El anuncio de Nicolás Maduro dirigido a los países miembros del Grupo de Contacto Internacional (GCI) según el cual estaría dispuesto a abordar el camino electoral, tuvo una respuesta inmediata por parte del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien dijo estar decidido a propiciar personalmente un diálogo en función de ese objetivo. En la misma dirección se pronunció la vocera de la Unión Europea (UE) Federica Mogherini y luego el canciller de España, Josep Borrell, lo cual es interpretado como un signo de apertura. Después que en los últimos meses se percibía la radicalización de los factores en pugna sin descartar incluso como inevitable la vía de la intervención extranjera. Tales pronunciamientos revelan no un cambio de línea sino una flexibilización de posturas que hasta ahora parecían inconmovibles en función de la salida de Maduro como única alternativa. El vicepresidente de Brasil, el exgeneral Hamilton Mourao fue mucho más enfático al decir: “Ninguno de nuestros países irá a intervenir en Venezuela de manera militar, la intervención que está siendo hecha es política y económica, la cuestión militar es de los venezolanos”; ello pese a que posteriormente el propio Bolsonaro insistiera incluso en la opción de una invasión desde su país, en lo que sería una de sus acostumbradas provocaciones semánticas.
En el plano nacional, el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien en la práctica adelanta una vistosa campaña electoral en sus recorridos por el país y sus reuniones con sectores sociales, si bien discrepa de la iniciativa del diálogo (apelando según él a recientes experiencias en este sentido) reclama retomar la vía electoral, por supuesto, a partir de nuevas condiciones y con una estrecha vigilancia de la comunidad internacional. Al mismo tiempo el gobierno de Estados Unidos refuerza sanciones ya no solo económicas sino políticas orientadas a debilitar la base de sustentación del régimen, como acaba de ocurrir con el discurso del vicepresidente Mike Pence en el Consejo de Seguridad de la ONU reclamando incluso la no presencia del embajador venezolano en la reunión. Más allá de la confrontación puramente mediática, el hecho cierto es que la ruta de la intervención extranjera parece descartada o al menos pospuesta, como sugiere el enviado de EEUU para Venezuela, Elliott Abrams, para los próximos meses, lo cual abriría necesariamente espacio a la negociación política y a su resultado natural: la convocatoria de elecciones que definan un nuevo escenario el cual resulta indispensable para abordar al menos de manera consensuada la reconstrucción institucional y material del país.