La Migración o Venezuela se sube al Teatro
Identidad 25/07/2021 08:00 am         


La memoria y sus circunstancias son tela donde corta la creadora Lupe Gehrenbenbeck, señora del verbo y la raíz, que cuenta con humor y amor a Venezuela



Tiene buena voz y organiza sus palabras en línea, como si fuera una mujer directa. Pero se divierte con las elipses. Hace maromas asociativas que riman y reman hacia quien sabe qué delta enredado de malangas. Juega con cada verbo y lo hace carne. Su dramaturgia, como la describe, está sostenida en la sintaxis, tan importante como el mensaje. Sus ojos de lima proponen lo inadvertido, el enigma, el quién sabe. Y los rizos de su cabellera libérrima bailan acoplados a la coreografía de sus gestos, flotando ingrávidos en el aire, acaso para demostrar que la vida es movimiento, el teatro lo es, y el teatro es la vida, y que en un instante, un tris, puede pasar lo inesperado o lo eternamente anhelado. Ella, actriz y dramaturga, lo cuenta todo cuando habla, cuando mira, cuando sonríe y claro cuando escribe.

Tú no te has puesto a pensar que dárselas de fuerte es justamente asunto de débiles? ¿Que es un mecanismo de defensa porque somos más blanditos por dentro y nos da miedo que nos dañen? ¿Nunca pensaste en eso? (de la obra de su autoría Ni que nos vayamos nos podemos ir)

Vital y curiosa, Guadalupe Lupe Gehrenbeck, protagonista principal de la escena caraqueña, intenta asir el mundo y sus razones —que a veces se deshace, que tantas veces se recompone—, desde la comprensión y el punto y coma. El mundo es París, New York y, como un adhesivo testarudo, Caracas. También la computadora donde crea y establece relaciones con pares del planeta que discuten entaconadas derechos y conquistas. Sin duda la historia, la raíz, el mango de enfrente. Y, pecho adentro, la familia, la casa y el vecindario, y, el amor. Con esos avíos se aproxima a los prejuicios que quiere interpelar, indiciar o hacer que estallen. A los sueños que quiere mantener a buen resguardo. A su vocación por narrarnos, ella dentro de ese torrente de argumentos de bordes líquidos que nos constituyen.

¿Tu no has visto nunca cómo nos pintan en las películas de Hollywood? Los latinos siempre somos unos tramposos de poca monta, engañadores de oficio, ilegales por principio, de poca estatura y mucho pelo… dormilones y flojos, siempre acalorados (de su obra Gregor Mac Gregor rey de los mosquitos)
La identidad es, más que un tema, arena entre sus dedos; tiene clara la tropicalidad y su luz sin medias tintas que nos enceguece, la astucia o la desvaloración de la desmemoria, el invento o el accidente que somos, como dijera José Ignacio Cabrujas. La hibridez que nos convierte en esquivo batiburrillo, en coral de todas las voces, en permanente matiz. Le atañe y le salpica cuando en el Actor´s Studio —es la única latina miembro del taller de actores y directores y la única que pertenece a la Unidad de Directores en ese celebrado referente de la interpretación— propone un texto sobre la migraciones venezolanas y toca a sus pares desmenuzarlo. Como no puede leer ella misma su propuesta, atendiendo a las normas de esta academia de creación de las artes escénicas, otro da los detalles.

Las mujeres en mi tierra, hasta cientos de años después de este día, siguen pensando que hijo amarra hombre ¡y se llenan de muchachos! Aquí en el primer mundo eso no es así. Es que tú no pareces francesa. Eres demasiado sentimental (de Gregor Mac Gregor rey de los mosquitos)

