Polarización y Viabilidad Económica
Política 22/12/2019 07:00 am         


Por Aurelio F. Concheso: La negociación política en diálogo de sordos



Hubo una época en la que las democracias funcionaban porque, pese a visiones distintas de las políticas públicas que había que emprender, las diferencias se dirimían mediante el debate y la negociación de hombres de Estado que encontraban una media aceptable y funcional. De esa forma, se conciliaron diferencias importantes en relación al Estado benefactor, a los conflictos raciales, y a políticas monetarias y fiscales, entre otras. La conflictividad aguda no estaba ausente, lo que a veces terminaba, inclusive, en conflictos bélicos… después de los cuales igual había que negociar, hasta encontrar unos términos de convivencia.

Pero ya, en el umbral de la tercera década del siglo XXI, pareciera que esa capacidad de sintetizar visiones contrapuestas, convirtiéndolas en políticas concertadas, se ha perdido, transformando la negociación política en diálogo de sordos. ¿Quién duda que eso es así en los Estados Unidos, en donde el proceso contra Trump, incoado por los Demócratas en la Cámara de Representantes que ellos controlan, se da por sabido que será decidido a favor del presidente en el Senado que controlan los Republicanos? De paso, dependiendo de si el proceso se sigue por CNN o por Fox News, parecerá que uno se encuentra en dos países distintos.

En España, sucede otro tanto: varios procesos electorales consecutivos sólo aumentan la polarización, fortalecen a los partidos de extremos como Vox (extrema derecha), Podemos (extrema izquierda) y los independentistas catalanes (extrema disolución de la Nación). Por otra parte, en Gran Bretaña los extremos de Conservadores y Laboristas casi ni se hablaban a la hora de lograr un Acuerdo Nacional sobre los detalles del Brexit, hasta que un electorado, harto de todos los políticos, le dio un mandato abrumador a un iconoclasta, como es el caso de Boris Johnson. Nuestra región ha visto su cuota de diálogo de sordos que se han agudizado a lo largo del año. Nada de lo que sucede les es extraño a los venezolanos, quienes llevamos tanto tiempo practicando la política como diálogo de sordos entre visiones contrapuestas, que pareciera que hubiéremos inventado ese destructor estilo de relacionamiento político y social.

La confrontación permanente sin la búsqueda de formas consensuadas ha tenido sus consecuencias: Una economía próspera reducida a una tercera parte de su tamaño, la diáspora más grande en la historia del Continente, y una aparente incapacidad de formular políticas públicas, ni siquiera las más elementales acerca de cómo proporcionar agua potable, electricidad y transporte público medianamente eficiente. En una sola cosa coinciden todas las fuerzas políticas: en que la culpa es total y exclusivamente “del otro”.

Ejemplo de esa intolerancia mutua, ha sido la reacción casi visceral ante la posibilidad de que dos alternativas que en algo pudieran paliar el sufrimiento de los ciudadanos atrapados en el fuego cruzado de la catástrofe económica: la propuesta de la CAF de un paliativo a la crisis eléctrica de manos de ese ente multilateral y administrado por el PNUD, no el Ejecutivo o la AN. Y un Programa de Petróleo por alimentos, con similares características de presencia de organizaciones externas neutras, que pudiera permitir que la producción petrolera no sólo suba en varios centenares de miles de barriles, sino que la misma se coloque en su mercado natural, Estados Unidos, que, hoy por hoy, vedado por las sanciones.

Es lamentable que esas iniciativas sucumban víctimas de la polarización, sin beneficio de un análisis serio, porque ambas tienen la ventaja de requerir: primero, un acuerdo mínimo entre actores políticos; y segundo, la aceptación por ambos de la presencia de organismos internacionales en los procesos de otorgamiento y desembolso de los fondos que le brinde garantías a las empresas nacionales y extranjeras del pago de sus servicios. Para una Nación con un “riesgo-país” de 16.000 puntos básicos, eso hubiera sido una buena forma de empezar a reducir semejante estratosférica percepción de riesgo. Pero ¿cómo?: con acciones concretas y despolitizadas que beneficien a la población en general.







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