Cinema Paradiso
Bulevar 03/10/2021 08:00 am         


La cinta es una referencia inolvidable para cualquier aficionado al séptimo arte



Por Francisco A. Casanova S.


GIUSEPPE TORNATORE (1956)

Cinema Paradiso, es una conmovedora y nostálgica mirada sobre el amor de un hombre por el cine, y la historia de una amistad muy especial. Afectuosa y sentimental, Cinema Paradiso es el tipo de película que puede alegrar un día sombrío y arrancar una sonrisa al ser humano más apático. Dirigida por Giuseppe Tornatore es una de las más destacadas de la carrera del director italiano que incluye otros títulos como “Pura formalidad” (1994), “El hombre de las estrellas” (1995), o “Malena” (2001). En “Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso)”, Tornatore relata la historia de la relación de amistad que se establece entre Totò, un niño huérfano de padre en un pequeño pueblo de Sicilia en la Italia de la posguerra, y Alfredo, el proyeccionista del cine del pueblo: el cine Paraíso. El director aborda las diferentes etapas de la vida de Totò, desde su infancia hasta su madurez, en la que, ya convertido en un director de cine reconocido, recibe la noticia de la muerte de Alfredo. El relato de esta relación lleva a abordar la naturaleza de algunos elementos constitutivos de la existencia humana como la amistad, el amor, la identidad, el paso del tiempo, la memoria o la muerte. La mayor parte de Cinema Paradiso se cuenta a través de flashbacks. Al comienzo de la película, conocemos a Salvatore (Jacques Perrin), un famoso director, que acaba de recibir la noticia de la muerte de un viejo amigo. Antes de partir a su pueblo natal de Giancaldo a la mañana siguiente para asistir al funeral, recuerda su infancia y adolescencia, pensando en lugares y personas que no ha visto durante tres décadas.



De niño, sin padre, a Toto (Salvatore Cascio) le encantaba el cine. Se escapaba con el dinero de la leche para comprar la entrada a una función matinal en el cine local, un pequeño teatro llamado Cinema Paradiso. Criado con una oferta de películas que incluía propuestas de fuentes tan diversas como Akira Kurosawa, Jean Renoir, John Ford, John Wayne, Visconti y Charlie Chaplin, Toto llegó a apreciar todo tipo de películas. El Paradiso se convirtió en su hogar y las películas en sus padres. Con el tiempo, entabló una hermosa amistad con el proyeccionista Alfredo (Philippe Noiret), un hombre de mediana edad, muy animado que le ofrecía consejos sobre la vida, el romance y la forma de dirigir una sala de cine. Toto trabajó como aprendiz no remunerado de Alfredo hasta el día en que el Paradiso se quemó. Cuando se construyó un nuevo cine en el mismo lugar, un adolescente Salvatore (Marco Leonardi) se convirtió en el proyeccionista. Pero Alfredo, ahora ciego a causa de las heridas sufridas en el incendio, permaneció en un segundo plano, desempeñando el papel de confidente y mentor del chico al que quería como a un hijo.

El relato se divide en tres partes diferenciadas abarcando la niñez, adolescencia y madurez del personaje de Salvatore (Toto). Las dos primeras son realmente la base constitutiva de la historia y donde se relata la relación entre Totò y Alfredo en Giancaldo en los años de niñez y adolescencia de Totò. La tercera sirve esencialmente para apoyar el desenlace de la historia, narrando el regreso de Totò, ya convertido en Salvatore, a Giancaldo para el funeral de Alfredo, como un cineasta famoso, interpretado por Jacques Perrin en una bella actuación de nostalgia pura.

La primera parte de la película con el niño Toto es absolutamente mágica. Es el segmento superior de la película. Las experiencias de Toto en el teatro del cine, viendo películas y escuchando las historias del proyeccionista Alfredo, interpretado magistralmente por el gran actor francés Philippe Noiret, forman una especie de viaje de fantasía y descubrimiento. A medida que Toto cultiva su amor por el cine, nosotros los espectadores somos empujados a recordar el significado personal del cine. Es una experiencia evocadora y poderosa que tocará más profundamente a los amantes del cine que a los espectadores ocasionales. Una vez que Toto ha entrado en la adolescencia, Cinema Paradiso pasa de ser una celebración nostálgica del cine a un drama tradicional de madurez, con decepciones y alegrías románticas. Toto como adolescente, interpretado por Marco Leonardi, se enamora de una chica llamada Elena (Agnese Nano), pero su profunda pasión no es correspondida. Así que agoniza sobre la situación, busca el consejo de Alfredo y luego toma una decisión audaz: se parará frente a la ventana de Elena todas las noches hasta que ella ceda. Al final, el amor vence, pero la alegría de Salvatore es reemplazada por la tristeza cuando Elena desaparece para siempre de su vida.