La autora de Tierra adentro, la pieza en ciernes y en la mira, ha ubicado a las cinco mujeres de las tres generaciones de una familia, los personajes, en un garaje de una casa clase media, las cubren pieles blancas como la suya. La acribillan los compañeros del Actor´s Studio. ¿Dónde están aquí descritos por tu sensibilidad, Lupe, aquellos que en la calle de tu país comen restos de basura? ¿No sabías, Lupe, que ese horror es viral? ¿Y dónde, Lupe, que no los vemos, figuran los sabrosones de pigmentación tostada? ¿Por qué Lupe pareces querer borrar tus orígenes? La autora de Gregor Mac Gregor, Bolívar Coronado, De Miracielos a Hospital, Matarile, Las niñas de Santa Fe, Adán y Eva caídos de la mata... (de coco), Cruz de mayo, Bolero, Salsa, Ni que nos vayamos nos podemos ir, se sorprende ante el cliché. Queda de una pieza.

Siempre se ha pensado que la trampa el engaño, los vapores de la fantasía crecen en tierras ecuatoriales donde la fertilidad alcanza hasta para darle vida a los insectos más insospechados. Pero no te imaginas lo que se siente cuando se descubre que esa manera de inventarnos, también la importamos (de Gregor Mac Gregor rey de los mosquitos)

¡Con semejante descripción de lo que sería una latinidad bastante enclenque pretenden recriminarla! Interpelada no por el estilo sino por un contenido supuestamente poco veraz, ligero de entendimientos, Lupe entiende que los prejuicios son de ida y vuelta. “Soy venezolana, somos a la luz de nuestra epidermis todos los tonos y, aun cuando la clase media languidece, no ha sido una hipótesis: sobre sus hombros se ha sostenido el país…” y sigue: “No todos somos pillines o de poco fiar, en realidad contenemos tanto que puede parecer inabarcable e indigerible…”, responde la ganadora del premio Juana Sujo, la Segundo Premio de Dramaturgia Latinoamericana, la escritora que mientras escribe intenta cambiar el tiempo, el paisaje mental, el discurso.

En Europa las mentiras se vuelven verdad con una facilidad de té y galletas. Se vive en la ilusión de estar en lo cierto, de tener razón, y eso da mucha tranquilidad. Sobre todo cuando vienes de territorios donde no se sabe lo que pueda pasar, ni lo que pasa ni lo que pasó (de Gregor Mac Gregor rey de los mosquitos)
Su deseo de saber y descubrir —hallar no una exclusividad de los arqueólogos—, la hace querer mirar a los lados, a los resquicios que no son obvios, a indagar en sus propias creencias para desde los supuestos elaborar certezas, ay, tan esquivas. Es una tarea que organiza desde el corazón y con la sesera. A los alumnos del taller permanente de La Comarca, su casa, su centro vital, su epicentro de plantas y morrocoyes, su laboratorio de ideas les enseña eso: pensar dentro de la idea, y más a fondo dentro de la idea, y más dentro todavía de la idea como una matrioska; también, claro a soñar. Si van a escribir una pieza que trata sobre un drama les pedirá imaginar la escena. A la que propone un cuadro de Turner en medio de la sala de utilería para simbolizar la tempestad (el artista llegó a amarrarse al mástil de un barco para vivir una tormenta y luego pintarla) le dice cómo estará esa agua en la escena, amén de en la pintura del fondo: vale un vaso de agua. “¿Pondrás al joven echándola con furia al piso? ¿Él meterá la mano en, por ejemplo, la pecera que podría tener ella e intentará tomar el pez? Podría ser muy erótico…”. La historia en este ejercicio es la de dos que se aman y descubren, ay, que son medios hermanos: es el desafío, dice Lupe.

