Pompeo se puso bravo
Análisis 06/06/2019 03:28 pm         


Pompeo se puso bravo pero sin patear el tablero



No se conocía hasta ahora un caso de mayor asistencia directa de la política norteamericana en una crisis nacional, como en los recientes acontecimientos del “caso Venezuela”. De manera explícita la diplomacia de Donald Trump, mediante sus representantes Mike Pompeo, John Bolton y Elliot Abrams, ha sustituido en la definición de estrategias e incluso en el manejo táctico a lo que en su momento representó la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), prácticamente disuelta por divisiones internas después de la jornada de 2017 y 2018 con las elecciones de la Constituyente, gobernadores, alcaldes y la reelección de Maduro el 20 de mayo del año pasado. La “Operación Libertad” que encabeza el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, fue rigurosamente monitoreada por los voceros de la Casa Blanca. 

Cuando el 23 de enero el joven dirigente de Voluntad Popular se proclamó como Presidente Interino, simultáneamente el propio Trump anunciaba su reconocimiento, antes incluso de que el hecho fuera percibido por la opinión nacional, lo cual facilitó a Maduro la ruptura de relaciones diplomáticas con ese país. Los hechos posteriores: ingreso de la ayuda humanitaria el 23 de febrero, la liberación de Leopoldo López junto a un pronunciamiento militar cerca de La Carlota y el llamado a la activación popular en la Plaza Altamira el 30 de abril, fueron directamente monitoreados por los funcionarios norteamericanos, incluso Bolton declaró que el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López y el presidente del Tribunal Supremo de Justicia Maikel Moreno habían convenido en conversaciones con ellos facilitar el cambio de gobierno.

Sin descartar tampoco la reiterada amenaza de una incursión militar con el pretexto de que “todas las acciones están sobre la mesa” y el estímulo a sectores guerreristas de Colombia y Brasil para una eventual operación armada. En los últimos días el escenario ha cambiado con las gestiones del Grupo Internacional de Contacto, la Unión Europea, Rusia, China, Cuba, Uruguay y México, que proponen elecciones generales con vigilancia internacional y rechazan cualquier tipo de intervención directa de otros países. Los recientes encuentros en Oslo han consolidado esta opinión y el criterio de que solo los acuerdos y los entendimientos constituyen salida a una crisis que ya desborda el tema estrictamente político y se convierte en una materia que por sus previsibles alcances exige de la comprensión y el aporte de los poderes internacionales. En este sentido, no es de extrañar que en la reunión de esta semana entre el canciller ruso, Serguéi Lavrov y su par colombiano Carlos Holmes Trujillo se suscribiera una declaración contra la propuesta intervencionista que horas antes había sido asomada nuevamente por el propio mandatario Iván Duque.

Todo indica que la línea norteamericana se afincará ahora en la aplicación de nuevas y mayores sanciones económicas (que ya representan ciertamente un bloqueo por cuentagotas con efectos directos en la vida nacional), pero que la urgencia en la salida de Maduro por cualquier vía pasa a un segundo plano. Habría que recordar en este sentido que el reconocimiento a Guaidó como Presidente Interino por más de cincuenta países, en buena medida fue determinado por el convencimiento que se trataba de una política concreta de Washington y no por los simples señalamientos de las organizaciones opositoras del país. De acuerdo al juego diplomático, EEUU debe ahora dar los pasos para desmarcarse de un esquema que pasados los meses ha resultado fallido más aún cuando cobra fuerza en el plano interno la convocatoria a elecciones parlamentarias cuyos resultados anularían los efectos que se procuraban con el mantra: “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”

Se explica de esta manera la reciente declaración del secretario de Estado, Mike Pompeo, registrada por el diario The Washington Post en la cual critica la falta de unión de los sectores opositores y pone de manifiesto la existencia de un juego prematuro y demencial de ambiciones personales en función de una nueva gobernabilidad. 

En términos sencillos, el alto funcionario marca un sesgo en la línea política que hasta hace poco tiempo condenaba al gobierno de Maduro a una pronta y segura extinción. En simples palabras, Pompeo se puso bravo pero sin patear el tablero.





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