Un elemento excelentemente bien narrado en la película es el de la censura y como aparece retratada la figura del censor en el cine. En este caso, el encargado de tal menester es el sacerdote del pueblo que es el cliente más fiel del cine local. Aparece cada semana, como un reloj, para censurar las películas. Mientras el proyeccionista muestra las películas, el cura se sienta con la mano sobre una campana, de las que usan los monaguillos. A cada signo de exceso carnal, que para el cura está representado por un simple beso, la campana suena, la película se detiene y el proyeccionista recorta el metraje ofensivo de la película. En la cabina de proyección, el proyeccionista colecciona los retazos de celuloide censurados para que al final de la película las disfrute el maduro Toto en una de las escenas más conmovedoras de la historia del cine.

La banda sonora estuvo a cargo de Ennio Morricone y esto son palabras mayores. Hablamos de uno de los mejores compositores de música de cine de todos los tiempos. Compañero de clase del director Sergio Leone, con quien formaría una de las grandes asociaciones director/compositor a la altura de Eisenstein y Prokofiev, Hitchcock y Herrmann, Fellini y Rota. El tema musical principal de Cinema Paradiso forma parte de la historia de la cinematografía. La música de la película crea esa sensación mágica que, al oírla, nos lleva a ese momento concreto de nuestra vida cuando vimos Cinema Paradiso.

La mayor parte de la historia se narra en retrospectiva, a modo de flashback en el que el Salvatore maduro rememora los principales episodios de su amistad con Alfredo desde que, siendo niño y huérfano, comienza su relación con el proyeccionista y su pasión por el cine. Ya en su adolescencia, la figura de Alfredo se convierte en la de guía y mentor para Totò, no solo en el aprendizaje del oficio de proyeccionista sino también respecto al amor y la vida. Finalmente, es Alfredo quién impulsa a Totò a abandonar el pueblo de Giancaldo en Sicilia y empezar una nueva vida que culminara con el logro de su sueño de convertirse en cineasta. El director Tornatore sitúa al espectador en el contexto histórico de la Italia de la posguerra mundial. Cinema Paradiso es un retrato de la sociedad rural italiana. Una población muy castigada por la pobreza y desconectada de la vida cultural de las grandes ciudades. El cine del pueblo actúa entonces como catalizador y estimulo vital de los sueños de sus habitantes. El teatro que acoge la sala de cine es representado en Cinema Paradiso como una especie de plaza del pueblo. Allí sus habitantes se relacionan de una forma natural con el cine como excusa. También es el punto de fuga de sus anhelos y frustraciones. La sala de cine aparece como referencia cultural, social e informativa de un pequeño pueblo italiano que abre sus ojos al mundo a través de la cinematografía. Cada estamento social ocupa un lugar determinado en el recinto. Los niños en las primeras filas, el público más humilde a continuación y las clases más pudientes en la parte más elevada de la sala para obtener una mejor visión de las películas. Tornatore aporta de esta manera una interesante metáfora que refleja perfectamente la realidad social de la población italiana de la época.

La mágica actuación del pequeño actor Salvatore Cascio como el niño Toto y la entrañable relación que establece con su mentor Alfredo son elementos fundamentales de la magia de la película. Es una relación como de hijo a padre o de nieto a abuelo. Las carencias afectivas del menor que es huérfano de padre encuentran receptividad en el afable pero juicioso carácter del proyeccionista. El amor por el cine de los dos protagonistas será su punto de unión. Esta relación marcará la vida del pequeño para siempre y le llevará a ser un prestigioso director de cine en un futuro aún lejano.

Cinema Paradiso es una referencia inolvidable para cualquier aficionado al séptimo arte. En el mejor sentido de la palabra, Cinema Paradiso es extremadamente convencional. También es muy emotiva, y existe en un grado considerable en el ámbito de la experiencia y la memoria compartidas, lo que contribuye adicionalmente a sus características narrativas y estilísticas más conservadoras. La película de Tornatore crea una imagen que es fácil de seguir; fácil de relacionar y discreta y tradicional en su construcción. Lo anterior ayuda mucho a su aprobación, a su comprensión y a su relación con el público. En general, los espectadores son más receptivos a una obra que es directa y clara en su narración. Esta metodología se ha practicado y predicado desde la invención del cine, especialmente en el cine de Hollywood. Una película contada de este modo, como demuestra maravillosamente Cinema Paradiso, permite la máxima relación entre el espectador y el personaje y la implicación en la trama. Cuando seguimos a un personaje a medida que se desarrolla como persona, cuando lo vemos pasar por una serie de obstáculos a medida que vamos conociendo más sobre él, conectamos, nos relacionamos y comprendemos.