Pero ¿no es para eso que son esas lycras, pues? ¿Para que todo el mundo mire? Dudo que en otro país tengan tanto éxito como en Venezuela (…) Aquí le damos con todo a todos los temas. Y yo no puedo vivir sin esa alegría (de Ni que nos vayamos nos podemos ir)
Igual Lupe cree que hay que hacer foco en este momento crucial, demoledor, aciago, crítico, también urgente. El arte, la palabra, todo debe intentar traducirlo, registrarlo, intentar comprenderlo, que no es justificarlo, para poder reconstruirnos. Blindarnos. Advertirlo por si acaso un día se le ocurre al tiempo andarse con reiteraciones. “Cuando pasen diez años será distinto, veremos esto de otra forma, con una visión más panorámica, con más herramientas, menos dolidos, ojalá; ahora, aun sin digerir, tenemos que contarlo aunque parezca un balbuceo, decir lo que enfrentamos, dar cuenta del miedo, del drama, de la incertidumbre y de cómo está todo patas arriba, consignar lo que está en pie y cómo lo sostenemos, como nos escabullimos para reír, plasmar la esperanza que es boya de la resistencia, dejar constancia de cómo nos sentimos y de todo cuanto pasó”.

Tú eres la que empezaste. Yo no hablo, yo trabajo duro, todos los días, por hacer de este país un lugar más justo con igualdad de oportunidades para todos. Tú eres consciente de la deuda social que había aquí mamá. Pero a ti como que se te olvidó. (de Ni que nos vayamos no nos podemos ir)

Con Ni que nos vayamos no nos podemos ir cierra Lupe Gehrenbeck una trilogía sobre un tema que nos conmueve: la migración, pieza que vuelve a las tablas este 24 y 25 de julio, además bajo su dirección. Lupe se reconoce impelida por la multiplicación de pañuelos diciendo adiós a los que se van; y por los muchos que escapan en el sálvese quien pueda sin mirar atrás, con las valijas cargadas a las volandas. Tal vez ni queda quien agite pañuelos. Una perentoria necesidad de dejar el hambre y la falta de oportunidades, medicinas, seguridad, y etcétera nos lleva como almas en pena por las fronteras flacos y llorosos. Tantos apartamentos cerrados, tantas quintas vacías, íngrimas, los libros suspirando en los anaqueles resintiendo el olvido. Unos venden sus peretos y se llevan la foto en la cabeza: mi casa estaba en el sureste, tenía un jardín hermoso, llegaban las ardillas y las guacamayas, les dábamos de comer, allí crecieron mis hijos, hacíamos parrilladas, mis amigos también se fueron. La motiva también el río ni tan subterráneo de gentes comprometidas que está, que quiere vivir el destierro dentro, gente que no cesa de hacer, de proponer, de coser en punto de cruz la trama rota, punto de cruz podría ser una forma de convocar la fe en el tejido deshilachado que aun está tibio.

¿Vas a vender la jarra de plata con el monograma de la familia, mamá? (de Ni que nos vayamos nos podermos ir)

Lupe Gehrenbeck tiene con su familia un ancla sólida y de buen peso en el mar de sueños, mar de fondo, el mar de lágrimas que es Venezuela. Igual es un nombre que rebota en festivales del mundo, su trabajo tiene eco. Un festival de dramaturgia en Kosovo la ha convocado: en otras partes del mundo el desarraigo también tiene dolientes y quien le escriba. Así, la estudiante brillante que se gradúa con honores en Artes por la Central, la egresada en el New School for Social Research University de New York de la maestría en Comunicación, la miembro de la Compañía Nacional de Teatro —“en la época de oro del teatro”—, que también incursionó como guionista en el cine y la tele va con la troupe a este encuentro en el que quedarán ventilados los prejuicios, tiquismiquis y despropósitos del gentilicio, a veces tan universales. “Es una magnífica oportunidad para conocernos y reconocernos, que es la que ofrece el teatro con su escala orgánica en 3D y su vocación por meter el dedo en la llaga”, se entusiasma Lupe. Y una ocasión para conjurar en el plató/patíbulo la discriminación, las desigualdades, el machismo, el racismo, los desplazamientos en estampida. “No otra forma de cambiar que confrontando nuestras torpezas para redimirnos”, añade. Luego salva a sus pares: “Los humanos somos posibilidad de afecto”.

