El Rostro bueno del Gomecismo
Historia 27/09/2020 08:00 am         


Entre 1925 y 1927 Francisco Baptista Galindo inició un trabajo paciente y persuasivo destinado a convencer al tirano Juan Vicente Gómez



Para que propiciara una amplia amnistía y generara un clima de paz que lo presentara no solo como el gran guerrero inderrotable, sino como el gobernante piadoso y magnánimo capaz de perdonar a sus adversarios


Aun en los regímenes más despóticos y crueles, existen personajes que compartiendo en lo fundamental los propósitos del gobierno y gozando de las simpatías del jefe, difieren en sus formas y sobre todo se oponen por razones de humanidad a todo acto de atropelló a la dignidad y la integridad de los ciudadanos. Ese fue exactamente el caso del político y abogado tachirense, Francisco Baptista Galindo, quien con sus consejos y actuaciones logró pasar a la historia como el “hombre bueno” del Gomecismo. El jurista andino había nacido en San Cristóbal, en agosto de 1880, y había concluido estudios de Derecho en la Universidad de los Andes, dando inicio a una larga carrera de servidor público durante los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Su buena estrella comenzará a brillar cuando el dictador de la “mulera” lo designe en 1920 como su secretario privado, asignándole una tarea que el doctor Baptista Galindo se esmerará en cumplir, la de sanear todas las propiedades y depurar todas las escrituras de su ya significativo patrimonio inmobiliario, lo que le permitirá ascender en su grado de cercanía e influencias sobre el amo absoluto del poder.

Entre 1921 y 1922, en reconocimiento de los méritos y pulcritud de su paisano, el general Gómez lo designa como ministro de Relaciones Interiores; en esa cartera el doctor Baptista pondrá de manifiesto sus gestiones para lograr una amnistía política que pacifique y reconcilie a sus paisanos tachirenses, luego del gobierno de asesinatos, violaciones y vejámenes que allí impusiera el bestial Eustaquio Gómez. Al amparo de aquel perdón colectivo regresan a sus tierras más de 20.000 tachirenses que habían huido a Colombia temiendo los métodos barbaros y expeditivos del gobernador de esa entidad, primo hermano del presidente de la República. Entre 1925 y 1927 se hace más estrecha la colaboración del abogado Baptista con la dictadura, cuando es elevado a la condición de Secretario General de la Presidencia de la República. Esta vez comenzará un trabajo paciente y persuasivo destinado a convencer al dueño del poder de la necesidad de propiciar una amplia amnistía y generar un clima de paz que lo presente ahora no solo como el gran guerrero inderrotable, sino como el gobernante piadoso y magnánimo capaz de perdonar a sus adversarios.


Francisco Baptista Galindo

Cuentan que costó mucho al doctor Baptista convencer a Gómez de la importancia y significación de una medida de esa naturaleza, mientras el tirano recelaba, su mano derecha lo alagaba haciéndole ver cómo su figura se agigantaría con aquella decisión, oportuna en una Venezuela resignada a los designios de la Tiranía y sin enemigos a la vista. Gómez luego de largas conversaciones al fin accedió a la propuesta de su hombre de confianza, poniendo objeción solo a que se beneficiaran de la medida dos hombres: el general Fernando Márquez y su antiguo compadre y socio Román Delgado Chalbaud, a quienes acusaba de haber querido no solo derrocarlo sino asesinarlo en sus respectivas conjuras. En 1927 ambos personajes, Márquez y Delgado Chalbaud, se disputan el decanato de la terrible ergástula de la Rotunda, donde han estado recluidos desde 1913. El general Márquez además había sido inquilino forzado de otras cárceles gomecistas. El doctor Baptista en su sensibilidad siente que son hombres desgastados, vencidos, que han pasado por todos los rigores del desgaste físico y mental, por eso se esfuerza en multiplicar los argumentos para demostrar que las cárceles deben ser vaciadas en su totalidad y sin excepción. Sus razones expuestas al reticente dictador, buscan esta vez herir su amor propio diciéndole: “¡Perdóneme, mi respetado general y amigo, pero si usted toma una medida de gracia y perdón, como esta que lo acrecentara en su gloria, tiene que ser absoluta¡, sino ¿qué va a decir la gente?, ¿que un gigante como usted que derrotó uno a uno a todos los grandes militares de este país, se niega a dejar en libertad a un par de hombres envejecidos y derrotados, porque les teme?

El ministro del Interior logra el efecto deseado: el dictador accede a una amnistía total que deje sin ocupantes cárceles horribles como la Rotunda, El Castillo de Puerto Cabello, las tres torres, el castillo de San Carlos en el Zulia, la cual se materializa en marzo de 1927. La mayoría de estos terribles reclusorios de seres humanos, volverán a abrirse cuando en febrero de 1928 una nueva generación de jóvenes estudiantes irrumpa con vientos libertarios contra la longeva tiranía, y se estrenen en sus pasantías carcelarias en estos penales cerrados un año atrás. Extrañamente y en controversiales circunstancias, el rostro bueno del gomecismo, el autor de toda aquella gran obra de concordia, humanidad y paz, muere sorpresivamente en Maracay el 26 de abril de 1927.








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