En el caso de Toto, al verle de niño y luego de adolescente, nos hacemos una idea de su ser de una manera que no suele ocurrir en una obra más abstracta. Tornatore contrapone constantemente su película a las grandes obras de la Edad de Oro de Hollywood (John Ford), al realismo poético francés (Jean Renoir) y a los propios clásicos italianos de la posguerra (Luchino Visconti), de forma que proporciona una crítica interna de los poderes de la fascinación cinematográfica. No llama la atención explícitamente sobre el proceso de filmación, ni se propone que el público cuestione sus motivos visuales. Todo forma parte de la captación de una sensación de asombro y belleza muy cinematográfica. Cinema Paradiso trata de manera significativa sobre la visión del cine, ese aspecto a menudo analizado del medio cinematográfico.
Con esta película, muy popular, Giuseppe Tornatore ha hecho de Cinema Paradiso una de las grandes reivindicaciones del cine sobre cine. Para algunos, una sala de cine es algo más que un lugar de entretenimiento pasivo. Es un lugar donde se crean y comparten recuerdos, donde la gente se evade, donde se enamora, aprende sobre la vida, se siente feliz, se siente triste, y así sucesivamente. Y sabiendo esto, y construyendo su película de esta manera, Tornatore crea una película que no sólo reproduce estas sensaciones, sino que tiene el potencial de producirlas también. Cinema Paradiso es una obra eficaz, y poderosa, sumamente conmovedora de sentimiento, memoria y amor. Está, "hecha sin piedad, como una bomba para las lágrimas" (D. Thomson). La película de Tornatore muestra, y encarna, la magia del cine y su lugar en la vida de muchos.

A nivel interpretativo destacan las actuaciones del binomio Toto niño y Alfredo. El actor francés Philippe Noiret, fallecido en 2006, ganador de dos César, dos David de Donatello, un Bafta y un EFA (estos dos últimos por su trabajo en esta película) está magnífico en el papel de Alfredo, ese operador de sala que disfruta con su empleo, y que con su mirada y gestos consigue conmover, en un personaje que será recordado como de los mejores de la historia del cine europeo. Otra gran actuacion es la de Salvatore Cascio en la de Toto niño y también lo hace muy bien Antonella Attili, que interpreta a María, la madre de Salvatore, en una actuación dramática intensa y solvente. La película fue galardonada con el Premio Óscar a la Mejor película de habla no inglesa en 1989, Globo de Oro: Mejor película de habla no inglesa, 1989, 5 Premios BAFTA, incluyendo mejor película de habla no inglesa,1990 y el Festival de Cannes: Premio Especial del Jurado, 1989 entre otros.

Cuando se estrenó Cinema Paradiso a finales de la década de 1980, la versión que vieron los espectadores italianos era diferente a la que se mostró a los espectadores norteamericanos. Se recortaron 51 minutos de la versión estadounidense. La edición truncada sigue siendo una producción impresionante y magistral, pero deja al público con una pregunta persistente: ¿Qué pasó realmente con Elena? La respuesta se encuentra en una secuencia de 35 minutos que nunca se incluyó en el estreno estadounidense de 1988, pero que ahora se ha restaurado. De los 51 minutos "nuevos" de metraje, la mayor parte se encuentra cerca del final. En la versión más corta, el funeral de Alfredo funciona como epílogo. En el montaje del director, lo que se llama el Director's Cut, es un tercer acto completo que da cierre a la historia de Salvatore y Elena y nos proporciona una imagen más completa del mentor de Salvatore. En lugar de disminuir el ritmo de Cinema Paradiso, este material aumenta la conmoción y la fuerza de la película, elevándola a un nivel mayor que el alcanzado por el primer corte. La magia y la poesía del original se mantienen, pero las escenas añadidas conforman una experiencia cinematográfica diferente y más completa. Para aquellos que nunca han visto la obra maestra de Tornatore, esta es una excelente oportunidad para verla por primera vez.

Al final de la película se produce una secuencia magistral a cuenta de los besos cortados que el “sensor” ordenó cortar y que Alfredo mantuvo y después editó, lo que se llama el “Screen Kiss”. Es una de las secuencias más emotivas y nostálgicas del cine y quienes la hayan visto, es seguro que derramaron muchas lágrimas. Cinema Paradiso no está rankeada en las 100 mejores películas de todos los tiempos de Sight & Sound (British Film Institute BFI) y tampoco aparece en las 100 mejores películas de Roger Ebert. Muchas de esas 100 peliculas de Sight & Sound (BFI) y de Roger Ebert quisieran estar instaladas en la memoria cinematográfica de los amantes del cine como lo está la nostálgica, sentimental y evocadora Cinema Paradiso.






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