Yo no me quiero ir. Son pendejadas de Carolina porque vive afuera y se imagina las cosas peor de lo que son… y los venezolanos que somos muy exagerados para todo: si son lycras estampadas, aunque peses cien kilos, te enfundas en bacterias, flores o planetas, que se estiran y tiemblan al ritmo de los fondillos que todo el mundo se voltea a ver (de Ni que nos vayamos nos podemos ir)

Feminista en lo femenino, crítica y comprometida, amorosa y esperanzada, Lupe Gehrenbeck la que cada 21 de diciembre convoca a los niños de la cuadra para ser parte de la obra callejera que escribe cada vez y estrena cada Navidad en aquella esquina caraqueña cerca de El Ávila donde llega un San Nicolás convidado por ella con regalos para todos, la que también diseñara moda, la que conoce los escenarios del mundo —en Barcelona, New York, Londres—, la viajera, lectora, y enamorada de su Felipe —Felipe Delmont el arquitecto de la tesis de la ciudad de los caminos cortos diseña la escenografía de esta puesta en escena— nos dirá de nuevo eso que cuál es su concepto de crear y cuál su fórmula para vivir en este país portátil. Todas sus piezas son de alguna manera historias de amor, al país, a la vida, al amor mismo.
Sí ¿Qué es lo más importante en la vida de toda mujer? (…) ¡El amor! (…) No chica ¡no seas pendeja! Lo más importante en la vida de toda mujer es no ponerse vieja (…) Hay que echarse crema por todos lados, hasta en las ranuras. Entre tanta vaina que se enchufa tiene que haber una plancha, coño (de De Miracielos a Hospital)

Elvira no deja de amar a sus hijas en el rol de polos opuestos, como tampoco de padecer por aquello que, más que una coyuntura desafortunada y pasajera, es la fractura insidiosa, deliberada, sostenida del frágil andamiaje de la identidad. Elvira es una representación aquejada de Venezuela, las hijas las corrientes que han sido polarización y duelo (cada vez es más es este un país diverso que lucha en su casi totalidad por zafarse de la bota opresora que contiene el poder y las tan disuasivas armas pero son escueta minoría). Obra que remueve, duele, nos refleja, da en el clavo y nos proyecta en el espejo —objeto fundamental—: Ni que nos vayamos nos podemos ir compendia los distintos registros emotivos, domésticos, íntimos de la diáspora. Intima con ella. La llora mientras rasguña por entre nuestros resquicios vulnerables como la llora el público desde la primera hasta la última fila.

Porque no son los peroles sino el recuerdo ¿verdad? (…) Sí ¿no oyes cómo lloran? (de Ni que nos vayamos nos podemos ir)

Amar porque así es como se respira. Amar porque acaso resulta o parece menos efímero aquello que se crea. Amar lo posible y lo imposible, amar el país y, desde el amor, mantenerlo vivo y reconstruirlo. Amar al compañero que se mira y se admira, el arquitecto y pensador que intenta explicar Caracas y todas las esquinas, y dedicarle el libro editado por Eclepsidra que contiene ocho de sus piezas de teatro: A Felipe Mc Felipe, fundador de reinos mucho más felices que Poyais, donde sucedo y crezco, en amor por él.
Así es el amor: uno vive como aislado del mundo sostenido en el abrazo, agarrada del beso, flotando metida en una burbuja y crees que nada te puede hacer daño. Cuando se oyen las voces de los demás, están a lo lejos… Divino ¿no? No te das cuenta de lo que pasa, cuando estás sumergida en el estado ideal de dormir abrazada (de De Miracielos a Hospital)
Coda: Doble función este fin de semana con producción de El Gimnasio de Actores: sábado y domingo a las 11:30am, en la sala principal del Teatro del Centro Cultural Chacao, estrictas medidas de bioseguridad, avenida Tamanaco de El Rosal.

¿A dónde quieres llegar tú? (…) Al paraíso, que también es una construcción. Por eso depende de cada quien (de De Miracielos a Hospital)







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