¿Hombre Loco o Gallina?
Política 31/05/2020 07:00 am         


Donald Trump se hace el loco o puede que efectivamente lo esté y los efectos son los mismos; Irán parece saberlo, por eso abusó del juego del “gallina” en aguas venezolanas



Por Orlando Ochoa-Terán


El “chickengame” es un modelo de estudio en la Teoría del Juego (un campo de las matemáticas que estudia la conducta humana) que describe a dos grupos o dos individualidades enfrentadas sin disposición a rendirse o retirarse de la contienda. El nombre se deriva del juego entre dos conductores en lados opuestos de una carretera conduciendo sus vehículos en curso de colisión hasta que uno de los dos revira para evitarla. Quien revira primero es calificado de “chicken” o “gallina”. En el legado que Barack Obama le dejara a Donald Trump en política internacional estuvo el Tratado entre Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia con la República Islámica de Irán que fundamentalmente se comprometía a desistir del desarrollo de armas nucleares a cambio de levantarle las sanciones. Al momento que Trump asume la presidencia de EEUU, todas las partes involucradas en el acuerdo son contestes en reconocer que Irán cumplía sus obligaciones sin desviación alguna. No obstante, Trump denunció unilateralmente el acuerdo y desde entonces ha colocado a EEUU, por razones estratégicas que no están muy claras, en colisión con Irán sin que haya logrado ventaja alguna, todo lo contrario. Que Irán desistiera del proceso de desarrollar armas nucleares fue un logro de Obama y las principales potencias del mundo que reconocieron al firmar el acuerdo. Trump, por el contrario, martirizado por el enorme respaldo popular que goza el expresidente en EEUU y en el mundo, desconoció el acuerdo. Trump ha sido el único presidente en la historia de EEUU que no ha remontado, en ningún momento de su mandato, el 50% de aprobación en ninguna encuesta.

En medio de estas desavenencias entre Trump y Obama comienza el “chickengame” una vez que Trump denuncia el Tratado bajo la errada presunción de que Irán aceptaría su revisión. En junio del año pasado dos tanqueros fueron atacados e incendiados en las adyacencias del Estrecho de Ormuz que, de facto controla Irán y por donde navega el 25% del petróleo que suple a occidente. Es común que estados potencialmente en conflicto usen operativos de inteligencia para enviar un mensaje a sus adversarios de lo que son capaces en caso de un conflicto real. Pese a que EEUU acusó a Irán, nadie lo pudo probar. Trump no respondió al desafío de Irán, mejor dicho, respondió tímidamente ordenando un dron de la Fuerza Aérea de EEUU vigilar la costa de Irán. En septiembre del mismo año, el dron fue derribado por Irán, lo cual obligaba a una respuesta militar que Trump autorizó, pero minutos antes de que se produjera, canceló. Es decir, viró como la gallina del juego propuesto por Irán. La CIA, consciente de que Trump estaba perdiendo el “chickengame”, con todas las de la ley, y con el prestigio de la comunidad de inteligencia del país más poderoso de la tierra, orquestó, el pasado mes de enero un nuevo desafío, esta vez el asesinato de uno de los generales de mayor prestigio de Irán, Qasem Soleimani. A las 5:30 pm del día 7, Irán lanzó como respuesta más de una docena de misiles balísticos contra las bases militares All-Assad y Irbil en Irak. Pese a que el presidente Trump quiso minimizar el daño indicando que no hubo bajas porque el personal se había refugiado en bunkers. Más tarde se supo que alrededor de 100 oficiales y soldados fueron transportados de urgencia a Alemania para tratamiento médico por traumas craneales, consecuencias del ataque.


LOCURA Y DESCONTROL

En 2003, documentos desclasificados del Archivo Nacional de EEUU, indicaban que en los momentos más críticos de la Guerra de Vietnam, el presidente Nixon en conversaciones con el Secretario Nacional de Seguridad, Henry Kissinger, acudió a una estratagema para presionar a Rusia y China en la búsqueda de una pronta solución a la guerra. Nixon habría recomendado a Kissinger que persuadiera a Vietnam que en su desesperación para terminar la guerra era posible que estuviera dispuesto a cualquier cosa descabellada, insinuando el uso del arsenal nuclear y asegurándoles: “no puedo controlarlo”. The “madmantheory” (“Teoría del hombre loco”), como la llamó Nixon, no termina siendo algo tan disparatado como parece. El jefe de Gabinete de Nixon, Bob Haldeman, escribiría más tarde que la teoría se la habría oído Nixon a Eisenhower, cuando este lidiaba con China durante la Guerra de Corea. Personas cercanas a Trump, que conocen de su ecuménica desinformación en asuntos internacionales y estratégicos, parecen haber notado su inclinación por esta teoría hasta el punto de que, al no encontrar solución lógica en casos incomprensibles para su limitada formación, la “madmantheory” es una recurrente opción. El problema estriba en que es imposible apelar a la “Teoría del hombre loco” con adversarios y al mismo tiempo lograr que aliados confíen en la estabilidad mental del mismo personaje que esperan lealtades y el cumplimiento de compromisos.

Es el caso del presidente Trump. Independientemente de que se haga el loco o efectivamente esté medio loco, los efectos son los mismos. Irán parece saberlo y por eso abusó del “chickengame” en aguas territoriales de Venezuela y aprovechó para ingresar no uno ni dos ni tres tanqueros, sino cinco. Ciertamente, el Gobierno Bolivariano, sentado sobre las mayores reservas de petróleo del mundo, no puede estar orgulloso de ser solo un peón de este “chickengame”, un triunfo de Irán y un revés para EEUU. No obstante, debido al espectacular reviro de Trump, la humillación bolivariana empequeñece. La mejor descripción de este último “chickengame” que hemos leído sobre los tanqueros de Irán es de Iván Simonovis, el hombre de seguridad de JuanGuaidó, quien le declaró al The Washington Post, que “para un enemigo como Irán esto significa que ‘casi’ le está tocando el trasero a EEU”.¿Casi?





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