro de un mundo complejo que despunta ante las posturas asumidas en una realidad cada vez más virtualizada.
Ingeniero de Sistemas (UBA). Magister en Gerencia y Coordinadora de Relaciones Institucionales (REDIT)