¿Quién Ganó?
Análisis 16/12/2020 07:00 am         


Las elecciones parlamentarias y la consulta popular activaron un debate que augura el comienzo de la convivencia democrática.



El primer informe de los resultados de la elección parlamentaria del domingo 6 de diciembre conocido en la madrugada del lunes, podría considerarse desalentador para el oficialismo y la oposición (la que acudió a la urnas y la que se abstuvo) en términos de victoria. El madurismo acumuló tres millones y medio de votos lo que supone una caída de más de dos millones de los registrados en la reelección de Nicolás Maduro en 2018; y mientras que los partidos opositores que ahora hacen política desde las tribunas de Miami, Bogotá o Madrid apostaban a un ausentismo superior al registrado en 2005, cuando el 21 por ciento de los electores escogieron una Asamblea Nacional hegemónica del chavismo que pudo sin inconvenientes configurar constitucionalmente el modelo del “socialismo del siglo XXI”. El Polo Patriótico gobernante sin duda paga el mayor costo de la jornada. Cuando menos era previsible que preservara su activo electoral toda vez que éste se corresponde con el control social que ejerce en los sectores populares por la vía del asistencialismo de las misiones y las tarjetas de compensación salarial. 

Más aún cuando recientemente estos círculos se han activado en la prevención de la lucha contra el Covid-19 y en una costosa e intensa pre-campaña a través de los medios y redes sociales encabezada por el propio Maduro. ¿Qué factores explicarían un resultado distinto al que señalaban las encuestas? En primer término, el chavismo-madurismo no escapa al malestar y el descontento que genera una crisis no sólo económica sino que ahora se expresa en términos de desaliento colectivo ante la ausencia de alternativas y salidas a corto plazo. El sector dirigente del PSUV y demás partidos del PP enfrentan también un debate interno que propicia fracturas (como la reciente conformación de un bloque electoral disidente encabezado por el PCV) y seguramente nuevas divisiones y deserciones de dirigentes y militantes. Y debió influir también la certeza generalizada de un triunfo sin contendor lo que lógicamente desestimula la moral y la disposición indispensable para la competencia, como el boxeador solo sobre el ring haciendo sombras sin contrincante.

El modesto llamado al ausentismo que no a la abstención tampoco cumplió las metas fijadas para las organizaciones que han asumido el no voto como una estrategia indefinida ni como lo que es su esencia: un instrumento decisivo e imprescindible de la política. Si bien en porcentaje modesto también debió influir en ello finalmente la decisión valiente de otras organizaciones criticas que sin contar con recursos y con el asedio y la descalificación mediática del abstencionismo radical, presentaron candidatos algunos de los cuales ahora pasarán a representar una legítima y necesaria oposición parlamentaria. 


CAMBIO DE RUTA 

La nueva Asamblea Nacional con mayoría de las dos terceras partes del oficialismo se enfrenta a un dilema: servir de escenario para cerrar el control institucional y radicalizar el llamado “proceso socialista” o servir, de acuerdo al mandato constitucional, como un cuerpo para ejercer el control de los poderes, aprobar leyes, y facilitar acuerdos para la convivencia nacional. Durante los 15 años bajo mandato chavista ciertamente el cuerpo sirvió para imponer las líneas de un proyecto político que alimentó la polarización y el enfrentamiento político y social; y desde 2015 en los cinco años de la mayoría opositora asumió idéntico papel, como un espacio cerrado a la disputa partiditas y que facilitó el “choque de poderes” y no la reinstitucionalización que se esperaba, con lo cual no fue posible restablecer la normalidad del juego democrático.

Dos días antes de la votación Nicolás Maduro prometió ante un grupo de periodistas reunidos en Miraflores, en un mensaje obviamente efectista, que de ganar la oposición la mayoría legislativa renunciaría a la Presidencia; y que en caso contrario, se estimularía un proceso de reuniones, aproximaciones y acuerdos para la reconstrucción nacional, dándole de este modo a la consulta un carácter plebiscitario. Conocidos los resultados, favorables pero nada alentadores para el oficialismo y reveladores de un espeso clima de malestar y desaliento general, habría que decir como un maestro de ceremonia: “Tiene usted la palabra, Ciudadano Presidente”...!










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