La comarca de los Mijaos
Identidad 09/07/2019 05:00 am         


Hoy recordamos los 90 años de Los Palos Grandes



Palabras pronunciadas en la sesión solemne de la Alcaldía de Chacao por los noventa años de la urbanización Los Palos Grandes

El Ávila vio crecer a su nueva criatura entre los grandes mijaos, árboles de hojas enormes y de flores pequeñas color crema que, al decir de los vecinos, eran unos verdaderos palos grandes en los terrenos que pertenecían por vía hereditaria a Trinidad Lorenzi de Martínez. El Waraira Repano –sierra grande, mar hecha tierra o lugar de dantas, en el lenguaje indígena– o Silla de Caracas para los habitantes de la capital, fue cedido en 1575 por la corona española a don Gabriel de Ávila, quien desde un cómodo minarete seguiría los pasos de la comarca que se levantaba a sus pies.

En 1764, en espacios cercanos, el administrador colonial español, José Solano y Bote, ante las epidemias y calamidades que castigaban a Caracas comenzó a trasladar la población a un lugar cercano que cuatro años después, en 1768, se conocería como Chacao, un poblado de palmeras y con un perenne olor a café.

En enero de 1800 el “enorme talismán vegetal” tendría su bautismo cuando dos conocidos trotamundos, los exploradores y botánicos Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland subieron y permanecieron durante tres días en la montaña acompañados por un joven de 19 años, de nombre Andrés Bello. Humboldt, entre sus numerosas notas de la exploración, escribió: “Quizás en ninguna otra parte se encuentran reunidas en reducido espacio de terreno, producciones tan bellas y notables con respecto a la geografía de las plantas”. Andrés Bello, en su vejez chilena, también suspiraba por aquel paisaje avileño: “La vista de Caracas estará colgadas enfrente de mi cama, y será quizás el último objeto que contemplen mis ojos cuando diga adiós a la tierra”.

Muchos años después, en 1929, en el corazón de los mijaos se construyó una vía que marcaría el nacimiento de la urbanización de Los Palos Grandes. Ya comenzaba la lenta transformación y expansión de la capital con un mayor número de automóviles en sus calles estrechas, junto a los familiares tranvías. Se oyó la primera estación de radio que se llamó AYRE. Se inician las actividades de la aviación comercial con los vuelos de la aeropostal francesa. El largo silencio dictatorial es alterado por la insurgencia estudiantil y por invasiones de caudillos fatigados por los exilios. Gallegos hace que Doña Bárbara muestre al mundo los misterios del llano venezolano, y la consolidación de la industria petrolera abre camino a la modernidad económica y el desplazamiento de la población rural hacia las nuevas ciudades.

En esos años, en una edificación de arquitectura neocolonial, se funda entonces el lujoso club de Los Palos Grandes, hoy conocido como Centro Catalán, justamente al final de esta avenida. Por cierto, en 1934, la prensa registraba cómo recuerda el vecino Néstor Padrón una memorable celebración en sus salones con la presencia de Juan Vicente Gómez.

Club de Los Palos Grandes, hoy conocido como Centro Catalán

Hoy recordamos los 90 años de Los Palos Grandes. En la vida humana es la edad de una vejez avanzada, pero en el tiempo histórico no pasaría de ser un retozo infantil: de allí que celebremos, no la fortaleza de una arquitectura a prueba de los siglos, ni la memoria de grandes eventos que ilustran la literatura, la historia y la fantasía, sino las nueve décadas de un espacio urbano –aquí donde nos encontramos esta mañana– que ha vivido y protagonizado la transformación y los cambios sociales materiales de la gran Caracas y, en buena medida también, de Venezuela.

