Abstencionista o colaboracionista, ¿un falso dilema?
Política 21/06/2020 08:00 am         


Nunca he entendido muy bien esa lógica de una oposición abstencionista, que le cae de perlas a los que esa oposición se quiere oponer.



Por Roseliano Crespo


En estos días, con la designación del nuevo CNE uno se pone a pensar cuál es la lógica de la posición a ultranza de algunos opositores en contra de los procesos electorales. A todo aquel que, en un grupo cualquiera, se le ocurra opinar que le parece que votar es una buena alternativa, automáticamente le cae encima todo el peso del sicariato digital, acusándolo de vendido, entreguista, enchufado, encapillado, neo-adeco, o, por lo menos, gafo. Eso cuando los acusadores son decentes, o conocidos del acusado, porque cuando no lo conocen, o cuando el anonimato de la red se los permite, lo que le dicen no se puede poner en esta revista, que es una revista seria.

Nunca he entendido muy bien esa lógica abstencionista. Que, a mi manera de ver, le cae de perlas a los que esa oposición se quiere oponer. Porque en cada elección que se haya hecho, o se llegue a hacer, ¿qué bando se beneficia de que una parte del bando contrario no participe? Dime tú.

Por una parte, los argumentos más usados en contra de la participación son, que el participar valida al gobierno, o que el gobierno va a hacer trampa, o que este gobierno no sale con votos sino a tiros. Pero, por otra parte, aparte de unas declaraciones, casi siempre imprecisas, de llamados a la rebelión o a la desobediencia civil, uno casi nunca ve que esas declaraciones vengan con un plan concreto. Mucho ruido y pocas piedras en ese río. Y es que esas declaraciones altisonantes seguro tienen eco en las frustraciones y los sentimientos retenidos que muchos llevan por dentro.

Si uno se pone a ver, ¿cuáles son los chances de que el gobierno salga de golpe? Con unas fuerzas armadas que oficialmente lo apoyan. Aviones, tanques y cañones, contra palos, piedras y escudos de cartón. Las probabilidades se ven bajitas. Y así las deben ver los principales promotores de la abstención, porque nunca están en primera fila. La opción de que los gringos van a mandar dos portaviones para estacionarlos en La Guaira parece, cada vez más, la opción de Tío Tigre. Un cuento. A lo mejor conviene imaginarse lo que diría Tío Conejo.

Después está el tema de que el gobierno haga trampa. En el mundo de hoy, aquello que uno decía de chiquito de que "la trampa sale", con toda la tecnología y las comunicaciones que hay, la trampa, como la tos o la riqueza, es imposible de esconder. O sea, nada de que un tramposo se valida con unas elecciones. Para que un gobierno se valide con unas elecciones, tiene que ganarlas. Y las gana, cómodo, si el otro bando no va. Alguien dirá que la trampa no es nada más contando. Está bien. Pero la política nunca ha sido para los flojos o los llorones. Si tú eres opositor, explícame porqué tu no quisieras, por lo menos, que las cuentas las perdiera el gobierno. Al fin y al cabo, la idea de la política es ir ganando todos los espacios. No veo porqué unos espacios son más espacio que otros. Los más radicales abstencionistas, como todo buen radical, tienen altas dosis de vanidad; son infalibles, ven todo más claro que los demás, que seguro son unos miopes colaboracionistas.

Me parece un error que los opositores se cierren opciones. No tiene sentido. Me parece un error que los opositores se desgasten en peleas y divisiones públicas. No tiene sentido. Me parece un error que los opositores se la pasen esperando a un nuevo Bolívar, criticando la política que algunos fajados tratan de hacer, que no serán unos próceres, pero tratan lo mejor que pueden, con sus limitaciones y el tamaño del contrario –estos fajados son tu "peor es nada", como decía una amiga de la universidad–. Y para esos líderes opositores, un mensajito: no aflojen, piensen y tomen las decisiones con la cabeza, no le paren mucho a la estridencia de unos pocos en las redes sociales –eso es más pasional que racional–, ni a mí. 

 






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