Los tiempos del post-coronavirus encontraràn a Venezuela además enfrentada a una larga y severa crisis multifactorial que despierta desde hace tiempo la atención y la preocupación internacional. A una polarizaciòn política de veinte años que ha conocido etapas de violencia, intentos frustrados de diálogos,violación masiva de los derechos humanos, injerencia extranjera y la existencia incluso de dos gobiernos con sus respectivos poderes legislativos; se suma la hiperinflación màs alta y prolongada del mundo, la quiebra de la empresa petrolera cuya actividad aporta la gran mayoría de los recursos fiscales,la caída de la producción agrícola e industrial y como su fuera poco en los últimos meses la aplicaciòn de sanciones y restricciones por parte de Estados Unidos (històricamente el principal socio comercial) que tienen el efecto del “tiro de gracia” en las pràcticas de la criminalidad común.Todo ello,como es lógico, con una penosa contrapartida en el orden social, y que se refleja en una diáspora de cerca de cinco millones de migrantes,el auge de las màs diversas formas de delincuencia social, la tendencia a la segregación territorial en àreas bajo control de factores extranjeros expulsados de sus países, todo lo cual hace que el “caso Venezuela” se considere como un ejemplo de “somalizaciòn” tropical.

En un cuadro crìtico como el que vive el país basta imaginar el peso que habrá de tener la temida etapa post-coronavirus. Ya en plena cuarentena la escasez de gasolina paraliza varias regiones del interior sin reparar lo que habrá de representar el desempleo por el confinamiento en un escenario con el sesenta por ciento de economía informal,el declive de las remesas familiares y seguramente la deportación forzosa de nativos de naciones vecinas,entre otras futuras calamidades.
A nivel mundial se dibujan escenarios que necesariamente comportan esfuerzos conjuntos de los gobiernos y los factores polìticos y sociales en el camino de la recuperaciòn económica y el restablecimiento de la normalidad ciudadana, una exigencia que en la crisis venezolana resulta mas que urgente. Desde el 2002, cuando no existían apremios económicos ni la perspectiva de la actual catástrofe social se impuso la medición internacional (OEA y Centro Carter) para conjurar los riesgos de una conflictividad política que pese a lo ocurrido desde entonces es protagonizada por partidos y líderes cuya mediocridad y falta de grandeza, les impide valorar y entender que està en juego la soberanía de de Patria y ahora también la propia vida de los venezolanos.