Y es que Caracas en los años cincuenta sufre una mutación material. “Una exitosa cirugía plástica” escribió Alberto Lleras Camargo en la revista Visión, que en corto tiempo la convierte en un luminoso muestrario de progreso a los ojos del mundo. El incremento del ingreso petrolero por la vía de la demanda para la reconstrucción de Europa y Japón en la postguerra; la presencia de una inmigración selectiva que vino a trabajar pero también a enseñar oficios; una política desarrollista que ponía el acento en los planes de construcción de obras espectaculares, tendrían impacto en la comarca de los mijaos. A sus lados crecían Altamira y Santa Eduvigis; la avenida Francisco de Miranda despejaría en poco tiempo los caminos hacia el este, y dejaría entonces en el recuerdo la famosa “burrita de Petare” de la guaracha de Billo. El hoy Parque Francisco de Miranda o Parque del Este ya se tornaba en una necesidad para la preservación ambiental de una ciudad, que se expandía a ritmo creciente e indetenible.

Los Palos Grandes se consolidaron de esta manera en una comunidad que compartía lazos de amistad, intereses y necesidades comunes, y también en punto de tránsito y encuentro. En los años cincuenta, por ejemplo, el Coney Island era una referencia obligada para los caraqueños como parque de atracciones para los niños, pero también como escenario para los mejores espectáculos musicales que visitaban el país. Nacía una oferta gastronómica exigente –que ciertamente se renueva y mantiene todavía– con famosos restaurantes como Rías Bajas, El Campo, Chez Ambassador y el todavía imbatible y aquí vecino Lasserre, ahora junto a nuevas propuestas como El Alto, Fenicia, La Trattoria, Casa Bistro y la Cuadra Gastronómica.

La comarca de los mijaos ya ofrecía terrenos para el desarrollo de la zona financiera y de negocios que hoy se conoce como El Soho Caraqueño. De esa época, a pocos pasos, nos quedan tres valiosos testimonios: el edificio Atlantic, un proyecto del arquitecto italiano Angelo de Sapio, para albergar empresas petroleras, cuyo diseño recibió merecido reconocimiento y que impulsaría el área que luego ocupó en el año setenta el emblemático Centro Plaza. Desde aquí vemos el edificio Presidente, concebido para la época como un novedoso apartotel, cuyo nombre es un homenaje al dictador argentino Juan Domingo Perón, entonces exiliado y vecino de la zona, y en cuya planta baja la popular Zoila atendía un acogedor refugio culinario. En la cuarta avenida el edificio Unión –¿cuántos de quienes nos acompañan no comparten sus amplios apartamentos?– se constituyó en el pionero del sistema de propiedad horizontal que luego impulsó y consolidó la industria de la construcción a nivel nacional.

Parque Cristal

Hoy Los Palos Grandes son el centro financiero y la sede del mayor número de grandes empresas nacionales y extranjeras, a un ritmo que, pese a las dificultades del presente, no se detiene y que marca cada cierto tiempo nuevas etapas como las edificaciones del Parque Cristal, el Parque Canaima, el edificio Mene Grande y otras obras ahora en ejecución.

Sin embargo, hay que destacar que los logros materiales han ido en paralelo con la conformación de un conglomerado humano que también asume los cambios sociales.

Sus vecinos impulsaron las primeras y más activas juntas vecinales de la gran Caracas y no cesan nunca en la lucha por las reivindicaciones propias de los reacomodos sociales de los nuevos tiempos, y también son dignas de destacarse, en años recientes, sus permanentes acciones en defensa de los derechos políticos y los valores de la democracia y la libertad.

Como escribe la cronista urbana, Faitha Nahmens: “Los Palos Grandes, lugar común de buena vecindad, acogedora sala de estar de 21 mil 320 habitantes, detenta entre sus encantos ser un vecindario devenido cofradía. Inmigrantes europeos –polacos, checos, españoles, italianos– integrados a los nativos del valle han conformado una comunidad cohesionada de gentes comprometidas con esa escenografía”.

A los noventa años, ¡felicitaciones palograndinos!

Tomado de: El Nacional





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