Se avizoraba en los pronósticos de reputados analistas que las elecciones generales españolas del domingo 28 (la vigesimotercera desde la muerte de Franco) estarían marcadas no sólo por la tradicional polarización PSOE-PP sino por hechos de violencia, tal como sugerían episodios durante la campaña estimulados por la aparición de la derecha radical con el grupo VOX y el independentismo catalán. El gobierno del PP de Mariano Rajoy nació de la consulta del 2016, y luego de dificultades para integrar el equipo gobernante debió lidiar con la resistencia del gobierno de Cataluña, con nuevas denuncias de corrupción, el impacto de las migraciones y el rebrote de los nacionalismos en la zona, hasta ser destituido por un voto de censura del Parlamento el año pasado, dando paso de esta manera a la gestión de Sánchez con el precario apoyo de partidos regionales minoritarios.

1. El PSOE recobra su condición de partido mayoritario impulsado más que por el carisma de Sánchez, por encarnar en el imaginario popular la representación de la “República” en el escenario hipotético de la “guerra civil”.
2. El PP sufre un descalabro histórico cuando su clientela más derechista (en la comparación con los años treinta) drena hacia las filas de VOX y su dirigencia paga el costo de la crisis económica, las secuelas del tema catalán y la incertidumbre reinante en la Unión Europea. 
3. VOX surge como el polo claro de la derecha; Podemos como la expresión más radical de la izquierda y Ciudadanos y otros grupos como la representación del liberalismo, es decir, del centro político.
4. Sánchez podría reprogramar una política de mayor alcance social, de consenso económico y frente a la crisis catalana, con su propuesta de diálogo y no confrontación.