Carlota Salazar Calderón
La tesis de O’Donnell de la Democracia Delegativa se basa en la premisa de que la persona que gana la elección presidencial está autorizado a gobernar como él o ella crea conveniente. El Presidente es considerado la encarnación de la nación y el principal y definitivo, único y absoluto, guardián de sus intereses. Con el control de los poderes públicos, donde la ley pasa a ser un comodín que interpretan a su manera para justificar cualquier desmadre.
Este nuevo animal que evidenció O’Donnell con tanta claridad se ha convertido en un monstruo de mil cabezas en Venezuela, no sólo para quienes gobiernan, sino para quienes se oponen a las atrocidades del gobierno.
La sociedad venezolana quedó expectante como en un juego de ping-pong, sufriendo los embates inclementes de una Guerra Asimétrica, entre la dirigencia política, tirios y troyanos, desprestigiada.
Quienes gobiernan han implementado un sistema de control absoluto e incondicional de la sociedad y de los poderes públicos, para fortalecer una parcialidad política y una ideología, mediante el miedo, las dádivas y el chantaje…en la anarquía corrupta de la institucionalidad, con el dinero de todos los venezolanos.
Mientras que la oposición implementa medidas efectistas: la ayuda humanitaria para justificar una invasión militar extranjera; autonombrarse gobierno paralelo para no ejecutar nada - salvo la administración de las empresas venezolanas en el extranjero sin rendirle cuentas a nadie de esos recursos, el dinero que muchos organismos internacionales para atenuar la crisis humanitaria, que nunca llegó al bolsillo de los necesitados – ; transformar la Asamblea Nacional en una trinchera opositora...
En estos años hemos visto de todo, ilegalidades, arbitrariedades, abuso del poder, institucionalidad paralela e inconstitucional, show y más show… No sabemos si se sientan a negociar los problemas del país o los de ellos, no sabemos si cuando dicen: “vamos a la calle” por demostrar fuerza política o si lo que necesitan es que le den más recursos.
Estas tragicomedias hacen que traiga a colación la tesis de Fukuyama en
El Fin de la Historia y el último Hombre, en el sentido de que después de la Segunda Guerra Mundial, la Democracia Liberal no tenía amenazas previsibles para su sobrevivencia, entonces habíamos llegado al fin de la historia, pero si aparecía su podredumbre interna, la historia continuaría ¡Y continuó!
Además las reflexiones de Samuel Huntington desde los cambiantes equilibrios del poder, los conflictos generados por el universalismo occidental, el proselitismo musulmán y la autoafirmación china; Amy Chua en El Mundo sobre conflicto de las minorías dominantes del mercado y el odio y la violencia étnica; Guy Hermet en El Invierno de la Democracia, sobre el bálsamo populista de derecha y de izquierda…
Que nos conducen a concluir que ese monstruo se nutre de la irresponsabilidad y la inmoralidad con que los dirigentes políticos venezolanos se manejan, de allí la historia continua hacia los cambios que en Democracia necesitamos: honestidad, compromiso, decencia… valores para combatir a ese monstruo.